La moción que refuerza a Sánchez

10 / 05 / 2017 Agustín Valladolid
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Pablo Iglesias quiere que su antiguo secretario general regrese al frente del PSOE. De eso va su moción de censura.

Una moción de censura puede perseguir, en esencia, tres objetivos: ganarla y gobernar; desgastar al adversario reforzando la posición de un partido cara a futuras elecciones; o, simplemente, impulsar el liderazgo y el conocimiento de un político por parte de los ciudadanos. No parece que sea este último el que guía a Pablo Iglesias, cuya notoriedad social es máxima. Tampoco el primero, pues es plenamente consciente de que no obtendrá los apoyos necesarios para echar a Mariano Rajoy.

Es, por tanto, la segunda hipótesis, la del desgaste del contrario y el reforzamiento propio, la única que puede explicar tal iniciativa, y no ha faltado quien ha puesto como ejemplo de esta modalidad la moción de censura presentada por Felipe González contra Adolfo Suárez en mayo de 1980. Ganas de retorcer los argumentos, porque lo que hizo González y lo que pretende Iglesias tienen el mismo parecido que un huevo y una castaña.

La moción de censura de Felipe González fue un quitamiedos. Estamos hablando de 1980, hacía menos de cinco años que había muerto Franco, y en amplias capas de la sociedad española los socialistas, y no digamos los comunistas, eran tipos con cuernos, rabo y peligroso tridente.

González tomó aquella arriesgada decisión, sabiendo que no prosperaría, para exponer un programa de Gobierno de cambio pero realista, trasladando a la opinión pública la imagen de político responsable que sabía lo que se traía entre manos. Y lo hizo después de meter en cintura a su partido, tras forzar con su dimisión que el PSOE renunciara al marxismo.

González dio aquel paso audaz con el casi total respaldo de la izquierda, 23 diputados del PCE incluidos, y por lo que después constatamos consiguió su propósito. Bien es verdad que el teniente coronel Tejero ayudó lo suyo. Pero con golpe de Estado o sin él, los socialistas habrían ganado en cualquier caso las elecciones de 1982. Quizá no con aquella demoledora mayoría absoluta, más fruto de la descomposición del centro derecha que representaba la UCD que del miedo, pero sí con la suficiente para abordar, como así se hizo, las reformas anunciadas. 

Bofetada a Susana Díaz

La moción de censura de Podemos no parece haber sido planeada para alcanzar objetivos tan elevados. En primer lugar, no es una moción de partido, sino más bien de líder (se podría decir que se parece mucho a aquella de Antonio Hernández Mancha de 1987 si no fuera porque Pablo Iglesias no necesita darse a conocer). Forma parte de la estrategia caudillista que se puso en marcha en Vistalegre II, ratificada después por el desaforado protagonismo de Iglesias y el notorio papel secundario de quienes hasta ese momento eran eficaces coprotagonistas y cabezas visibles del proyecto. En segundo término, la iniciativa se plantea desde la desunión de la izquierda, sabiendo de antemano que iba a ser un torpedo en la línea de flotación del Partido Socialista, una maniobra nada sutil de injerencia en el proceso de primarias, una bofetada en la cara de Susana Díaz y en las de los defensores de la posición más sensata del PSOE, la única que tiene posibilidades algún día de volver a gobernar bajo el paraguas de estas siglas.

Por último, la moción de Iglesias hay también que leerla en clave interna, pues estamos ante una exitosa maniobra de distracción que camufla la, hasta ahora, escasa utilidad de la actividad parlamentaria del Podemos post-errejonista, la nulidad de una forma de hacer que mantiene su apuesta prioritaria por la teatralización, el menguante recorrido de unos dirigentes que no hacen exactamente política, sino que siguen empeñados en darnos lecciones, en repartir doctrina desde la tarima mientras apenas plantean medidas de interés para el común de los ciudadanos, salvo la muy prioritaria de prohibir que se corte el rabo a los perros.

Con su moción, Iglesias, al provocar la dispersión de los mensajes políticos en pleno aquelarre anticorrupción, le ha echado un cable a Rajoy.

¿Torpeza? No, también forma parte del guion. Reduciendo la presión sobre el PP, lo que pretende Podemos es corresponsabilizar a los socialistas, empujar al PSOE al fondo del pozo séptico de la podredumbre; al PSOE que forzó la renuncia de Pedro Sánchez, al PSOE que se abstuvo en segunda votación para favorecer la estabilidad del país y ahora se le quiere presentar exclusivamente como cómplice.

El objetivo de Pablo Iglesias con su moción de censura no es echar al PP del poder; es, ya que no puede acabar con el PSOE por la vía rápida, favorecer su descomposición. No se ha dado por vencido. No renuncia al sorpasso. Quiere a Pedro Sánchez como secretario general de un PSOE partido por la mitad, para ser él, Iglesias, la única cabeza sobresaliente de la izquierda, el gran papa rojo de la república comunal española. 

Grupo Zeta Nexica