Sevilla revive las caras noches de la Expo-92
La entrega de los ya clásicos premios Escaparate reúne en la capital andaluza a un gran número de caras conocidas de la prensa rosa.
Mientras Sevilla revivió los excesos de la Expo-92 montando noche de gala con impactante mesa imperial de 200 metros cobijadora de 400 comensales –fue lo nunca visto, Elsa Pataky se dejó ver llorando por los rincones “porque el pobre cine español no nos contrata a Paz Vega ni a mí porque vivimos fuera”. Despistada en su conocimiento y lamiendo heridas, ignora que Penélope acaba película en Canarias, donde no solo expone físico sino dinero coproduciendo, o que San Sebastián ha premiado con la concha de oro Magical Girl, de Carlos Vermut. Lo que Elsa se cree en distanciamiento onírico y hollywoodiense es manipulación de su cruda realidad. Desconoce cómo arrasó Ocho apellidos vascos, la revelación no sé si duradera de Jesús Castro, que Torrente va ya por la quinta entrega –esta con Jesulín de coprota, cuánta caspa– o que Mariano Ozores y Lazaga pasaron a mejor vida igual que Landa, Fernando Esteso, Gracita Morales o una Concha Velasco re-lanzada tras el cáncer con nueva rentrée escénica. Es de las que nunca mueren, un ejemplo a imitar. Sigue en pie entera y corajuda, lo mismo contra los desmanes maritales del entregado Paco Marsó, la desordenada pasión de su intensa vida sentimental, que enfrentándose al cáncer.
Creyéndose al tiempo la reencarnación de Greta y Marilyn, Elsa justificó que la meca del cine tampoco se interesa por ella, aunque su primera, última y más sonada película española sea Ninette y un señor de Murcia, de hace 10 años, que solo gustó a Luis María Anson, que se convirtió en devoto. Supone toda una vida y, claro, no llegó a cruzar el charco quizá porque no interesaban o desconocían el humor ácido de Miguel Mihura. Es una consorte a la sombra supuestamente exiliada para cuidar las monerías que tiene por hijos. Ya son tres: India, con 2 años, y los gemelos de cinco meses Tristán y Shasa.
“Llevo ya más de un año sin hacer cine, entregada al amor, el matrimonio, la casa y los niños. Es vital estar unidos, y sobre todo en Hollywood. Eso es prioridad para Chris y para mí. Mantenernos unidos está por encima de las propuestas profesionales. No supone sacrificio. Pero no entiendo por qué el cine español me ha olvidado, igual que a Paz”.
El cine español olvida a Pataky.
Es su lloroso recurso comparador y colchón en que amortigua pesares. Lamentó nuevamente pasando por alto la poca valoración que los del gran cine dan a nuestras estrellas como no sean Antonio Banderas o Penélope, continuadores de lo conseguido a finales de 1950 por Sara Montiel, emparejada a grandes –entonces sí lo eran– como Gary Cooper, Burt Lancaster, un Charles Bronson juvenil y sin recauchutado tan deformador de masculinidad ruda, Rod Steiger, Mario Lanza o Joan Fontaine. Elsa se dolió bajo insinuadores encajes –negros y seductores–, anticipo del desnudador trabajo. Facha no le falta como nueva erotizante imagen lánguida de la campaña invernal de sujetadores, braguitas y demás lencería Women’s Secret, donde remplazará a la también imponente pero de belleza más sublimadora –esos ojos más que verdes– Sara Carbonero. Ignoró desconocerla como el nuevo plantel de nuevas caritas del cine español: la sexyÚrsula Corberó, la enigmática Hiva Abouk, la risueña María León o la luminosa Clara Lago. Dijo que “cambiarnos es un problema de la marca”, ignora el amor de Sara con el defenestrado Íker y lo que supone Pilar Rubio en el plantel de bellezones nacionales. Pareció anclada en otro tiempo, de ahí que todo su trabajo fílmico se limite a un spot remarcador de voluptuosidad física. Que no es poco, aunque tras el reciente parto adelgazó con exceso.
