La caída de Mosul

18 / 07 / 2017 Alfonso S. Palomares
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Irak libera Mosul y anuncia el fin del califato del Estado Islámico.

Soldados iraquíes celebran la victoria de Mosul. Foto: F. Senna/AFP

Al fin lo que parecía imposible sucedió. El primer ministro irakí, Haider al-Abadi, pudo anunciar como una gran noticia la conquista de Mosul después de nueve meses de encarnizados y sangrientos combates. No se sabe el número de muertos que costó la peligrosa y arriesgada aventura. Fueron muchos. Muchísimos. Enterrar a los muertos formaba parte de la pelea. Mosul con sus casi 700.000 habitantes es un laberinto de estrechas y apretadas callejuelas, el Estado Islámico pobló casi todas las casas y edificios públicos de yihadistas que minaron el subsuelo de la ciudad. Juraron, por Alá, que de allí no los sacaría nadie y que se convertiría en la capital mundial del califato y del islam.

 Fueron días de sueños para los fanáticos islamistas cuando Abú Bakr al Baghdadi, se autoproclamó califa de todos los creyentes en la mezquita de Al Nuri. Ahora los sueños son ceniza y ceniza es también la mezquita de Al Nuri con sus minaretes y su Mihrab. Soldados de élite del Ejército irakí entrenados por especialistas de los Estados Unidos protagonizaron los combates cuerpo a cuerpo, casa por casa, acera a acera. Había que distinguir el grano de la paja, los vecinos de los terroristas. Durante el tiempo que fue la capital del islamismo, los ciudadanos sufrieron toda clase de torturas y vejaciones, muchos de ellos fueron ejecutados con todas las gamas de la crueldad.

La caída de Mosul puede ser el comienzo del fin del Estado Islámico en la configuración actual como el lugar de peregrinación y aprendizaje de muchos jóvenes europeos poseídos por el espíritu de Alá, invocando su nombre: Alá Akbar,  fortalecían su espíritu como combatientes de una crueldad inaudita. Inmolarse en el combate les conducía directamente a un paraíso carnal con uríes y ríos de agua fresca. Ahora, como capital de referencia solo les queda Raqqa, en suelo sirio. Ese será el nuevo objetivo, los especialistas consideran que su conquista puede resultar más fácil que Mosul. Conviene precisar que la caída de Raqqa no supondrá todavía que se queden sin territorio, seguirán manteniendo su presencia en zonas rurales poco habitadas y en recodos de montes lejanos. La caída de Mosul, aparte de la pérdida de una ciudad simbólica, es sobre todo la perdida de una de sus fuentes de financiación, ya que explotaban sus yacimientos petrolíferos que vendían en el mercado negro. También era un gran centro en las rutas de abastecimientos. Sin duda el califa, en sus delirios de grandezas, llorará al ser desalojado de la perla del Norte, como era conocida Mosul. Si es que no murió, porque hay rumores que entre los escombros de la ciudad yace su cadáver.

Operaciones de limpieza

En la actual situación, los responsables del Estado Islámico tienen que replantear sus estrategias de combate, tanto en Oriente Medio como en Europa y el resto del mundo. Han dicho que no renunciarán al carácter mundial de la yihad. En zonas como Oriente Medio pueden recurrir a grupos guerrilleros y en Europa tratarán de aumentar la acción de comandos. Europa tiene que prepararse para esta lucha, pero también debe continuar las operaciones de limpieza de yihadistas en los territorios del Estado Islámico. Sin una base terrestre en que apoyarse será más fácil combatirlos y exterminarlos, que es de lo que hablan los estrategas de esta lucha. Los países del islam deben cooperar y demostrar que son una religión de paz. Estos días recorre Europa un autobús cargado de imanes con mensajes de paz y en contra de los terroristas. Buena iniciativa. El desafío de Irak y de la comunidad internacional que le apoya es la reconstrucción de Mosul. Miles de refugiados esparcidos por todo el territorio quieren volver a su ciudad y colaborar en levantarla.

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