Las excentricidades de Cristina Fernández de Kirchner

04 / 06 / 2012 11:35 Antonio Rodríguez
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Admiradora de Napoleón, machista convencida y obsesionada con las joyas y los bolsos caros, la presidenta argentina utiliza jets privados para sus desplazamientos y ha recomendado comer carne de cerdo para mejorar la actividad sexual.

Evita y el petróleo argentino De riguroso luto desde la inesperada muerte de su marido en octubre de 2010, Cristina Fernández de Kirchner buscó en abril de este año la complicidad de sus conciudadanos a la expropiación forzosa de YPF con una escenografía populista. Para explicar la nacionalización de la filial argentina de la petrolera Repsol, mostró en publicó la primera muestra de crudo que se extrajo en Argentina a comienzos del siglo XX. Detrás de ella colocó la imagen de Evita Perón, símbolo de los tiempos de bonanza del país.

En los noventa, cuando se hacía llamar Cristina Fernández a secas y era una senadora rebelde del peronismo menemista, la esposa del gobernador de Santa Cruz, el joven Néstor Kirchner, causaba buena impresión allí por donde pasaba. “Parecía inteligente, también parecía formada, pero toda su cultura consistía en explicar la vida a través del peronismo. Y el peronismo, lo sabemos, no da para tanto”, cuenta Sylvina Walger en el prólogo de su libro Cristina. Toda la verdad sobre la presidenta argentina (Ediciones B) que el 6 de junio se pone a la venta en España.

“De aquella senadora cuarentona, de pelo larguísimo y negro, flequillo veinteañero, ojos cargados de rímel, vestida siempre con pantalones y una sonrisa a flor de labios para tratar al periodista, es fácil apreciar en lo que se fue transformando Cristina Fernández: en una mujer extremadamente autoritaria, amarga, arbitraria. Pero, antes que nada, sometida a los deseos de su marido”, relata la autora. Este es el resumen de las excentricidades de la mandataria argentina publicadas en el libro.

Admiración por Napoleón. En sus viajes a Francia, Cristina no deja nunca de visitar la tumba del diminuto conquistador corso. (...) Supo enseguida que allí hay que alojarse en el hotel Le Meurice, el más top. Un palacio ubicado en el 228 de la Rue de Rivoli, frente al jardín de las Tullerías, entre la Place de la Concorde y el Museo del Louvre. La habitación que suele utilizar la presidenta cuesta 1.600 euros la noche.

Famosa por sus demoras. Ocurrió en 1999, en el Sur, en un día de muchísimo calor. Cristina tuvo en vilo a los organizadores porque se demoró más de lo esperable mientras los asistentes se calcinaban al sol. El motivo de la tardanza radicaba en que había enviado a un colaborador a comprar un bolso que hiciera juego con el vestido. Cuando esa persona regresó, luego de haber buscado bajo cielo y tierra y haciendo abrir locales que ya estaban cerrados, al mostrarle el bolso, recibió una bocanada de insultos por parte de Cristina porque el accesorio, pese a combinar a la perfección, no era de buena calidad. Enojadísima, quiso volver a Río Gallegos sin hablar, previa suspensión del acto. Cuando lograron convencerla de no abandonar, la gente había comenzado a retirarse porque circulaba el rumor de que ella había sufrido una indisposición. Al enterarse, Cristina se recompuso y se presentó en el acto alegando que jamás dejaría de acompañar a los vecinos aunque se sintiera mal. Eso sí, sin el bolso de mal gusto que le habían conseguido.

Una primera dama machista. Al llegar su marido a la presidencia de Argentina, Cristina dio muestras de detestar el feminismo. Aceptarlo la obligaría a reconocer su precaria independencia y su sumisión y obediencia al amo Néstor; condiciones que ninguna mujer sensata toleraría que se le adjudiquen. (...) Cristina era, y es, machista, no tiene amigas ni colegas, solo subordinadas. Se siente cómoda cuando se rodea de hombres. A ello se puede agregar que la problemática de género, en la Argentina de ese momento, todavía no era un problema prioritario en la agenda política.