Nos trasladamos a lo que fue la derrochadora Expo-92 que solo dejó el AVE como buena herencia, un caro capricho del entonces presidente Felipe González para favorecer a su tierra, algo que Mariano Rajoy nunca hará por Galicia, a la que aún se tardan siete horas –igual que si fueras en avión a Nueva York– si la visitas en tren. Es como ir a otro continente. De ahí el encanto preservado, conservado y puro de terra nosa. Los fastos expositores aproximaron Sevilla al resto del país, mantiene su alegría y belleza únicas con color, también calor, septiembre acabó con sofocantes temperaturas veraniegas, tan solo atenuadas en la noche. Los premios Escaparate, típico invento nacido del ocio necesitado, ya son pórtico otoñal y cita del famoseo que añora los tiempos gloriosos de fiesta en fiesta llevando etiqueta y traje largo como segunda piel, programa habitual que organizaba un Madrid ahora penando, y no porque deje de ser alcaldesa Ana Botella, que remata faena política proclamando imagen captadora al musculoso Arnold Schwarzenegger: lo nombró embajador turístico de Madrid, título y exaltación que provoca risa, cuando no indignación por lo que tiene de rebajadora intelectualidad castiza. Están que no dan una a derechas mientras añoran el venga jaleo-jaleo como Elsa Pataky más contratos. Por eso en la resucitadora convocatoria no faltó nadie, ávidos todos de qué tiempo tan feliz:Olivia Valere vino desde París, Gunilla, de Alemania, fiel al inseparable Luis Ortiz, del que se divorció en tiempos alcaldables de Jesús Gil, pero ahí se mantienen juntos; y la princesa de Orleans, de Lisboa, donde su primogénito sigue discutiéndole a Luis Alfonso de Borbón el ducado de Anjou aspirando al inexistente trono de Francia. Una pelea histérica.
Es lo que algunos enterados hacían en esta noche bética ya histórica ante el alcalde Juan Ignacio Zoido, que repetía lo de “no será verdad tanta belleza”. Parecía un eco repetido por todo el parque de María Luisa, antaño jardín de los Montpensier, donde creció María de las Mercedes. Nostalgia y recreación de una ciudad cortesana más allá de sus Alcázares. Montaje excepcional ante el pestilente estanque que bordeó los ya monumentos del 29 como el pabellón Real o el Museo Arqueológico. En medio montaron la juerga y una imponente mesa de 200 metros para 400 comensales con la flor y nata, crema y hasta chantilly resucitada o acaso exprimida. Me chocó no ver representaciones locales como Alba, Medinacelis cuyo ducado ya asumió Marcos de Hohenlohe, mayor de la fallecida Ana María Ofalia, en tiempos tan enfrentada con su cuñada Naty Abascal aunque al suicidarse su hermano Rafael Feria tuteló a los hoy pijísimos hermanos Medina que solo realzan previo pago abaratando la grandeza de los títulos heredados.
Algunas ausencias.
Acusé el alejamiento de su tía Ana Mary, el magisterio eterno y filosófico de Curro Romero, la ternura de Carmen Tello o el caché de los emblemáticos Ibarra. Parecía organizada desbandada de fuerzas vivas, tan solo representadas –y cómo por Los del Río y sus hijos y una marquesa de Saltillo, símbolo de chic conservado en su palacete vecino a la Giralda, pared con pared del hotel donde Fran Rivera retozó durante años con una poco agraciada hija de su dueña, y todos lo sabían y callaban, sabiendo que en ese sitio CarmenOrdóñez también pasó alguna de sus mejores noches. Y es que Sevilla embruja especialmente en un escenario como el romántico parque que perpetúa a Bécquer. Fue espacio desaprovechado en la despilfarradora Expo, exaltando interesadamente una Cartuja de cuyos pabellones solo hay ruinas y el Auditorio Rocío Jurado, estrenado para el carísimo Azabache que daría para obras completas. Lo que allí se vio daría para varios folletines con malas, engañadas, trapacerías, trinques y celos mal reprimidos incluso con micrófonos tirados al público cuando la Chipionera tuvo que ver con el ayudante de dirección, que estaba casado. Era, y es, hermano de la ex condesa de Siruela, experta en antiquités tras salir del clan Alba. Fue para copla desaprovechada por Antonio Burgos, quizá porque le interesó más darle letrilla a Ortega Cano en la arena, vaya faena... Incluso montaron alguna orgía por encima del arte de Imperio Argentina, mi adorada Nati Mistral siempre pidiendo una metralleta –las cito en orden cronológico– el poderío de Juanita Reina y María Vidal prestándose a todo. Hay que escribir esa historia, casi urgían en plan recherché pasmados de lo que veían.
