Los vinos más estrambóticos

09 / 01 / 2014 12:39 Lucía Martín
  • Valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Cojón de gato, Follador, Teta de vaca... Ya no se llevan las etiquetas de vino señoriales. Ahora están de moda los nombres divertidos y hasta malsonantes.

Cariño, ¿qué te apetece esta noche? ¿Abrimos un Cojón de gato o un Follador? Esta pregunta, que a todas luces podría interpretarse como una invitación a una noche de sexo desenfrenado, simplemente responde a una necesidad de saber qué vino le apetece tomar a la esposa de esta hipotética pareja. Han leído bien, sí, vino, qué botella quiere beberse con la ensalada de la cena, porque Cojón de gato o Follador son nombres, estrambóticos y divertidos, de vinos.

Se acabaron los tiempos de etiquetas con escudos heráldicos o de clásicos como Vega Sicilia, exquisitos pero al alcance de muy pocos. Nuevos tiempos, nuevos consumidores y nuevas necesidades, mercado obliga. Hay que destacar entre un montón de botellas en el lineal del supermercado. Por supuesto que la calidad será clave para que el vino se venda bien, pero también lo es el nombre. Algunos, como el citado testículo gatuno, tienen bastante buena fama en lo que a calidad se refiere, y otros aún tienen que demostrarlo. En todo caso, llaman la atención.

Cojón de gato, Follador, Paquito el Chocolatero, Gran cerdo, Envidia cochina, Qué bonito cacareaba... La lista podría ser interminable. Muchos tienen una historia detrás, como es el caso del vino de la bodega Celler la Muntanya, Paquito el Chocolatero; otros deben su nombre a anécdotas curiosas, como sucede con Gran cerdo; y los hay cuya denominación se debe únicamente a una buena estrategia de marketing. “Todo nombre tiene que estar relacionado con el posicionamiento del producto y define el acercamiento al público, es la punta de lanza de la comunicación”, comenta Jorge Camman, innovation & verbal identity director de Interbrand. “Y no ha de pensarse que el producto no es bueno o que esto sea un cachondeo. Se trata de marcas audaces que saben muy bien a quién se dirigen. Quien beba un Vega Sicilia jamás beberá algo que se llame Rajón cojonudo, por ponerte un ejemplo”, añade. “Es lo que se llama branding del smile value. Además, con estos nombres, aparte de llamar la atención, destacas y, a la vez, te alejas de la oligarquía clásica en cuanto a vinos”, finaliza Camman. Y no solo pasa en nuestro mercado: el vino más popular en la actualidad en EEUU se llama Cupcake.

Paquito el Chocolatero.

¿Quién no conoce la famosa canción, tocada por orquestas populares a lo largo y ancho de nuestra geografía? Seguramente suene mucho menos el nombre de su autor, Gustavo Pascual Falcó. Para rendirle homenaje a él y a todos los que tocan en las orquestas populares se creó este vino. La historia comienza cuando el hijo del compositor se puso en contacto con la bodega Celler la Muntanya, en Alicante, que cuenta con un proyecto denominado “microviñas” por el cual se pueden elaborar vinos a través de la plantación de pequeños viñedos (o de la recuperación de antiguos). De esta forma, el hijo del compositor plantó unos terrenos y así vio la luz el vino tinto con el nombre del pasodoble.

“Con este vino queremos poner en valor la figura del autor, que poca gente conoce. Además, cuando lo piensas, muchas bandas musicales suelen estar formadas por agricultores: por la mañana trabajan en el campo y por la tarde se asean y, a tocar música”, dice Juan Cascant, director de la bodega. Paquito el Chocolatero salió a la venta en 2011.

Gran cerdo.

