Un hombre tranquilo para Cataluña

24 / 03 / 2017 Clara Pinar
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A Xavier Domènech le costó entrar en política hasta que accedió a liderar En Comú Podem, y ahora pone cara al partido de Ada Colau en el que pretende imitar el estilo Compromís para dar salida al impasse catalán. 

Xavier Domènech en un acto del nuevo partido de Colau. Foto: Elisenda Pons

Hace más de un año que Xavier Domènech (Badalona, 1974) es diputado, pero aún conserva un “aire de profesor universitario que no se puede quitar de encima”. El líder de En Comú Podem, la confluencia entre los de Ada Colau, Podemos, EU e ICV y primera fuerza en Cataluña, es uno de esos nuevos diputados que se siente “un poco raro en este mundo”. “Creo que a él se le nota que no se habitúa al perfil clásico de político”, dice otro novato, Ignasi Candela, de Compromís. Sin embargo, Domènech está a punto de dar un nuevo salto en su carrera política, inesperada y de la mano de la alcaldesa de Barcelona, como previsible líder del nuevo partido con el que los comunes de Ada Colau intentarán dar el salto a la Generalitat. Él echa balones fuera sobre si será el candidato, aunque está claro que su popularidad ayudaría. Para sorpresa de sus propios compañeros, se alzó en noviembre con el título de político mejor valorado del CIS, que revalidó en febrero.“Me sorprendió, pensaba que no tenía esta proyección fuera de Cataluña”, dice uno de ellos, que le ve como un buen candidato a la Generalitat. “De momento soy portavoz de En Comú Podem en el Congreso y estoy contento con ello”, responde el interesado.

Domènech ha sabido forjar un acuerdo que hace apenas unos días se antojaba difícil para incluir en la nueva formación –aún sin nombre oficial– a Podem Catalunya. Algunos le llaman el “arquitecto” por su papel en el nacimiento del nuevo partido, en el que se nueve con una actitud que destacan de él compañeros de Madrid y Barcelona, su tranquilidad y capacidad de escucha. “Incluso en situaciones de mucho estrés”, como las que han vivido estos días los comunes “escucha, tiene empatía y lo transmite”, dice uno de ellos, que añade que Domènech, muleta autonómica de Colau, “tiene un humor muy fino y es bastante positivo, incluso en escenario en los que crees que la cosa no va salir bien”.

Tradición familiar

Con estos modales navega en política un historiador, investigador del franquismo y la Transición, que en 2015 dejó las clases de Historia en la Universidad Autónoma de Barcelona para hacerse cargo del Comisionado para la Memoria Histórica que creó Colau al llegar al Ayuntamiento de la Ciudad Condal. Aún en el anonimato, participó de la controvertida decisión de retirar el busto del rey Juan Carlos de la sala de Plenos. Las críticas recayeron en Colau y en su teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, que meses antes había oficiado la boda libertaria de Domènech, en la más pura tradición familiar. Mayor de tres hermanos y padre de un hijo de 4 años, sus padres, artista vanguardista él y librera ella, militaron en la CNT. Cuando la crisis arreció, él mismo se convirtió en representante sindical de la CGT. Fue una de las formas de su activismo a lo largo de los años.

En los 90 fue juzgado por insumiso; entrada la década de 2010, estuvo en la creación de la Plataforma Unitària en Defensa de la Universitat Pública, y participó en el 15-M, donde conoció a Pablo Iglesias y a Íñigo Errejón. A principios de 2013, se embarcó en el Procès Constituent, la amalgama de “activistas, profesores e intelectuales” a favor de un cambio político, económico y social y sin una postura uniforme sobre la independencia. La religiosa Teresa Forcades fue una de sus caras más conocidas, pero también otros como Pisarello o Jaume Asens, también teniente alcalde de Barcelona, que fueron el nexo con la alcaldesa. De su mano empezó a gestarse su salto a la política, que le llevaría después al ayuntamiento y también a rechazar encabezar la candidatura de Catalunya Sí Que Es Pot en las elecciones catalanas de 2016. Dijo sí a la siguiente propuesta, liderar En Comú Podem al Congreso para el 20-D y el 26-J. Durante unas horas en enero de 2015, estuvo llamado a ser el ministro de Plurinacional, en el reparto del Gobierno con el PSOE ideado por Pablo Iglesias. También saltó a la fama por su famoso pico con el líder de Podemos. “Hay gente que ha pasado a la historia por muchas cosas. Yo, por un beso”, ha llegado a bromear.

Admira a Compromís, “el referente de un cambio en el Estado” y del que “hay que aprender mucho, tanto en la manera de hacer política como en la de gestionar las corrientes internas”, y se le considera lo bastante razonable como para no buscar imponer la agenda catalana en cualquier contexto. A pesar de ello, fue uno de los artífices de la condición de la consulta para que Podemos y sus confluencias apoyaran a Sánchez. “El referéndum no fue el único escollo”, se defiende hoy un político con fama de “ver la luz al final del túnel” y que, en el caso del túnel catalán, reniega del nuevo adelanto electoral que pronostican PSC, Ciudadanos y PP. “Cataluña tiene que decidir su futuro con un referéndum” con tres garantías: reconocimiento internacional, que participe una mayoría y que sea “efectivo”.

Con Podem Catalunya a bordo, el camino hacia la asamblea constituyente del nuevo partido, el 8 de octubre parece ahora expedito para encumbrar a Domènech, aún no cautivado totalmente por la política. “He sido profesor de universidad, activista y ahora político, pero tengo muchas ganas de volver a ser profesor y activista”.

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