A la sombra de Néstor. A su vuelta de uno de sus viajes por América Latina, el expresidente Felipe González contó que había tenido una excelente sintonía con la presidenta argentina y que la había encontrado inteligente y decidida. Invitado por el matrimonio, cuál no sería su sorpresa al comprobar que a partir de la aparición de su consorte, Cristina nunca más abrió la boca.

Coqueta y “alejada” de la cerveza. Al comienzo de la gestión de los Kirchner en 2003, las relaciones con Clarín eran buenas. En su primera entrevista como Primera Dama Ciudadana, Cristina se confesó “muy coqueta”, alejada de la cerveza “que me encanta pero engorda” (...) En la biblioteca conviven, lomo con lomo, Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt, y la Evita de Marysa Navarro, libros de Francis Fukuyama y de Samuel Huntington, de economía con orientación social como Muhammad Yunus y las obras completas de Perón.

Problemas con los nombres. La dificultad para retener nombres extranjeros es otra de las carencias de nuestra presidenta, que sus asesores no han logrado mejorar. En otro de sus sermones –no puede evitar que ese tono sea el que se impone siempre–, esta vez sobre la pobreza, Cristina equivocó el nombre del economista bengalí Amartya Sen y lo llamó “Marcia Sen”.

Obsesión por las joyas y los bolsos. Cristina, como en los bailes de pueblo, se convirtió pronto en la más linda del lugar. Apasionada por el oro, antes de sofisticarse solía combinar su Rolex Presidente con pulseras tailandesas y artesanías de plata, al mismo tiempo que adornaba su cuello con una gargantilla hindú, también en plata pero labrada. Una romería barroca que solo ella podía sostener. (...) Una de sus debilidades son los bolsos. Comenzó con Vuitton y ahora son de Hermès, una casa francesa que lleva siete generaciones dedicadas a los bolsos y que tiene 267 tiendas exclusivas a lo largo y ancho del mundo; por lo que, si se olvida un bolso o padece el infortunio de que se lo roben, lo puede reemplazar enseguida. Los preferidos de nuestra presidenta son los de cocodrilo y lagarto. También son los más buscados y solo se venden por encargo. Los precios oscilan en los 40.000 dólares [32.000 euros].

Con vistas al Vaticano. Cuando en junio de 2008 fue a Roma a la cumbre de la FAO sobre la emergencia alimentaria y los biocombustibles, se alojó en el hotel Edén junto con su delegación. Comieron en la terraza del hotel y Cristina hizo reservar la mesa Fellini, la que, hace muchos años, le estaba destinada al cineasta. Pero tuvo duras palabras para su séquito cuando cayó en la cuenta de que desde su ángulo no se veía el Vaticano. Una vez realizados los cambios pertinentes que le permitieron divisar la cúpula de San Pedro, aclaró que ella era “una católica ferviente”. Disculpas no pidió en ningún momento a nadie. (...) Unos años antes, en Madrid, Cristina había hecho abrir la popular multitienda El Corte Inglés después de las diez de la noche para hacer unas “compritas”. La vendedora que debió atenderla se quejó, sin encontrar respuesta. Parece que Cristina tiene mejores influencias en España que en Roma.

Su colección de zapatos. Cristina no es un ciempiés ni tiene una tienda de zapatos, pero está claro que el calzado le gusta, y mucho. Cuentan que su colección supera ampliamente los 100 pares, y en ella se destaca una pasión por los estiletos, a pesar de su incomodidad, sobre todo para alguien que pasa mucho tiempo de pie. Otro de sus gustos es combinarlos en el tono exacto del atuendo, aunque esa tendencia haya pasado de moda, según los expertos.

