Ni wifi, ni Internet, ni cobertura

13 / 02 / 2017 Macu Llorente
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Llega la tribu de los desconectados, un nuevo grupo social que apuesta por liberarse del móvil y vivir la vida.

Abrir los ojos de buena mañana y que lo primero sea consultar el móvil y las redes sociales no puede ser nada bueno. Y por mucho que las campañas informativas nos avisen de que hay que desconectar para conectar con la realidad, no acabamos de ponerlo en práctica. Aunque son minoría, en medio de tanta locura ya han surgido voces que abogan por liberarse de esta adicción en pro de la salud mental. Una nueva tribu social, la de los desconectados, irrumpe para poner un rayo de esperanza ante tantos excesos. Tras descubrir que en la sociedad de la comunicación se sienten aislados, han decidido tomarse un respiro o incluso darse de baja en redes como Facebook, Twitter, Pinterest o WhatsApp. Un stop al mundo virtual pero con matices. Está claro que no se puede hacer el boicot total a Internet, una herramienta de la que muy pocos trabajos escapan. La clave está en poner a los aparatos en su lugar y limitar la conexión para ganar calidad de vida.

Si antes se acudía a los alojamientos rurales en busca de tranquilidad y paz, ahora lo que se impone son los black holes o agujeros tecnológicos, donde es posible desconectar del mundo y recuperar un ritmo pausado y perdido. Cada vez hay más hoteles e incluso algunos restaurantes que buscan enganchar a los clientes con el atractivo de la falta de wifi y la propuesta de desconectar. Hay tal saturación que el turismo de salud tecnológica es una tendencia en alza en todo el mundo. Se trata de aparcar los aparatos electrónicos, comentar con el que tienes al lado en lugar de tuitear y dejar de subir constantemente fotos a las redes, un plan saludable durante unos días para volver a casa con las pilas cargadas.

Lugares paradisíacos, como el resort Palm Island Resort, en el Caribe, donde no hay televisión ni teléfono ni conexión a Internet en las habitaciones, son un ejemplo de un tipo de vacaciones que, aunque con cuentagotas, también está llegando a nuestros establecimientos turísticos. En el hotel Barceló Sancti Petri, de Cádiz, a los clientes que busquen desconectar también se les invita a la llegada a que entreguen todos sus aparatos electrónicos, incluido el móvil, que solo recuperan al abandonar el hotel. Pero no siempre la desconexión voluntaria funciona, y entonces hay que acudir a clínicas de desintoxicación digital en busca de ayuda.

Campamentos de verano

En la lucha contra la hiperconexión hay distintos métodos y China la afronta a su manera. Frente a las terapias relajantes, el Gobierno de este país ofrece a los jóvenes chinos unas minivacaciones de diez días en un campamento de verano. Pero no es un descanso cualquiera. El gigante asiático ha creado cientos de campamentos oficiales de rehabilitación donde los jóvenes reciben terapias de choque mediante instrucción militar con métodos propios de cuarteles de reclutamiento. Para desengancharse y superar esta dependencia se aísla a los chicos frente a cualquier tecnología y si se considera necesario se les medica. Cuentan con el apoyo de un equipo de psicólogos e incluso se les somete a escáneres cerebrales para determinar el nivel de adicción al que están sometidos.

Aprender a vivir desconectados, retomando la vida y la charla real, es el nuevo desafío. Cada vez están surgiendo más restaurantes que hacen el “vacío a Internet” y donde se prohíbe usar el móvil. Los trenes tampoco escapan a esta tendencia y ya existen vagones silenciosos para los que conciben la vida de la manera tradicional y reclaman poder viajar sin tener que escuchar conversaciones ajenas. ¿Podremos volver a viajar, acudir a hotel o a un restaurante o hacer cualquier cosa sin compartirlo con todo el mundo? Unos ya lo están intentando, para otros muchos ponerse en modo off es quizá el reto más complicado.

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