Extremoduro: 25 años siendo unos animales

27 / 07 / 2016 Jesús Casañas
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Cumplen un cuarto de siglo y siguen siendo uno de los grupos con más ventas de nuestro país.

Hace 25 primaveras que salía a la calle Somos unos animales, considerado por Extremoduro como su primer disco oficial. En realidad es el segundo, pero quedaron tan descontentos con el resultado (y la discográfica) del anterior, Tú en tu casa, nosotros en la hoguera, que en 1994 lo regrabaron casi todo y lo volvieron a publicar bajo el título de Rock Transgresivo, renegando de la primera versión y de todo lo que haya editado Avispa Music bajo su nombre.

Lo cierto es que el sonido de este LP tampoco es para tirar cohetes (no llegarían a sonar bien hasta el siguiente, Deltoya). Autoproducido, grabado y mezclado en los extintos estudios AudioMadrid con Kike Díez como técnico de sonido, el resultado fueron diez canciones de distorsión chicharrera con mucho por pulir, algo que se compensaba de sobra con su frescura y que realzaba aún más su salvajismo.

Los riffs de Leño parecían mezclarse con la crudeza de Eskorbuto y la poesía de Antonio Machado. Escucharlo es como recorrer las llanuras extremeñas con un sol de julio apretando en la nuca, vino de pitarra para saciar la sed y un pedrolo de hachís para calmar el hambre. Este disco marcaba ya las líneas que harían famoso a Roberto Iniesta: relación amor/odio con su tierra natal, versos mezclados con distorsión y títulos tan explícitos como Necesito droga y amor.

Al pinchar la aguja, una guitarra gorda y solitaria rompe el silencio con Tu corazón, donde Robe Iniesta plasma su tortuosa forma de ver las relaciones amorosas. Rosendo Mercado presta su voz a La canción de los oficios, a la que ni siquiera los arreglos de piano logran ablandar. Preciosa y descarnada Quemando tus recuerdos, la más recordada, cuya acústica primera parte termina devorada por el ansia viva dominante. Denuncia de la barbarie colonizadora en V Centenario antes de J. D. La central nuclear y su impagable jotilla popular de apertura, que (al igual que en Extremaydura) acaba también engullida por la caña burra.

La cara B arranca con la parte más árida del trabajo, donde las declaraciones de principios de Ni príncipes ni princesas dan paso a las desventuras heroinómanas de Perro callejero. La frescura vuelve con Desidia y sus ligues discotequeros (parte bailonga incluida) para acto seguido vomitar su desprecio social en Resolución. Acaba igual que empieza, con la guitarra más intuitiva que técnica de Robe jugueteando en solitario hasta llegar al riff del mejor corte del álbum, Necesito droga y amor, cuyo título resume bastante bien esta etapa del músico placentino.

Todo y nada tiene que ver aquella banda –integrada por Luis, Von Fanta (batería); Carlos, el Sucio (bajo), y Salo (que se pasaba a la guitarra solista, dejando a Robe la rítmica para centrarse en la voz)– con la de ahora. Muchas vueltas daría la vida del cantante hasta asentar la formación actual, con Cantera como baterista, Miguel Colino como bajista y Bilbao como base de operaciones. Todo, por supuesto, gracias a Iñaki, Uoho, Antón, que tras la disolución de Platero y tú pudo dedicarse de lleno a las guitarras y arreglos de Extremoduro. Culpa suya también que el sonido actual sea todo lo contrario al de entonces: muy producido, pero mucho menos fresco.

Ahora encontramos a un Robe totalmente limpio desde hace años (al contrario de lo que muchos piensan) y apasionado por la experimentación y el rock sinfónico, que mantiene no obstante su visceralidad, su originalidad, su autenticidad y, sobre todo, su voluntad de hacer lo que le viene en gana.

Claves de que, a pesar de ser alérgico al aparato promocional, Extremoduro sea una de las bandas con más ventas de nuestro país. Dios salve al Rey de Extremadura.  

Grupo Zeta Nexica