Preocupan José Fernando y Raquel.

04 / 10 / 2016 Jesús Mariñas
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El hijo de Ortega Cano recae de nuevo en sus adicciones, mientras Raquel Mosquera es ingresada por sexta vez en diez años. Parece que digirió mal su reciente desahogo televisivo contra su hijastra, Rocío Carrasco.

Esa inquietud también paseó por la inmensa alfombra roja realzadora del estreno de Un monstruo viene a verme. Es el nuevo boom de Juan Antonio Bayona. Parecía deslumbrado, superado por el aire más verbenero que hollywoodiense en el Teatro Real. Deslumbró a la actriz de Annie Hall y Alien, 66 años que no aparenta Sigourney Weaver bajo un traje pantalón de apagado azul. Cumplió como el director más taquillero de nuestro cine que acelera la jubilación del antaño prepotente y divertido Pedro Almodóvar, nuevamente aspirando al Oscar por Julieta.

La actriz venía de San Sebastián donde la premiaron por “toda una vida”. Aunque ninguna supere la huella dejada por Bette Davis quince días antes de morir. Recuerdo que para 48 horas trajo trece maletas y ofreció una rueda de prensa irrepetible. Durante hora y media, con más de 80 años, respondió hasta decirnos: “¿Quieren algo más?”. Yo le hice una sola pregunta que enfadó al irascible Fernando Fernán Gómez. “Señora, ¿dónde ha sido más mala, en el cine o en la vida?”, una pregunta ahora recogida en un documental sobre uno de los mitos del mejor Hollywood. Bajo su Dior azul con casquete a tono, entornó los ojos, me miró, chupó su cigarrillo, lanzó el humo y soltó : “Mitad y mitad”, buen reconocimiento a una vida de más éxitos artísticos que personales. No dejé de recordarlo en esta première madrileña con la alfombra roja más grande que se haya visto. Tenía tres frentes y medía treinta metros con cuatro puntos de parada, fonda, fotos y entrevistas.

Cruz familiar. Algunas teles lo dieron en directo como tardes atrás habían hecho con los tíos de José Fernando intentando convencerle en un bar para que regresase a casa de José Ortega Cano. Es una cruz familiar para el deprimido torero que lo prohijó con la Jurado y merece mejor pago.

La gala fue presidida por la vice Soraya Sáenz de Santamaría. Escote de encaje negro sobre altísimos tacones, ante un ministro de Cultura rígido y cuadrado. Cristina Cifuentes fue aplaudida al doblarse para no estorbar a los fotógrafos. Se vio charlatana a Concha Velasco, envejecida y con pelo blanco. “Ha sido desde superar el cáncer”, comentaban. Su hijo Manuel no la descuidaba mientras contaba que, por fin, debuta como director en un encargo de Antonio Banderas para su productora.

“Hice un documental sobre Agatha Ruíz de la Prada y su hija. Rodamos en el taller y plasma el lado profesional y humano de las dos”. Un chaval encantador, consciente y templado. Mientras, el “chico de barrio barcelonés”, como se define Bayona, contemplaba el ir y llegar de populares, algunos poco celebrities. Miraba, repasaba, y también cuidaba a su madre. Un gesto que lo define, aunque ahora viva en Londres preparando nueva película producida por Steven Spielberg. Acabará de consagrarlo.

“¿Piensa en Hollywood?”, le pregunté. “Solo me preocupa hacer buen cine que guste al público como ya pasó en San Sebastián”, dijo. Un monstruo viene a verme cierra trilogía muy comentada por Cayetana Guillén Cuervo. Le inquirí por su madre, la dramática Gemma Cuervo. “Anda así, así”, añadió ante la juvenil Lara Álvarez, muy puntual de pantalón negro y pechuga tan sobresaliente como la de Loles León. Está feliz porque ya vuelve La que se avecina, donde la sexi Vanessa Romero está eternizada por el amor de Abel Caballero. Resiste todos los cambios y es fija en la divertida serie donde Fernando Tejero repite tipo. Lo ha creado desde el habla, sus personales andares o encogimiento de hombros.

Abundaron los esmóquines, de Massimo Dutti el de Bayona. Pero el guaperas Jesús Castro fue en jersey granate y Paco León con marinero rayado en azul. Parecía bajado de un yate. Mientras, Loles comentaba que “conozco a Bayona porque cuando rodábamos en Budapest, hizo un cameo en La reina de España” ya a punto de estreno.

Cruda realidad. Entre glamour y gala, desciendo a la cruda realidad menos ficticia. Lo de Josefer y Raquel Mosquera. Impresionó el cinéma verité que resultó ver a Kike Calleja retransmitiendo su decadencia física hasta el bambaleo y como lo convencían sus tíos Paco e Indalecio para que abandonase un bar y las malas compañías, cómo subió a su coche y aprovechando un semáforo, de manera súbita los dejó con un palmo de narices. Fracasado rescate.

