El amigo alemán: de Madrid a Bruselas

24 / 07 / 2014 Carsten Moser
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Después de cinco años, el diplomático alemán Reinhard Silberberg cambia de destino y deja atrás muchos amigos. De ahora en adelante le tocará defender los intereses de su país ante la Unión Europea.

España ha tenido suerte con los últimos cinco embajadores alemanes destinados a Madrid: dos aterrizaron desde la central del poder político, habiendo sido consejeros en la Cancillería; dos asumieron a continuación la Secretaría de Estado en el Ministerio de Exteriores en Berlín, y el último, Reinhard Silberberg, sirvió cuatro años como secretario de Estado antes de empezar su fructífera etapa como embajador en la capital del Reino de España. Su currículum en forma telegráfica: nace en 1953, estudia Ciencias Sociales y Filosofía y comienza su carrera diplomática en 1980, siendo destinado a Dhaka (Bangladesh), Guatemala y Bruselas, antes de regresar a Berlín en 1992 para desempeñar cargos tan importantes como la dirección general de Asuntos de la UE en la Cancillería o la dirección general y la Secretaría de Estado en el Ministerio de Exteriores.

En noviembre de 2009 llega a Madrid un sueño diplomático hecho realidad tanto para su esposa, gallega de nacimiento, como para él.

A lo largo de los últimos cinco años, Reinhard Silberberg se ha empeñado en dejar las relaciones hispano-alemanas al más alto nivel en lo político, económico y cultural. Si en España se están dando los pasos necesarios para promocionar el sistema dual de la Formación Profesional, que tan buenos resultados le ha dado a Alemania durante los más de 100 años de su existencia para combatir el paro juvenil, fomentar el empleo estable y potenciar la excelencia en la agricultura, la industria y los servicios, el mérito es en parte del embajador alemán. Como lo es haber impulsado muchos acuerdos entre universidades y centros de investigación de ambos países para fomentar el I+D+i y encuentros sobre temas europeos tan importantes como el futuro del sector energético o la industria del automóvil.

Le tocó propagar la fórmula alemana para salir de la crisis en Europa, basada en sanear las cuentas públicas, poner en marcha reformas estructurales para impulsar la productividad y el crecimiento y destacar la importancia de las inversiones en educación e investigación. Estos fueron elementos básicos de la Agenda 2010 que el canciller Gerhard Schröder ideó en los primeros años de este siglo, en cuya elaboración Silberberg jugó un papel importante y que sentó las bases de la recuperación económica alemana. No fue fácil para el embajador alemán defender ante políticos y opinión pública en España que lo que había funcionado en Alemania también funcionaría en  otros países y que había que tener paciencia hasta notar que la estrategia acordada para salvar el euro daba sus frutos. Así ha sido en España y así lo corroboró el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, durante su visita a Madrid el 30 de junio, alabando la política económica del Gobierno de Mariano Rajoy y vaticinando que Europa saldrá muy reforzada de esta crisis, si sigue apostando por la senda de “Estabilidad y Crecimiento”. Porque, según Schäuble, solo ella asegura un tejido productivo más competitivo y la creación sostenida de puestos de trabajo.

Sin duda ayudó a Silberberg su carácter dialogante, su curiosidad y sus profundos conocimientos de las relaciones hispano-alemanas. Sin duda influyó que fomentara muchos proyectos culturales que han servido de puente entre los dos países. Y sin duda contribuyó a su éxito su facilidad para establecer contactos así como expresar sus puntos de vista de forma inteligente, clara y sencilla. A partir de septiembre, el Gobierno alemán le ha encomendado la tarea de representar los intereses de su país en la UE. Que un gran conocedor de los entresijos de Bruselas sea parte del equipo que tendrá que emplearse a fondo para lograr la victoria del proyecto de integración europea es una muy buena noticia. Como lo es para España tener un amigo y socio alemán en un puesto tan relevante.

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