Grecia: ¿crisis o solo un susto?

20 / 01 / 2015 José María Vals
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Las elecciones del 25 de enero en Grecia han resucitado el miedo a una nueva crisis del euro. Muchos apuestan a que habrá acuerdo.

Parece que fue ayer, pero en diciembre se han cumplido cinco años desde que en 2009 la magnitud de la deuda griega puso la Eurozona patas arriba, la moneda única europea pasó una de sus peores crisis (que afectó de manera importante a Italia, España, Portugal y, en menor medida, a Francia). El próximo fin de semana, el domingo 25 de enero, Grecia puede disparar el miedo otra vez y provocar un terremoto en la vieja Europa, aunque ahora todo parece indicar que no será tan grave, a pesar del miedo que algunos dirigentes europeos han intentado sembrar durante las últimas semanas.

Dos datos apoyan las hipótesis menos pesimistas: los mercados de deuda pública de los países periféricos de la Eurozona (Italia, Portugal y España) no han sufrido excesivas turbulencias en los últimos días y el Banco Central Europeo (BCE) tampoco ha levantado la voz con anuncios alarmistas en las últimas semanas. Y es que cuando el Parlamento griego fue incapaz de formar un nuevo Gobierno y se convocaron elecciones para el 25 de enero, cálculos procedentes del propio BCE aseguran que los griegos sacaron de los bancos entre 600 y 700 millones de euros en pocos días. Esas mismas fuentes elevan a unos 3.000 millones de euros la cantidad retirada a lo largo de todo el mes de diciembre.

¿A qué se debía tanta prisa por poner a salvo el dinero? Todas las encuestas preelectorales realizadas en Grecia señalan como vencedor de los comicios al partido Syriza, comandado por un político de nuevo cuño, Alexis Tsipras, que ha revolucionado el mapa electoral heleno prometiendo que se enfrentará a la Troika (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Comisión Europea) para acabar con la racha de fuertes ajustes en la economía griega, al tiempo que propone una renegociación de la deuda pública del país. Tales anuncios han caído como una chispa en una lata de gasolina en los despachos de algunos analistas internacionales y de algunos asesores de Gobiernos europeos, que han resucitado el fantasma de la posible salida de Grecia del ámbito de la moneda única con el consiguiente impacto sobre el resto de los socios.

La sola sospecha de que tal salida pudiera producirse lleva inmediatamente a quienes más miedo tienen a poner a salvo su dinero fuera de las instituciones financieras griegas, por si acaso. Un abandono real del euro por parte de Grecia, y en eso sí que coinciden prácticamente todos los expertos, provocaría una quiebra en cadena de todo el sistema bancario heleno, lo que supondría a su vez la ruina para muchas familias y empresas, ya de por sí castigadas durante los últimos años de crisis. No es extraño en estas circunstancias que a pesar de lo mal que lo están pasando muchos ciudadanos griego, el 75% de ellos sean partidarios de continuar en la moneda única europea, según revelan las encuestas internas del país.

Pero una cosa es seguir en el euro y otra es el cómo. Y ahí es donde se centran ahora mismo el debate de los técnicos y la controversia entre políticos del resto de Europa. Exactamente, ¿qué es lo que propone Syriza? Aunque en un principio sus dirigentes llegaron a hablar incluso de no pagar la parte de la deuda que ellos consideran “ilegítima”, y en ella se encuentra, por ejemplo, la generada por el sobrecoste de los intereses provocada por las primas de riesgo, así como parte del dinero destinado a los rescates del sistema financiero, el discurso de su líder, Tsipras, se ha moderado mucho en las últimas semanas. Ya no menciona la palabra impago, que ha sido sustituida por renegociación y tampoco habla ya de no hacer ni caso a la Troika, sino de negociar con la Comisión Europea un nuevo modelo menos gravoso para la población griega. ¿Será todo esto posible?

En cifras.

El punto de partida, desde el punto de vista económico, deja poco lugar a las dudas. Grecia tiene en estos momentos una deuda pública equivalente al 177% de su producto interior bruto (PIB). El ascenso de este porcentaje, que en 2008 estaba en el 112%, no se debe solo a la emisión de nuevos instrumentos de deuda, sino también a la caída del propio PIB. Según cálculos de la Oficina Estadística Europea (Eurostat), la reducción acumulada del PIB griego durante los años de la crisis suma el 25%. Algunos analistas señalan en este punto que a pesar de tal caída, la renta por habitante en Grecia se sitúa todavía ocho puntos porcentuales por encima de la que tenían antes de la entrada del país en el euro. Sin embargo, si lo que se mide es la capacidad de compra de esa renta media por habitante, lo cierto es que ha vuelto a niveles de 1999, por debajo incluso de la que tenía antes de la instauración física de la moneda única.

