Cataluña, entre Almodóvar y las mentiras azules

30 / 10 / 2017 Jesús Rivasés
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“Rajoy no es Franco,Puigdemont no es Mandela y España no es un Estado opresivo, sino una democracia”, dice The Guardian, que compara el procés con Almodóvar y sus personajes frikis.

Josep Tarradellas, de cuyo regreso a Cataluña acaban de cumplirse 40 años, en una larguísima carta a Horacio Sáenz Guerrero, director de La Vanguardia, arremetía con dureza contra Jordi Pujol en abril de 1981, a quien, entre otras cosas, acusaba de dividir a los catalanes. España vivía la resaca del golpe de Estado del 23-F, protagonizado por Tejero, Milans del Bosch y Armada. El que fuera primer presidente de la Generalitat restablecida, un hombre de ERC, que no acudió a la toma de posesión de su sucesor Pujol porque no querían que dijera !Viva España!, terminaba su prolija misiva –ahora de lectura obligatoria– con unas palabras que parecen escritas ahora mismo: “En cuanto a Cataluña, creo que es urgente que se recupere la unidad (...) y que se olvide todo lo que ahora nos separa, porque nuestro país es demasiado pequeño para que desprecie a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos”. Carles Puigdemont, que no es famoso por ser un brillante intelectual, es posible que no conozca el texto, pero Oriol Junqueras, el líder de ERC, que presume de erudición, doctorado en los archivos vaticanos en donde charlaba con el entonces cardenal Ratzinger, luego Benedicto XVI, sin duda recuerda aquella histórica carta de Tarradellas, un hombre celoso de las formas, que no toleraba a los políticos sin corbata y tampoco a los presentadores de la televisión pública catalana de la misma guisa.

Las palabras de Tarradellas están dramáticamente vigentes, como las de Josep Pla, en 1934, cuando escribía que “la política catalana tiene desde hace años un aspecto caótico e interesante. Fuera del ámbito catalán, esta política difícilmente se comprende. Su complejidad se debe más que nada a la acumulación de problemas”. Ahora, cuarenta y ochenta años más tarde, la política de Puigdemont y Junqueras también es muy difícil de comprender, no ya en el resto de España, sino en el resto de Europa, en donde empiezan a observar lo que ocurre en Cataluña como algo a mitad de camino entre “las mentiras azules” de Steven Pinker y una película de Pedro Almodóvar, repleta de personajes frikis, como escribía el domingo pasado Natalie Nougayrède en el prestigioso diario británico The Guardian, que antes entonó el mea culpa por las fotos fake -falsas- que publicó sobre lo ocurrido el 1-0, el día del referéndum ilegal, en las calles de Barcelona. “Rajoy no es Franco, Puigdemont no es Mandela y España no es un Estado opresivo, sino una democracia”, añadía el diario. Además puntualizaba, para los amigos de las comparaciones, que “los escoceses votaron en un proceso legal que había sido acordado con Londres, y no tras una secuencia de hechos diseñados especialmente para provocar una ruptura”.

Steven Pinker (Montreal, 1954), lingüista, científico cognitivo, canadiense  de raíces judías e inglés de idioma materno en el Québec francófono, es uno de los intelectuales de culto en estos momentos. Profesor de Harvard, famoso por su teoría computacional de la mente, anda de gira por Europa para promocionar su libro Enlightment Now, pendiente de traducción al español. Para España ha hablado con Cayetana Álvarez de Toledo en El Mundo.Pinker, que es uno de los divulgadores de Noam Chomsky, cobra relevancia, porque como canadiense vivió el proceso de Québec y utiliza el atractivo –de evocaciones lorquianas– concepto de “mentiras azules” para describir algunos episodios y, claro, aplicable a Cataluña. Las “mentiras azules” serían todo el conjunto de afirmaciones que permiten reforzar la virtud de un grupo, al mismo tiempo que demonizan a sus enemigos o adversarios. Ocurre, apunta Pinker, cuando “la gente relaja sus estándares de exigencia, a veces a cero”. Las “mentiras azules” son ir un paso más allá de las “mentiras blancas”, que suelen ser las que simplemente adulan al individuo. “El objetivo de las mentiras azules es adular al grupo. Y las mentiras azules gustan”, recalca. Puigdemont, Junqueras, Mas y tantos otros han sido, durante mucho tiempo, unos maestros en la utilización de las “mentiras azules”, aunque en Cataluña la paternidad se remontaría al mismo Jordi Pujol al que Tarradellas criticaba por dividir a los catalanes, ya en 1981.

The Guardian recurre a Almodóvar, a sus películas Mujeres al borde un ataque de nervios o Átame y sus personajes frikis para explicar los acontecimientos ocurridos en Cataluña, que califica como “un país al borde de un ataque de nervios”. No obstante, pide que nadie se confunda, y considera todo lo que ocurre en el Principado como algo muy serio, pero también repleto de histerias, excesos hiperbólicos, manipulaciones y todo tipo de emociones. Almodóvar –aunque sea muy discutible porque la España de sus películas tampoco es un reflejo fiel de la realidad, ni mucho menos– es identificado como algo genuinamente español, y por eso la comparación espantará a Puigdemont, Junqueras, Mas, Tardá, Rufián y Anna Gabriel y, sobre todo, ser considerados frikis en esos entornos internacionales en donde buscan reconocimiento como algo no español.

La situación es confusa, ahíta de rumores, algunos catastróficos, como escribía Pla. Eso sí, como también apuntan en The Guardian, al final, en las películas de Almodóvar, tras unos momentos catárticos –quizá el 155 o unas elecciones–, acaban las disputas estúpidas, hay reconciliaciones y se evita la autodestrucción.

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