La carrera europea por la nueva City

03 / 04 / 2017 M. Prieto, A. Lázaro Verde y S. Fumo (DPA)
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Fráncfort, Dublín, París, Milán y Madrid compiten por ser el nuevo centro financiero de la Unión.

El símbolo del euro preside la sede del Banco Central Europeo, en la ciudad alemana de Fráncfort. Foto: Michael Probst/AP

Una vez superado el drama inicial, el proceso de divorcio del Reino Unido de la UE ha sido percibido como una oportunidad por algunos los países del bloque de la Unión, que en un tiempo récord se han lanzado a la carrera para convertir a sus respectivas capitales en la nueva City.

La activación del artículo 50 del Tratado de la Unión Europea marca un punto de no retorno que desplazará definitivamente a Londres como capital financiera en el Viejo Continente. El hecho es que los bancos necesitan legalmente establecer una sede en un país de la UE para poder prestar sus servicios en el interior del bloque y nadie parece dispuesto a quedarse atrás. Como si se tratase de una candidatura olímpica, Fráncfort, Dublín, París, Milán y Madrid se esmeran en enumerar las virtudes que les puedan hacer ganar puntos ante la competencia.

La favorita

En la carrera por convertirse en la nueva City, Fráncfort parece partir con ventaja. A su favor juega contar con la sede del Banco Central Europeo (BCE) así como de varios supervisores importantes como la Autoridad Europea de Seguros. Al efecto imán del BCE se suman además otros atractivos como el gran número de trabajadores cualificados, buenas infraestructuras, la disponibilidad de inmuebles para negocios a precios competitivos y el factor de ser una ciudad de Alemania, la mayor economía de la Unión Europea.

En la actualidad, Fráncfort ya atrae al público internacional con su denso entramado de institutos financieros. A finales de 2015, casi 200 bancos tenían su sede establecida en esta ciudad del oeste de Alemania, el 80% de ellos, institutos extranjeros, donde el sector bancario proporciona trabajo a 62.500 personas.

Dublín goza también de buenas posibilidades. No es ningún secreto que muchos consorcios empresariales financieros de Estados Unidos prefieren la capital de Irlanda por una cuestión idiomática. Los bajos tipos impositivos y un sistema legal muy similar al del Reino Unido son sus otras dos grandes bazas.

Según los expertos, tras el brexit, el banco británico Barclays planea convertir su filial de Dublín en su principal centro de operaciones en la UE. Citigroup también tiene intención de trasladar su central europea de banca privada a Dublín mientras que su rival Wells Fargo ya gestiona desde la capital irlandesa su amplio negocio.

En su objetivo por no quedarse descolgada, París, más concretamente su barrio financiero de La Défense, se publicita desde hace tiempo como un polo atractivo para banqueros que buscan una nueva sede en Europa para sus negocios. La ciudad del Sena tiene previsto levantar siete nuevos rascacielos que podrían ayudar a paliar la escasez de oficinas disponibles y las autoridades locales ya han insinuado que planean extender los beneficios fiscales para trabajadores extranjeros. La capital francesa, donde se encuentra la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), también aspira a suplir a Londres como nueva sede de la Autoridad Bancaria Europea (EBA por sus siglas en inglés).

Su gran debilidad la mentó recientemente el jefe de la administradora La Financière de l’Échiquier en el diario Les Echos: “El sistema fiscal francés es un freno excepcionalmente fuerte a la hora de acometer una transferencia de trabajadores de Londres a París”. La situación política, con el auge de Marine Le Pen, líder del partido ultraderechista Frente Nacional –que aboga por la salida del euro– constituye su segundo gran escollo.

Por su parte, Italia se resiste a dar la batalla por perdida en esta especie de competición oficiosa y presenta a Milán como una digna heredera de Londres en Europa. La capital de la región de Lombardía, donde está ubicada la bolsa, presenta su infraestructura y su capital humano como sus principales activos para afrontar este desafío. Además, Milán es también el hogar de algunas de las empresas más importantes de Italia. No obstante, Italia sigue siendo poco atractiva para inversores extranjeros y su sector bancario sigue siendo un freno para la economía del país.

El reto de Madrid

Aunque no entra en las principales quinielas, Madrid también quiere convertirse en la nueva City europea tras el brexit. La capital española parte con algunas ventajas, como un mercado inmobiliario competitivo, una carga impositiva baja, buenas infraestructuras, relaciones estratégicas con América Latina y el norte de África, profesionales cualificados y un clima benevolente. Pero la ciudad también tiene algunos inconvenientes como el idioma o su menor relevancia como centro financiero respecto a otras ciudades. Además, el ministro español de Economía, Luis de Guindos, admitió que España “tiene problemas para captar inversiones con su valoración por parte de las agencias de calificación, que se encuentran en BB+”.

Con un crecimiento económico superior al 3% en 2016, España afronta todavía grandes retos. El principal es el desempleo. El país que hace cuatro años tuvo que pedir a Bruselas el rescate de sus bancos y que es, además, la casa de dos importantes entidades financieras, el Banco Santander y el BBVA, trata ahora de seducir a grandes bancos estadounidenses con sede en Londres como Goldman Sachs, Citi, JP Morgan o Morgan Stanley. 

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