Este punto, unido a la situación de casi un 30% de paro en el país, con más de dos millones de griegos fuera del sistema de protección social (incluso sin Seguridad Social) por los recortes, es lo que ha dado alas a Syriza para comandar el mapa electoral del país con promesas de acabar con la austeridad económica. En cuanto a la deuda pública, aunque muy abultada (superaba los 320.000 millones de euros al término del tercer trimestre de 2014), lo cierto es que no es especialmente gravosa para el país, y ello por dos causas: una parte importante del incremento se debe a los planes de ayuda europeos, concedidos a tipos de interés más bajos de los que le otorgaba el mercado, y ya hace más de dos años reorganizó la cartera de títulos con una quita y el alargamiento de los vencimientos a 30 años y más.

En la actualidad, el pago de los intereses de la deuda supera por poco el 5% del PIB y la economía griega podría crecer un 3% en 2015, con lo que esa factura bajaría hasta niveles del 4% del producto interior bruto este mismo año, según los cálculos que maneja la Comisión Europea. Además, los planes de austeridad llevados a cabo en los últimos años han dejado a Grecia con superávit primario en sus cuentas públicas. Esto quiere decir que sin contar los pagos por intereses de la deuda, el Estado griego recauda más dinero del que gasta. Esta fue una de las condiciones que la Troika puso a los distintos Gobiernos del país para entrar a renegociar la velocidad y el tamaño de los ajustes.

Alexis Tsipras no ha hecho más que recordar que ya se cumple esa premisa y que eso le debería dar fuerza en la negociación con las autoridades europeas y con el resto de integrantes de la Troika. Algunos asesores del Gobierno de Alemania han puesto el grito en el cielo y rechazan de plano cualquier suavización en los planes de ajuste, porque lo contrario –dicen– sería condenar a la economía griega a vivir eternamente de los rescates del resto de los socios europeos y eso no se puede consentir. Sin embargo, cuando esos mismos asesores miran las cifras, ven que una salida de Grecia de la moneda única le costaría a Alemania entre 75.000 y 80.000 millones de euros, cifra superior a la que habría que poner sobre la mesa en el caso de que se aprobara una nueva prórroga de los planes de ayuda europea al país heleno.

Dinero a la espera.

De momento, los 10.000 millones de euros ya pactados entre la Troika y el Gobierno griego están paralizados a la espera de ver cómo se comporta el nuevo Ejecutivo que salga de las elecciones del día 25. Grecia tiene liquidez para hacer frente a sus pagos hasta febrero, pero en marzo le vencen 2.500 millones de deuda que tendría que refinanciar a precios prohibitivos en el mercado o devolverlos con parte de esos 10.000 millones. El Tesoro griego soporta actualmente una prima de riesgo que se sitúa entre los 850 y los 900 puntos básicos, lo cual pone su bono a diez años en tipos de interés superiores al 9% cuando los de España, por ejemplo, apenas llegan al 2% con una prima de riesgo del entorno de los 120 puntos básicos.

El holandés Jeroen Dijsselbloem, que ejerce como presidente del Eurogrupo (consejo formado por los ministros de Economía de todos los países de la Eurozona), ha dicho de forma muy tajante que ni Grecia ni ningún otro país va a abandonar el euro. En el fondo, lo que Dijsselbloem pone sobre la mesa es el pragmatismo de que ni a Alemania le compensa el abandono griego ni a Grecia le compensa abandonar. “Habrá una salida –comenta un analista de un importante banco internacional–, pero es más que probable que una vez más no haya una solución, porque es muy difícil de lograr con el sistema actual”. Esto quiere decir que las apuestas juegan a favor del acuerdo con el nuevo Gobierno griego, aunque en algunos países se preferiría que Syriza no ganara, pero la solución definitiva a problemas como este no llegarán mientras la moneda única europea no vaya acompañada de una política fiscal común, porque eso resta fuerza a las instituciones europeas.

Efecto contagio.

De momento, el día 25 habrá elecciones en Grecia y dependiendo de la fuerza real que demuestre Syriza en las urnas el terremoto tendrá más o menos magnitud. Los mercados están tranquilos, más que algunos gobernantes europeos, a la espera de ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Algunos grandes bancos de inversión internacionales preparan planes de contingencia por si al final ocurriera el desastre y Grecia abandonara el euro. Dicha salida sería como lo de Lehman Brothers al cuadrado, en palabras del economista estadounidense Barry Eichengreen, y está claro que casi nadie lo quiere. Para el resto de Europa sería revivir de nuevo la crisis monetaria y tener que pelear de nuevo por poner al euro en su sitio como divisa respetable, aparte del dinero que podría costar a los contribuyentes del resto de Europa la quiebra griega.

Lo que más temen los políticos es el efecto contagio que podría suponer para el resto de los países periféricos (España, Italia y Portugal) el ejemplo del ascenso de Syriza. Los analistas económicos también temen al efecto contagio, pero de otra clase. Este es monetario.

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