Fue espejismo de otra época, con María Teresa Campos luciendo collar del Rajastán sobre cintura avolantada por Hannibal Laguna, Ana Obregón y Helen Lindes, que detalló “lo deprimido que estuvo Rudy” tras el fiasco de nuestro baloncesto. Sobresalieron en tres tonalidades del españolísimo rojo que internacionalizó Valentino poniéndole firma y muchos ceros. Los lunares, la mantilla o el sombrero cordobés son made in Spain, los capitostes de la moda deberían registrarlo, promoverlo y protegerlo si les interesase más que figurar y trincar. Francia lo hizo con los cuadritos vichy y las camisetas marineras de Brigitte Bardot, que cumple 80. Parece imposible, fue un icono de nuestra juventud y la vi muchas veces melena al viento saliendo en vespa de La Madrague, porque yo veraneaba en un camping de Le Salins, donde sorprendíamos por ducharnos dos veces al día, algo allí poco estilado. Fuimos vecinos en mi tiempo más feliz.
Lomana desbanca a Ana Obregón.
Constaté que Carmen Lomana ya desbancó a Obregón como llamativo objeto del chisme, más aún al acompañarse de un cincuentón con competidora melena alborotada sobre el único esmoquin blanco –era de lino, curioso, nunca lo vi así– de la noche. Se llama Edmond Fokker y es familia de los aviones, difundió ella alardeando de envidiado partido. Fue buen contraste al turbante negro y dorado que lucía muy de aire Garbo, con aire de vamp mientras Agatha Ruíz de la Prada destacó por vestimenta mezcla hindú y mejicana. Lucieron como nadie la marquesa de Saltillo, encogida bajo pijama rosa que es esencia sevillana; Gunilla, de collarón con doce redondas placas auríferas con textos del Corán “que el Sha regaló a mi bisabuelo”; y Bimba Bosé, que exhibió ya dos centímetros del pelo perdido en la quimio mientras su novio inglés llevaba camisa en lunares de lentejuelas. Lorenzo Caprile perdió 25 kilos, lo que hacía bailar su vaquero, Teresa Bacas andaba ufanada porque triunfa internacionalmente y Nuria González, siempre aficionada a los toros, fue elogiada por perfecta espalda desnuda de su traje azul sueño de una noche de verano, como Marina Danko al contar sus tres meses estivales en EEUU tras vender exclusivas cobrando a 60.000 euros el enamoramiento orquestado. Destacaron el velo de marajaní de María Ángeles Grajal mientras Jaime Ostos lamentaba su precio, el dúo de zapateras Mary Paz que se expande a Hispanoamérica posaba con un David Meca que ya no bate récord, ante el embrujo remoreno de Begoña Trapote. Hubo premio para su marido, Pedro Trapote, como empresario de la noche y muchos no digirieron el otorgado al bailaor Farruquito. Aunque el que sí cosechó unanimidad fue el premio a Los del Río en su medio siglo cantando con 122 versiones distintas de la tan conocida Macarena. Son los españoles que más derechos de autor cobran y hacen gira festejando tal longevidad a dúo. Rejuvenecieron tras perder peso. Y sobre dulces lentejuelas sorprendió el indisimulado cabreo de Pilar Medina Sidonia al retirarle el título de duquesa y conmovió Aline Griffith, condesa de Romanones, siempre fiel a los perlones sobre negro terciopelo, tras vender sus esmeraldas de Luis Gil es nuestro Van Cleef-.
La capital hispalense volvió a ser la de siempre con su calor y olor especial, un tiempo que nos hizo olvidar el principio del otoño.