Tómbola fue la universidad del cuore

28 / 03 / 2017 Jesús Mariñas
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Se cumplen veinte años del programa Tómbola, que hizo historia en la prensa rosa y marcó las exigencias remuneradoras del famoseo. Puso la primera piedra de un mercadeo que con el tiempo ha alcanzado cifras desorbitadas.

Tómbola transformó, encauzó, profundizó y elevó a categoría de rango la prensa del corazón, que hasta entonces daba una información amable. Se han cumplido veinte años de aquel parto valenciano, auténtica mascletá y guiñol de carne y hueso. Ya es casi efeméride histórica y lo han exaltado los medios con reconocimiento en la añoranza. Ya no hay programas así y solo Sálvame se parece, guardando muchas distancias. Tómbola nació cuando bullían las Fallas y de su petardeo surgió el primer conflicto, fuimos bautizados con fuegos artificiales y el remojo se llamó Chabeli Iglesias, entonces rellenita y miamizada, porque su padre alejó de España a la descendencia temiendo un nuevo secuestro tras el del doctor Iglesias.

Aún siento el relampagueo atronador sobre el plató de Bujaraloz. Un estruendo y petardeo festivo que luego haríamos carne y hueso. Fue un 13 de marzo y Valencia olía a buñols, torería, figuras alegóricas pasto del fuego y fogueo realzado por la suntuosa indumentaria del traje huertano que la política Mayren Beneyto luce como nadie, con rodetes impecables y sedas rígidas que en la ofrenda floral a la Maredeueta alcanzan su mejor pasarela.

 

Cinco tertulianos

Fuimos cinco tertulianos antaño poco baqueteados televisivamente, pero presuntos expertos en el género. Allí aprendimos. Nos contrataron para media hora centrados en comentar las revistas del corazón. En el estreno estuvo el magisterio favorecedor de Javier de Montini, Paloma Barrientos, menda, Lidia y Karmele, “¡que te calles, Karmele!” fue un grito espontáneo que marcó época. Debíamos enfrentarnos a cinco estrellas en plantel hoy imposible: el bellezón de Carmen Ordóñez, la sosería aparentemente tímida de Carmen Martínez-Bordiú debutando, Antonia Dell’Atte cabreada por el engaño marital de Lequio, la tontorrona Sofía Mazagatos hecha mamá por Tito Pajares, y como representante masculino, el pisaverde Jorge Juste.

Había complicidad pero competencia entre las Cármenes. La Ordóñez tenía un descaro que marcó la ruta a seguir. Chabeli Iglesias, como hija de su padre, era la supuesta víctima de un palizón atenuado por siete millones de pesetas, tres y medio anticipados por transferencia a Miami y no sé si justificados por ella a nuestra Hacienda. Un pastón de entonces. Se llevó casi todo el presupuesto de la noche inaugural, dejando migajas para el resto, entonces nada maleado. Allí aprendieron a poner la mano. Porque si Tómbola fue cátedra informativa, también enseñó sobre exigencias remuneradoras. Puso la primera piedra de un mercadeo que hoy alcanza cifras desorbitadas. Ya el famoseo no se avergüenza de trincar contando su vida. Lo aprendieron en Tómbola.

Pero sigo con la gala inaugural donde los cinco invitados soltaron vaguedades, tampoco pedimos más. Y llegó Chabeli con aire de sostenido. Atronaban los fuegos artificiales y con la mejor intención le di la bienvenida, a fin de cuentas la vi nacer: “¡Niña, que bueno estar en Valencia en plena noche de Fallas!”, saludé. “¿En plenas quéee?”, contestó.

“Fallas, la fiesta mayor. ¿No sabes lo que son, nadie te ha contado qué es la cremá y el fogueo devorador tan fiestero por San José. Es lo mas típico de la Valencia paellera, el plato que cada fiesta cocinan en la casa miamera de tu padre. Entérate”. “Ah, ya, pero nunca había oído esto de fallos”.

“Fallas, Chabeli, F-A-L-L-A-S”, deletreé ante el asombro de las Cármenes tan españolísimas. No podían con la risa. Se daban codazos sin que la hija de su padre reaccionara o se diese por enterada. Esbozó gesto de rechazo a nuestra exposición fiestera. Se organizó una traca en directo, nada más auténtico ni valenciano. Le dijimos de gordinflona a ignorante y miamizada mientras en un extremo del estudio su manager, Ana Nemes, agitaba un papel. Era el cheque con el importe pendiente. La instaba a irse ya con el dinero en mano. Chabeli se levantó confusa soltando un dicterio tan solemne como el napoleónico ante las Pirámides: “¡No sois gente, sois gentuza!”, y el nada respetable la abucheó, feliz de la gresca montada. Y ahí empezó todo: la noche se alargó una hora más y la Martínez-Bordiú luego se distanció de su íntima Isabel Preysler, quejosa por “no haber defendido el ataque a mi hija”. Costó años reconciliarse.

