El independentismo escocés pierde fuelle

09 / 09 / 2013 11:49 Pablo Rodero
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Cuando solo queda un año para que se celebre el referéndum sobre la separación del Reino Unido, la apuesta se torna muy complicada.

A falta de un año para la celebración del referéndum que determinará si Escocia sigue siendo parte del Reino Unido, los nacionalistas escoceses afrontan una lucha contra unas encuestas que arrojan resultados poco esperanzadores para los secesionistas. 

Los últimos sondeos, publicados a lo largo del verano, señalaban que algo menos de un 50% de los escoceses respondería que no, frente a un tercio de votos afirmativos, a la pregunta que se les efectuará el 18 de septiembre de 2014: “¿Debería Escocia ser un país independiente?”. “Las encuestas muestran que solo se necesita que un escaso porcentaje cambie para poner al sí por delante. Confiamos en la victoria”, declara Ian McKerron, responsable de la campaña Yes Scotland (Sí Escocia) a favor de un voto afirmativo en el referéndum. 

Casi tres siglos después de la unión entre Escocia e Inglaterra, que estableció el Parlamento del Reino Unido en Westminster, Londres, un Parlamento escocés fue reconstituido en Edimburgo en 1999 tras un referéndum convocado dos años antes por el recién elegido primer ministro laborista Tony Blair.

De la mano del actual jefe del Gobierno escocés, Alex Salmond, el partido independentista de centro izquierda Scottish National Party (SNP) se impuso por primera vez en las elecciones regionales de 2007, mejorando este resultado hasta alcanzar la mayoría absoluta en 2011. La promesa de convocar un plebiscito popular sobre la independencia se convirtió en realidad cuando Salmond y el primer ministro británico, el conservador David Cameron, alcanzaron un acuerdo para efectuar la consulta bajo la premisa de realizar una única y concisa pregunta. Hasta la fecha, el camino hacia el referéndum de 2014 se está desarrollando sin demasiadas turbulencias en una campaña protagonizada por la plataforma independentista Yes Scotland y la unionista Better Together (Mejor juntos), apoyada por los tres grandes partidos del espectro político británico: laborista, conservador y liberal-demócrata.

“Los nacionalistas solo necesitan ganar una vez por un voto y no habrá marcha atrás. Por esto necesitamos ganar esta campaña y ganarla bien”, declaró en junio el diputado laborista Alistair Darling, presidente de la plataforma Better Together, durante una conferencia de los conservadores escoceses, una buena muestra de la unidad de ambos partidos en el asunto del referéndum.

Una campaña sin movilizaciones.

Alejado de grandes movilizaciones callejeras, sin cadenas humanas o banderas en las ventanas, el debate se ha mantenido en un plano más racional que emocional debido, tal y como apunta el profesor Luis Moreno, doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Edimburgo e investigador del CSIC, “a una larga tradición en el país caledónico por el debate racional de las ideas, muy arraigado en la forma de ser de los escoceses”.

Las habituales referencias a figuras tan belicosas como William Wallace o Robert Bruce contrastan con el tono general del debate sobre la ruptura del Acta de Unión, firmada por los parlamentos inglés y escocés en 1707. “A medida que se acerque la fecha del referéndum, seguramente se calentarán los ánimos”, pronostica el profesor Moreno.

La discusión ha girado, en términos generales, en torno a dos grandes ejes: la viabilidad económica de una Escocia independiente y la aceptación del nuevo estado en las instituciones internacionales, a las que Salmond no se muestra partidario de renunciar.El descubrimiento de pozos petrolíferos en aguas escocesas en los años 70 supuso un acicate para un movimiento nacionalista escocés que hasta entonces ocupaba una posición puramente testimonial en una pugna política dominada tradicionalmente por el Partido Laborista.

Angus Armstrong, director de estudios macroeconómicos del londinense Instituto Nacional de Investigación Económica y Social, calcula que Escocia recibiría un 90% de los beneficios derivados del petróleo que recauda actualmente el Reino Unido. “Sin embargo, el valor de estos ingresos fiscales es altamente incierto”, apunta. Algunos estudios económicos han calculado que la mayor parte de estas reservas petrolíferas habrían sido agotadas y han puesto en duda la idoneidad de situar en el centro de una economía estatal un recurso tan volátil y sujeto a grandes variaciones de precio en el mercado global como el petróleo.

Salmond, por su parte, no se ha mostrado partidario de una ruptura total con el vecino del sur y en su discurso sobre un futuro postindependencia describe una Escocia inmersa en cinco uniones internacionales: la Unión Europea; la OTAN; la monarquía del Reino Unido, con Isabel II como soberana; la “unión social” con el pueblo británico; y la unión monetaria con Londres, manteniendo la libra esterlina como divisa común. La integración en las instituciones internacionales a las que ya pertenece el Reino Unido, como la UE y la OTAN, es probablemente el tema que más dudas genera entre los analistas, más aún cuando los responsables de ambas organizaciones han sido incapaces de orquestar un discurso sin ambigüedades sobre el asunto.

Dar la vuelta a las encuestas.

Pero más allá del debate, el principal quebradero de cabeza para el SNP y los partidarios de la independencia no es una cuestión de ideas, sino de números. La cita se acerca y las cuentas son cada vez más complicadas. La gran esperanza para Salmond y los suyos es el alto número de indecisos y su referente, Quebec en 1995, cuando los partidarios de la independencia de la región canadiense estuvieron a punto de hacerse con una victoria que las encuestas hacían casi imposible de prever semanas antes de la cita.

Por otro lado, la coyuntura política británica podría jugar a favor del independentismo. El auge entre la derecha británica de un euroescepticismo abanderado por el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) ha llevado a Cameron a poner sobre la mesa un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE, tratando así de frenar la fuga de votos conservadores hacia posiciones más claramente antieuropeas. Indirectamente esta situación ha jugado a favor del nacionalismo escocés, que ha planteado la independencia como el camino más seguro para permanecer en la Unión Europea. “Si el UKIP se mantiene bien en Inglaterra en las elecciones europeas de mayo esto le podría venir bien a la narrativa del SNP sobre una Escocia más proeuropea que el resto del Reino Unido”, opina David Torrance, periodista británico y biógrafo de Alex Salmond. “Si la economía continúa mejorando también sería bueno para el sí, dado que los votantes se sentirían más seguros y, por tanto, más predispuestos a dar un voto afirmativo en el referéndum”.

Después del no.

Aunque se cumplieran los pronósticos y la permanencia en el Reino Unido fuera la opción predominante en el referéndum de 2014, una derrota honorable del sí podría suponer una victoria pírrica para el unionismo. Londres se vería en ese caso ante la perspectiva de aumentar la devolución de poderes al Parlamento escocés o enfrentarse a otra reclamación de un referéndum en el futuro cercano. Hasta la fecha, la devolución de poderes ha hecho poco por apaciguar el independentismo y más bien ha generado dinámicas políticas muy distintas entre Westminster, dominado desde 2010 por los conservadores, y Holyrood, donde el centro izquierda siempre ha sido mayoritario. En un artículo publicado en el diario The Guardian el 23 de agosto, el columnista británico Steve Richards aseveraba que “la batalla ya estaba ganada”. Aunque pudiera parecer lo contrario, Richards no hablaba de la campaña Better Together, sino del independentismo: “Escocia ya es tan incomparablemente distinta de Inglaterra que una forma de separación está teniendo lugar ante nuestros propios ojos”.

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