La canción de las dos Coreas

24 / 11 / 2015 Enrique Peris
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Un concierto en Madrid se dedicará al Arirang, uno de los más hermosos símbolos de paz en todo el mundo

Jae-Sik Lim y la orquesta Millenium.

Se podría decir de las dos Coreas eso de que “siendo mucho lo que nos separa, es más lo que nos une”. Y entre lo que las une, aparte del idioma y de una historia común, destaca una canción tradicional, el Arirang, que se canta como expresión del alma y el sentir del pueblo coreano a uno y otro lado del paralelo 38.

Se cantó al final del multitudinario concierto de las chicas de Morabang (ese grupo pop, favorito de Kim Jong-un, según dicen) en Pyongyang, que cerraba triunfalmente hace poco las celebraciones del 70 aniversario del régimen hereditario-estalinista norcoreano. Los periodistas extranjeros se llevaron la impresión de que Arirang era una especie de “himno oficioso norcoreano”.

Pero también en la próspera Corea del Sur, Arirang es casi un himno nacional, y en muchos aspectos más que eso: más profundo e intemporal. Existía siglos antes de la división de la península en los dos Estados actuales.

Arirang da nombre a un aire popular que los coreanos cantan desde tiempo inmemorial, con muchas variantes y diferencias según las regiones, pero manteniendo un estribillo cuyos versos (Arirang, arirang, arariyo) le dan el carácter y la esencia. Un misionero y activista norteamericano, Homer B. Hulbert, gran amante de la cultura coreana, fue quien publicó por primera vez la canción, a finales del siglo XIX, en una partitura sencilla elaborada por él. Luego, el cine y la literatura (en especial una película del año 1926, titulada así, Arirang, que utilizaba la canción como tema musical y que no gustó nada a los ocupantes japoneses de entonces) han contribuido a convertirla en algo consustancial al pueblo coreano: la expresión de sus emociones. O, como dicen ellos mismos, tan importante para la vida de los coreanos como el arroz para su alimentación.

El estribillo alude a una chica abandonada: “Él se fue atravesando las colinas de Arirang, pero antes de andar una milla sus pies sufrirán”. Pero las innumerables variaciones de la canción acogen letras relacionadas con cuentos, dichos y leyendas populares, hechos de la vida cotidiana y expresiones de alegría o de tristeza, o del sufrimiento del pueblo coreano en la época de la ocupación.

Patrimonio de la humanidad. En Corea del Norte, estribillo aparte, las letras del Arirang apuntan a la gloria del sistema y al heroísmo del pueblo y del Ejército. Curiosamente, los atletas de las dos Coreas han desfilado juntos en algunas citas olímpicas recientes, con la música común del Arirang sustituyendo a sus himnos nacionales respectivos. Y si en 2012 la Unesco, a petición de Corea del Sur, declaró el Arirang Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, dos años después, en 2014, fue el Gobierno de Corea del Norte el que presentó la candidatura de “su” propio Arirang, que también fue declarado patrimonio de la humanidad. Cómo no.

El Gobierno surcoreano favorece la difusión del Arirang como un tesoro cultural. Un año más, Jae-Sik Lim, un músico de Corea del Sur afincado en Madrid, dirige, este 28 de noviembre, en el Teatro Monumental, un concierto centrado en el Arirang, con su orquesta Millenium y varios grupos corales reunidos para la ocasión. Para muchos coreanos, es un canto de armonía y concordia, que hace soñar con la reunificación. En el interesantísimo documental sobre Corea del Norte, The Propaganda Game, realizado por Álvaro Longoria y recién estrenado en cines, la melodía de Arirang suena destacada. Pero de él se desprende la impresión de que ninguna de las partes involucradas en el drama coreano parece interesada, de verdad, en acabar con el conflicto y reunificar la península. Es como si también aquí circulara el sarcasmo de Valéry: me gusta tanto Corea que prefiero que siga habiendo dos.

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