El riojano Gonzalo Gonzalo (no, el nombre no es broma) podría haber seguido con la bodega familiar, pero decidió lanzar la suya propia, The Wine Love. Resulta que Gonzalo necesitaba 6.000 euros para embotellar una de las añadas, la de un vino que iba a denominarse Le Punk. Era una cantidad pequeña, pero no la tenía, así que fue a la caja de ahorros a pedir un préstamo. “Me dijeron que no me lo prestaban porque el vino no era un bien embargable”, comenta Gonzalo.

Lejos de tirar la toalla, reunió el dinero con sus amigos y le cambió el nombre al vino: nada de homenajes a grupos musicales, el tinto pasaba a denominarse Gran cerdo, sobran las explicaciones sobre a quién rinde homenaje. Dice que es el que más se vende, pero tiene otros con nombres igual de originales: Orgullo, etiqueta con tintes sexuales; Lazarus, etiqueta en braille en homenaje a los cursos y catas que organiza para ciegos; y No Phone, en honor a la finca de donde provienen las uvas de este vino dulce, en la que no hay cobertura de móvil.

Cojón de gato.

Cuando uno se llama Vinos divertidos puede esperarse cualquier cosa. Y, en efecto, así es. Las etiquetas de esta bodega reproducen distintas partes de la anatomía animal, como testículos gatunos pero también Teta de vaca (con botella tintada con las manchas de la típica vaquita), Ojo de liebre e, incluso, su recién llegado dirigido a un target juvenil, en tinto, blanco y rosado. ¿Cómo creen que se llama? Ola k ase, al que añaden la frase “BB o k ase”. Como no podía ser de otra forma.

La bodega recupera variedades autóctonas en extinción y la mayor parte de sus vinos pertenecen a la denominación de origen de Somontano, aunque también elaboran vinos de la denominación de origen de Calatayud, y de Tierra de Castilla.

El vino Cojón de gato, a pesar del nombre, se ha llevado muy buenas puntuaciones en la Guía Peñín de los vinos de España: 90 puntos. Y, ¿de dónde vienen estos nombres tan sonoros? “Cojón de gato es una variedad de uva, a la que se llama con distintos nombres en diferentes partes de España, al igual que Teta de vaca y Ojo de liebre, que es como se llama al tempranillo”, explican en la bodega.

De puta madre.

Al parecer el nombre se debe a la primera frase que les vino a la cabeza a los franceses Lurton cuando lo probaron de la barrica. Y aunque ellos son gabachos, ya sabemos que los insultos, en español, suenan mejor y con más gracejo. Se trata de un vino dulce que dice ser un homenaje a los caldos que antes se elaboraban en Rueda.

Follador.

¿Recuerdan aquella polémica con un modelo de coche, el Pajero, que tuvo que cambiar de denominación en España? Pues en este caso casi tendría que pasar lo mismo, porque no es que el vino tenga este nombre tan lírico, ¡es que es el nombre de la bodega! Esta empresa italiana, cuyos orígenes se remontan a 1769, aunque la bodega propiamente dicha fue fundada en 1970 por Gianfranco Follador (de ahí viene el nombre), produce vinos proseccos que venden en todo el mundo.

Envidia cochina.

Desde Galicia llega este albariño que responde a esa expresión tan española de “tienes envidia cochina” y que, como pueblo, nos define a la perfección. “Yo antes ya había sido innovador en la bodega Mar de Frades, sacando un vino en botella azul cuando no existía nada en botellas de este color en el mercado, ni siquiera las aguas minerales. Eso sí fue innovación, y no lo del nombre de este, Envidia Cochina, con el que me quise apuntar a la moda de poner nombres curiosos al vino, algo que ya se hace desde hace unos años en Francia. La etiqueta imita un recorte de periódico, que no es tal, en el que recopilo frases relativas a la envidia, algo muy español”, explica su creador, Eladio Piñeiro. La primera producción salió al mercado en octubre de 2012, con 15.000 botellas.

“El boom fue tal que me quedé sin botellas a los dos meses, por eso de esta añada tendremos unas 35.000 botellas”, explica. ¡Salud!

Grupo Zeta Nexica