Gloria de las herratas

17 / 10 / 2017 Luis Algorri
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Alguien profetizaba que en Cataluña se va a repetir la guerra de los Balcones. Pues anda que no lleva años...

Los periodistas y escritores tememos a las erratas más que a un nublado. Pero ojo: no porque estropeen el texto sino porque, algunas veces, generan prodigios insuperables que nos matan de envidia. Ningún escritor tiene tanto ingenio como algunas de las erratas que él mismo desliza. Los socorridos duendes de la imprenta son, en realidad, unos magos de la literatura. Sobre todo de la satírica.

Las hay clásicas. Aquella del siglo XIX, en la que un cursi trataba de decir: “Un oído delicado es imprescindible a todo buen poeta”, lo cual es cierto (sin música no hay poesía), pero lo que salió escrito fue: “Un odio delicado es imprescindible a todo buen poeta”, lo cual es muchísimo más atinado, y quien piense lo contrario es que conoce a pocos poetas; salvo los que se profesan entre sí los directores de orquesta, no hay odios más feroces (ni mejor medidos) que los que se intercambian los poetas, los vivos y los muertos.

Las hay gruesas pero hilarantes. Es memorable la de cierta actriz (habitual de Almodóvar) que se levantó una mañana no con el ceño, sino con el coño fruncido. O la del clérigo que, en la hoja parroquial, convocaba a los feligreses a celebrar la liturgia de la Putísima Concepción. Y también las hay trágicas: la frase emblemática de la violencia machista, “la maté porque era mía”, es, en realidad, una errata que le cayó a Max Aub, que había escrito “la maté porque no era mía”.

Mi amigo Jaime Alejandre, gran escritor, publicó hace años en Diario16 un artículo que se titulaba Fe de etarras, y que no contenía una sola errata ni el más mínimo sentido del humor: era una enumeración de los crímenes de aquellos malnacidos... y de sus justificaciones, que era donde se escondía la fe.

Ahora, con este disparate de la independencia de Cataluña, de Puigdemont, de sus obras y sus pompas, se están produciendo erratas sencillamente insuperables. La mayoría, como es natural, aparecen en las redes sociales, donde la gente rara vez piensa lo que dice pero jamás repasa lo que teclea. Y así cierta amistad que tengo en Facebook (así las llama Amelia Valcárcel) profetizaba hace una semana que, de seguir así las cosas, en Cataluña se iba a repetir la guerra de los Balcones. Está claro que él quería decir Balcanes, pero díganme ustedes cuánto dura ya la guerra de los balcones, cada uno con su banderita, ahí todas criando polvo desde hace años, que da pena verlas. Augurar que lo de Cataluña va a terminar como lo de Bosnia es casi un lugar común, por la cantidad de veces que lo han repetido. Pero cambiar Balcanes por balcones no está al alcance de mucha gente. Ese prodigio solo puede lograrlo un dedo tonto... o el corrector automático del móvil, que ese sí que es un genio.

Otro amigo (este de verdad: fuimos compañeros de clase y reapareció en Facebook) se cabreaba hace poco con la falsa democracia que pretenden los indepes, que se reclaman demócratas mientras no dejan de romper todas las leyes, incluso las que ellos mismos han impuesto. Y concluía: “Pues vaya muerda de democracia que buscan estos”. Con toda la razón, porque lo único que les falta ya a los hunos y a los hotros es liarse a mordiscos.

Ahora bien, la genialidad absoluta solo puede producirla un genio. En la manifestación por la unidad y el seny del domingo 8, Mario Vargas Llosa habló de los líderes secesionistas, entre los que citó, airado, a la señora Forradell. Eso, hoy, solo está al alcance de Forges. Pero que nadie investigue las cuentas bancarias de esta mujer: era una errata gloriosa, no una sugerencia. Vamos, digo yo.

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