Noches históricas

También hizo historia la noche memorable en que Al Bano cayó sobre Karmele tras, excitado, subir a una mesa de cristal, romperla y caer ruidosamente. O aquella otra de trasfondo real en que Bárbara Rey no pasó del hall pese a estar contratada por dos millones, dispuesta a explicar su vínculo con don Juan Carlos, algo ahora candente. Anticipados también en eso. Cada noche nos la jugábamos: tuvimos amenazas de bomba de un pirado que se hacía pasar por Rafi Camino y dos matones de Marujita Díaz amenazaron aporrearnos a la salida y sobre la marcha nos cambiaron de hotel. Los políticos trincadores denunciaron que “esa indecencia la programe una televisión pública”. Por eso a los pocos meses dejamos de salir por Canal Sur y un timorato Telemadrid cuyo director, José López, confesó que con las ganancias publicitarias de Tómbola pagaba a su plantilla.

A Bárbara le dijeron “son órdenes de arriba” y no entendíamos nada. Se apoltronó, dispuesta a no moverse hasta hacerse oír. Una pareja de polis la llevó al hotel. Sorprendiendo, la compensaron con un programa de cocina mantenido con escasa audiencia durante cinco años. Algo similar sucedería con Mar Flores, silenciada con La música te da la pauta. Canal 9 era un retiro millonario manipulado desde las alturas. Sabían que éramos expertos en petardeo, como la noche en que, entrevistando a Andrés Pajares, llamó su yerno, casado con Mary Cielo, revelando que el cómico le puso en la sien una pistola calibre 38. Descubrí el rollo entre Kiko y Makoke, di un tartazo al trepador padre Apeles, registré la inseparable mochila de Pocholo Martínez-Bordiú, nuevo barón de Gótor, ahora de actualidad porque su piso de las Ramblas entre La Boquería y el carrer San Pau lo usaban de burdel. Calmé a la hermosa Amparo Muñoz cuando Máximo Valverde, que hoy ajado pasó a mejor vida, sostuvo que era su ex. “¡Y no me llames Amparito”, berreó nuestra miss Universo, harta de las pretensiones del sevillano. No olvido el 37% de audiencia logrado por Antonio David descubriendo que su esposa Rocío Carrasco en el maletero del coche escondía a sus romances. Ni que llamé embustera a mi íntima Sara Montiel por negarnos su boda con el cubano ambiguo.

“Sara, ¿eres consciente de ser la cara más internacional de nuestro cine y la más guapa de todas?”, dije. “Sí, claro, amooor…”. “Pero, ¿también eres consciente de ser una payasa embustera?”, critiqué y en ese momento casi se le cayeron las pestañas postizas remarcando su glamour. Tardamos en arreglarnos. Todavía guardo el sujetador que le quité a Cicciolina, que entonces estaba en la cumbre de la fama, templé los nervios de Belén Esteban contando cómo la usó la también revivida Cristina Blanco y apunté el récord de Carmen Ordóñez, que ocupó trece veces aquel plató, llegando a veces hasta a ser abucheada por su insolencia. En un par de ocasiones lo abandonó, harta de soportar improperios. Pero no se arredró y batió audiencias durante los siete años largos años que aguantamos, hasta que finalmente  una maniobra política acabó “con esa telebasura” tan rentable y elevadora del mundo rosa.

Trajes imposibles

Todo lo reviví estos días con la reaparecida Maribel Sanz, imponente a sus 47 años. Realzó la primera fila de un desfile con imposibles trajes diseñados para Italia por Rafael Amargo tras su polémica espantá revisteril, dejando colgada a Rosa Valenty y doce bailarines que reviven y abarrotan con género tan típico. También recordé noches del aún apuesto pero engordado Pepe Navarro, luciendo a Eva Zaldívar en el debut de Álex Lequio, ya con 24 y tres carreras, y detestando que lo relacionen con su popular family. Pero posó con ella como fabricante de ginebra, donde Paz Padilla mostró alarde de flecos negros.

Lo respaldaron mami Obregón y el conde Lequio, habituales en las tertulias tomboleras. Los años pasan por Anita pero ella sabe camuflarlo bien, magnificaron ante Carmen Lomana, más brillante de vestido que de físico. De increíbles 51 años, Juncal Rivero paseó una elegancia que ya resulta infrecuente, destacó en abrigo negro acampanado con bolso y zapatos atigrados, mientras Paloma Lago rejuveneció pómulos sobre pijama negro y Jorge Javier y la Campos bailaron tangueros el adiós a la vida
de Qué tiempo tan feliz, un programa memorable en defender nuestra música que pasa a mejor vida. Muchos lo añorarán en el futuro como ahora hacen con Tómbola.

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