Una conversación para la esperanza

10 / 10 / 2013 11:38 Alfonso S. Palomares
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El deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán abre una nueva fase en el enmarañado tablero político de Oriente Medio.

Si es preferible cambiar razones a cambiar insultos, vivimos tiempos de esperanza en las relaciones entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán. Desde que, hace 35 años, el imán Jomeini fue izado al poder en medio de un oleaje de aclamaciones delirantes después de la estrepitosa caída del Sha, los desencuentros, los episodios violentos y las amenazas fueron el pan de cada día. El más espectacular de los choques tuvo lugar, en los meses del delirio, como consecuencia de los discursos incendiarios en los que el Imán pedía a Alá que descargara su ira sobre los Estados Unidos de América. Y Alá soltó su cólera a través de unos estudiantes irritados de la Universidad de Teherán que asaltaron la embajada norteamericana, secuestrando a 52 personas. El secuestro duró la friolera de un año y ochenta días.

En los últimos ocho años, bajo la presidencia del tenebroso Ahmadinejad, las tensiones verbales alcanzaron las cotas más altas del insulto y la descalificación. Las amenazas de Ahmadinejad tenían como blanco a Washington y a Jerusalén. Organizó en Teherán un congreso para negar el Holocausto y prometió borrar a Israel del mapa. Irán era considerado el eje del mal de los países más peligrosos, junto a Corea del Norte. Dentro del propio país ejerció una política represora, encarcelando a los principales líderes de la oposición, que salieron a la calle a protestar contra el fraude electoral que le había llevado por segunda vez a la presidencia. Los observadores, basándose en los datos que les proporcionaba el espionaje, cifraban en una amplia mayoría quienes se oponían a las políticas de Ahmadinejad, defendiendo unas buenas relaciones con Occidente. A este estado de opinión pública habían llegado, entre otras causas y razones, por los efectos corrosivos que ejercían sobre la vida económica los severos bloqueos comerciales que habían sido impuestos a Irán.

Pasos históricos.

Las elecciones confirmaron que los iraníes deseaban darle un vuelco a la situación y por eso votaron ampliamente al reformista moderado Hassan Rohani con una afluencia masiva a las urnas. Durante la campaña había denunciado la calamitosa situación económica del país y el dramático aislamiento internacional, prometiendo la liberación de los presos políticos y una apertura hacia el exterior. Ahora, al cabo de tres meses de ser elegido, los pasos que está dando hacia la normalización de las relaciones con Estados Unidos merecen el calificativo de históricos.

Por supuesto que ha sido histórica la conversación telefónica que mantuvo con el presidente Obama mientras cruzaba Nueva York en coche camino del aeropuerto. La conversación no se produjo por el arrebato mutuo de comunicarse, sino después de diversos contactos entre sus colaboradores. No se vieron personalmente en Nueva York porque consideraron que no debían precipitar las cosas. Conviene preparar a la opinión pública internacional antes de sentarse frente a frente. La conversación telefónica puede considerarse parte de esa preparación.

Duró 15 minutos y se desarrolló en inglés, idioma que Rohani habla perfectamente, no en vano tiene un doctorado en leyes por la universidad Calidonian de Glasgow, en Escocia. Fue una conversación de buena voluntad, sin entrar en el fondo de los asuntos. Obama oyó en boca de Rohani lo que deseaba oír, que el asunto nuclear se resolvería rápidamente con voluntad política, y él la tenía. Las palabras de Obama le aseguraron que si eran capaces de progresar en el tema nuclear, así como en otros asuntos como el de Siria, habría muchos efectos positivos para Irán y para el pueblo iraní.

No cabe duda de que Irán busca otra forma de estar en el mundo y distintos intereses políticos a los que buscaba hasta ahora. Supondrá para todo Oriente Próximo una vertebración diferente. Este cambio tan redondo, un cambio de dirección tan significativo, tiene, sin duda, un apoyo mayoritario tanto de los estadounidenses como de los iraníes, pero también en ambos países hay resistencias activas y contumaces.

Resistencia iraní.

En Irán son muchos años predicando el antiamericanismo y resaltando las agresiones que recibían de Washington. Eso crea resistencias. Ahmadinejad ha desaparecido de la escena política, pero quedan algunos de sus seguidores más fanáticos y una variada gama de ultras del antiamericanismo. La división entre partidarios de la apertura a la negociación y los refractarios a cualquier clase de diálogo tuvo una visualización plástica a la llegada de Rohani al aeropuerto de Teherán. La mayoría lo aclamó con entusiasmo, pero también un grupo no desdeñable lo colmó de insultos, e incluso alguien le tiró un zapato como signo de desprecio. Para avanzar, Rohani tiene que moverse con habilidad, ya que en Irán el máximo poder no reside en el presidente elegido por los votos, reside en el Guía de la Revolución, Alí Jamenei. Se trata de un poder teológico que nace de la voluntad Alá y Alá es su fuente de inspiración.

Con frecuencia Alí Jamenei habla en el lenguaje críptico de los supremos sacerdotes y hay que interpretarle. Recientemente ha manifestado que había que resolver el problema nuclear dentro del marco de la flexibilidad heroica. Eso es lo que dice el presidente, que lo resolverá dentro del marco señalado por el Guía Supremo. El nudo gordiano que hay que desatar es el del programa nuclear.

Antes de que Obama hablara con Rohani se produjo una reunión también calificada de histórica, la del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, con el ministro de Relaciones Internacionales iraní, Javad Zarif. Era la primera vez que se sentaban juntos los dos responsables de asuntos exteriores desde la existencia del régimen de los ayatolás. No estaban solos, los otros interlocutores eran los jefes de las diplomacias de Rusia, China, Francia, Reino Unido, Alemania y de la Unión Europea, que forman parte del grupo de seguimiento y negociación del programa nuclear iraní. Zarif les aseguró que su país estaba decidido a afrontar una negociación sobre asuntos sustantivos de ese problema.

Los mismos interlocutores que se sentaron días pasados en Nueva York se volverán a sentar el próximo día 15 en Ginebra y con el mismo tema a debate. Las propuesta que Irán planteará de entrada será que renuncia a la posibilidad de desarrollar armamento nuclear pero bajo ningún concepto renunciará al desarrollo del enriquecimiento de uranio con fines energéticos pacíficos. En principio ese planteamiento parece aceptable para Obama y el resto de los interlocutores, el problema radica en cómo se definirán y cómo se llevarán a cabo los controles.

Crecimiento económico.

Entre la derecha radical republicana, concentrada en el Tea Party, suenan las voces de la desconfianza y avisan de que no deben caer en la trampa de Teherán, ya que darán el salto del uranio enriquecido a las armas atómicas. Las negociaciones, contra lo que pudiera parecer por estos prolegómenos de buena voluntad, no serán un camino de rosas. Los libaneses de Hezbolá ya han empezado a calificar las cesiones de Teherán como traición, lo mismo aseguran los de Hamás en Gaza y, por supuesto, los sirios de Al Assad.

Entre quienes saludan con más entusiasmo y fervor la vuelta de Irán a la armonía internacional son los comerciantes del bazar de Teherán y de los otros mercados de las distintas ciudades del país, que han sobrevivido con una vida lánguida en estos largos años de teocracia. La economía, asfixiada por el bloqueo, proyectará una gran onda de crecimiento expansivo, eso afirman los más respetados economistas iraníes y pocos dudan de sus afirmaciones. La normalización de las relaciones internacionales no significará la caída del régimen teocrático, nadie la busca, Eso es un asunto interno de los iraníes.

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