Carne de cerdo en vez de Viagra. Un día se le disparó la erótica, al promocionar las bondades de la carne de cerdo y su directa influencia en la vida sexual. La presidenta intentó bromear y mostrarse optimista ante los representantes de la industria porcina. Le tocaba cantar las alabanzas de la carne de cerdo y no se anduvo con minucias. Durante un acto en la [Casa] Rosada [sede del gobierno argentino] dijo: “Me acabo de enterar de un dato que yo desconocía y es que la ingesta de cerdo mejora la actividad sexual. No es un dato menor. Además, es mucho más gratificante comerse un cerdito a la parrilla que tomar Viagra”. Para que no quedaran dudas de lo dicho, la presidenta contó que había comprobado los efectos del cochinillo con su marido. “El anterior fin de semana, cuando estuvimos en El Calafate, nos comimos un cerdito a la parrilla, riquísimo, al aire libre. No solo me comí la carne sino también el cuerito crocante... Impresionante. Y anduvo todo muy bien el fin de semana... Así que, ¡puede ser que tengan razón!”. Consciente de que su confidencia iba a traer cola en casa, Cristina anticipó al auditorio: “Kirchner me mata cuando llegue a Olivos”. En pocas palabras: la frase representó una gran decepción para toda mujer que aspire a la independencia, aun con un contrato matrimonial de por medio.

La fórmula del agua. Uno de los errores más destacados de la presidenta ocurrió ante los más prestigiosos científicos del país. Fue un traspié con la fórmula del agua, enredo en el que se metió solita cuando dijo que lo único que recordaba de sus clases de Química en el colegio era la fórmula del agua. Hasta ahí todo bien, pero optó por recitarla y la embarró. Dijo: “Hache dos cero”, confundiendo con un número la letra “O” de la partícula oxígeno. Lo más gracioso es que ella nunca se percató del error y sonrió ante las cámaras.

La crisis del jazz. Es el término que usó la presidenta para explicarle al mundo –aunque apuntando hacia el Gobierno estadounidense– el nombre que debería llevar la crisis financiera internacional que, según aseguró entonces, tocaría solamente a los países “malos” y no a los “buenos”, aquellos que tienen gobiernos como los que llevan adelante ella y su marido. Como era de esperar, el tiempo se encargó de demostrarle que estaba más que equivocada.

La flota de jets privados. El matrimonio Kirchner tiene a su disposición cuatro aviones oficiales –los Tango 01, 02, 03, y 10– pero no se sabe por qué extrañas razones recurren a jets privados. Sobre todo cuando el dinero no parece ser un problema para ellos. La fortuna de 8.500.000 euros que acumularon en estos siete años que llevan en el poder no la tocan cuando se trata de proveer gastos para sus caros caprichos.

Sospechosa retirada de dinero. La mañana en que Néstor murió, un colaborador y un agente de seguridad de extrema confianza quedaron al cuidado de la casa, ese día desaparecieron 800.000 euros de una caja fuerte. Los que han hablado del tema lo tratan como “un asunto doméstico”. No es difícil imaginar en los bolsillos de quién acabó el dinero.

Encima de los ministros. Todas las noches, antes de retirarse de la Casa Rosada (en helicóptero, claro), a eso de las 23.00 horas, Cristina tiene por costumbre revisar la casa presidencial (le irritan los cuadros torcidos) y los despachos de los ministros. Si están, se queda dialogando, si no, toma nota de quién trabaja y quién no. Ella es la última en retirarse. Fanática del secretismo y el hermetismo, casi como si fuera una funcionaria de Corea del Norte, nadie conoce nunca de antemano cuáles son sus intenciones, y mucho menos en época de elecciones.

La operación de tiroides. Cristina la emprendió [en enero de 2012] contra las petroleras diez días después de su operación de “cáncer no cáncer”. (...) Nunca se explicó bien, porque anunciaron que tenía cáncer y luego dijeron que no.

Cruzada contra lo extranjero. La última locura ha sido la prohibición de importar libros, revistas y cualquier publicación extranjera, con el argumento de que hay que impedir la entrada de publicaciones con tintas cuyo contenido en plomo exceda el 0,06%. (...) Es imposible comprar dólares porque las grandes transacciones deben efectuarse en pesos argentinos, una moneda que no cotiza. Esto tiene paralizado desde hace meses el mercado inmobiliario y ha comenzado a resentirse en la industria de la construcción.

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