La peluquera desazona por su sexto internamiento psiquiátrico en diez años. Parece que digirió mal su reciente y tardío desahogo televisivo muy bien cobrado contra su hijastra, Rocío Carrasco. Parece que pretende querellarse contra quien fue segunda esposa de Pedro Carrasco. Puntazo a un clan antaño piña familiar y hoy destrozado en pos de ganancias: Amador hace de las suyas, Gloria maquina desde su claroscuro chipionero, Gloria Camila, alejada de su hermano colombiano y todos a la greña. Mala herencia dejó “la más grande” que en vida los mantenía y no solo a raya. Luego se desmadraron ya sin su remunerativa tutela. Mosquera está, o estaba, en la clínica Puerta de Hierro. Encamarla movió la venida desde Nigeria de Tony Anique, su primer marido. Vuelve pretendiendo llevarse a su hija. Drama al canto. Confío en que, una vez restablecida, la madrastra sin ejercicio cuente su mal de plató en plató. Ahora lo atribuyen a un descuido en seguir el tratamiento mientras otros afirman que es resultado de su vengativa andanada contra la Carrasco.

No se entiende que haya tardado quince años en airear un resentimiento “porque me dieron una patada en el culo”, arguyó tardía. Pero no sé qué decir ante la constancia incumplidora de José Fernando. Se niega a ser internado para rehabilitarse y ya fracasaron anteriores intentonas. Vi cómo lloró Rocío Jurado cuando, apenas mocito, lo enviaron a un colegio-cuartel de Miami porque “se orinaba sobre los trajes de actuar de la folclórica”. Tras lo de Miami llegaron otras clínicas: pasó por Zaragoza; San Feliú de Guíxols, con los mismos que atendían a Carmen Ordóñez; Málaga, y Sevilla, con Pepito el Marismeño, que en unos días tiró la toalla conociendo a fondo el tratamiento porque salía del mismo enganche. Triste y desesperanzado. Madrid era la nueva oportunidad tutelada por su gente. Ahora pretenden meterlo en Salamanca. Perdieron las esperanzas por cómo cambió en 48 horas tras el cumple de Malena Gracia. Encorbatado, coherente y relajado estuvo de fiesta pero acabó tendido en las aceras rehusando una mano amparadora. Lamentable.

Buscando animarme, retomo el estreno en que destacó María Estévez, hija de Marisol y Gades. Péplum blanco con hombro al aire casi idóneo para la tragedia ya comentada. Lo remarcaron ante Pepe Ribagorda, David Cubedo y Roberto Arce cerca de Paolo Vasile, superchef de Tele-5, mientras Cecilia Gómez estaba negrísima quizá por llegar sin compañía. Algo insólito en la bailarina engañada por Emiliano Suárez, que aprovechó su fama danzante. Lo vieron Luján Argüelles y Ruth Gabriel, receñida en blanco rebordado con laterales azabache. Destacó hermosa con peinado alto como Mario Vaquerizo ante la lisura de su melena “que queda así con solo lavarla”, aseguró. Cuesta creerlo muy replanchado común al de Alaska. Su maquillaje es un máster, como los atuendos de su marido en camisa estrellada. La tiene en varios colores mientras Jordi Mollà comentó de esmoquin su nueva película italiana. Sigue pintando.

Leticia Dolera contaba que ha dirigido un vídeo para Loquillo y Vanessa Romero de encaje azul reveló que prefiere ser madre antes que esposa. Abel Caballero, autor de La que se avecina, avisado quedas. Conmovió Pepe Sacristán dando la mano a su chica. Afirmó que “vamos durando y vamos aprendiendo” mientras Lidia Bosch llevó cursis florecitas epatando con anillón entrelazando oro rosa y negro.

Escaparate de famoseo.

Fue continuación a lo visto en Cibeles Fashion Week, ya más escaparate de famoseo que de ropa: la duquesita de Montoro estuvo en tres desfiles, Belén Esteban puso “de largo” a Andreíta y el marqués de Griñón, a Esther Doña “porque me interesa mucho la moda”. Pilar Rubio deslumbró encorsetada y la esposa de Pedro Sánchez pasmó florida ante lo que se largaba del líder socialista. Patricia Olmedilla, muy sencilla como Cristina Cifuentes, estrenista bajo acerados ligeros de Miyake. Ahora son más estilizantes que los que Carmen Alborch coleccionó. Las aprovechadas Lapique vistieron colorines apoyando a un decepcionante Jorge Vázquez. Informal fue Ana Fernández con Adrián Roma. Todo es un desfile bien de cine, lanzando propuestas o la Campos y Bigote cantando “qué bonito amor” en el séptimo año de su programa. Les priva la pasarela. Esto no es Hollywood. Pero lo parece.

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