El negocio de los teleadivinos

Te estamos esperando para ser una de esas personas a las que les solucionen la vida”. Ronda la medianoche de un día cualquiera y una insistente voz te abduce para marcar nueve dígitos. ¿La recompensa? Adiós a los males de ojo, a las magias negras y a las enfermedades. Haciendo zapping vemos que un sinfín de canales de televenta, concursos para tontos, porno cutre y videncia en estado puro han irrumpido en nuestras pantallas. En estos últimos, diversos personajes, jocosamente fraudulentos, te vaticinan el futuro a golpe de euro. Carmen, astróloga y tarotista con una larga experiencia, se queja: “Se ha transformado el negocio en puro espectáculo”. Ya no se busca ayudar a la gente, sino “la rentabilidad económica del programa”.

Parece que los adivinos de la televisión se han convertido en los nuevos psicólogos que, sin escrúpulos, “se aprovechan de gente desesperada que cree que les podrán ayudar pero que les dejan igual y con un sablazo en la factura de teléfono”. Es el testimonio de Juan Rodríguez, que da la voz de alarma a través de TenCuidado.es. Es muy habitual también que se lleven a cabo amenazas para que la gente siga marcando esos números, porque si no lo hacen “las cosas les irán fatal”.

 

Khira trabaja en Astrocanal y se define como numeróloga. Bromea diciendo que su labor es “como la de los confesores de antes”. “La gente busca quitarse cargas emocionales y nosotros les ayudamos, el problema son los programas fraudulentos”. No se debe olvidar que estos programas son de entretenimiento, y no consultorios. Quien llama tiene que tener sentido común y saber a lo que se exponen él y su factura de teléfono.

Negocio redondo.

A pesar de las irregularidades, la rentabilidad del negocio torna la balanza hacia su continuidad. En un reportaje de investigación de Antena-3 se puede ver al creador de las emisoras Astro Radio y Éxito Radio, Mariano Sánchez Lázaro, explicando cómo llega a facturar 800.000 euros al mes careciendo de licencia para emitir. “Con esto nos hacemos una idea del volumen de negocio, ya que las sanciones impuestas no superan lo que consiguen en un día”, denuncia Rodríguez. Hay mucha gente que se ha hecho de oro y Khira lo corrobora: “Hay empresas que pagan hasta 6.000 euros por trabajar cuatro horas al día”.

En un gabinete llega a haber 200 tarotistas, según cuenta Carmen: “Yo hago unas 50 llamadas en 11 horas”, siendo lo máximo conseguido 11.000 minutos en un día. Si cada minuto cuesta 1,20 euros de media, las ganancias ascienden a 13.200 euros. “Se hace muchísimo dinero, tanto con las consultas como con las llamadas en espera que nunca llegan al plató o al gabinete, lo que considero una estafa”, dice Carmen. Las ganancias se reparten entre cuatro: la compañía telefónica que facilita el número, la productora que realiza el programa, el canal en el que se emite y la empresa que gestiona la plataforma de llamadas. “Desconocemos el porcentaje del reparto, -dice Rodríguez- aunque en el caso de los números 905 un 25% es para la compañía telefónica y casi un 70% se reparte de forma pactada entre el canal y la productora”.

Cuatro, La Sexta, FDF, Energy, Divinity, Metropolitan, La Tienda en Casa... Casi ninguna cadena se libra de estas emisiones. Otras ocupan el espacio radioeléctrico “por la cara” y emiten contenidos de videncia “prácticamente todo el día, amén de contenidos pornográficos, lo cual también está prohibido”, señala Rodríguez. La Ley General Audiovisual que entró en vigor en 2010 limita las emisiones de diez de la noche a siete de la mañana. Saltarse las normas le ha salido caro a Metropolitan TV, que colecciona multas -una de 300.001 euros- por “difundir programas de videncia en horario prohibido”. El canal disfrazaba a las adivinas del programa Contigo, emitido entre las 10 y las 15 horas, de “consultoras humanistas” para dar consejos esotéricos, según una información proporcionada por TenCuidado.es.

El número de contacto tiene que comenzar forzosamente por 806, cuya tarifa está determinada entre 1,16 y 1,53 euros por minuto, dependiendo si se llama desde fijo o móvil. El primer fraude llega cuando comienza por 905 o por 118, que son líneas destinadas a ofrecer información como números de teléfono particulares. Bajo el pretexto de ser “de coste reducido” –unos desde 85 céntimos el minuto y otros costando 1,23 euros por establecimiento de llamada más 02 céntimos el segundo- juegan con la permisividad de la ley y ofrecen llamadas de duración indefinida. “Una de las tretas que utilizan es poner en pantalla ‘consulta gratuita’ para inducir a confusión. Parece que la llamada sea gratuita, pero se supone que lo que hacen es pedirte los datos (tras un rato de espera en el 806, cómo no) y luego te devuelven la llamada”, explica Rodríguez. Este es el segundo gran fraude, cuando no se cumple la restricción de media hora, tiempo tras el cual el teléfono debe colgarse automáticamente.

Aplicando la psicología.

Al contactar con estos servicios tienes que fiarte de que la persona al otro lado del teléfono esté leyéndote el futuro y no echando un solitario. “Buenas noches, quisiera preguntar sobre mi futuro laboral”. Tras la respuesta aparece un cebo para continuar con la llamada: “Aquí veo un hombre en tu vida, ¿estás soltera, verdad?”. Vuelco al corazón. Los cinco minutos que pensabas gastar se disparan, el lector te ha llevado a su terreno. ¿Estrategia para alargar el tiempo y que aumenten los beneficios? Khira alega que nunca le han dado pautas para alargar las llamadas, sino que le exigen rapidez para que entre el mayor número posible de ellas. Pero una cosa es el directo y otra el gabinete.

Carmen y Khira defienden el arte del tarot y critican el nuevo sistema, donde han formado expresamente a los adivinos: “La televisión se ha llenado de frikis a los que han preparado para esta parafernalia”. Solo hay que recorrer los canales por la noche y ver a personajes como Sandro Rey, Aida Romero o el Maestro Joao, quienes, con su puesta en escena y su música en directo, hacen una performance para llevar a la gente a su terreno y librarles de las malas energías con supuestos poderes. Digno de ver, aunque no se les ocurra llamar si no quieren ver un sablazo en su factura de teléfono.