Policías españoles reciben entrenamiento en Israel

25 / 08 / 2011 14:48 Ana Garralda (texto y fotos)
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Agentes de diversos cuerpos de seguridad del Estado se pagan de su propio bolsillo cursos en el extranjero para poder hacer prácticas ilimitadas con fuego real, algo que está muy controlado por ley en España. Todo sea por tener un currículo mejor.

Barrido, barrido, limpio, limpio, enemigo, enemigo!”, gritan, antes de abrir fuego contra varias siluetas, los participantes del último curso de tiro y combate en zonas de alto riesgo que la empresa de seguridad privada israelí Guardian Spain ha impartido en un kibutz del norte de Israel.

Son 14 alumnos –11 españoles (militares, guardias civiles, policías nacionales, mossos d’Esquadra, ertzainas o agentes de seguridad privada), un ecuatoriano, un mexicano y un chileno- que durante una semana (dos, si el curso incluye un módulo de protección de personas y contravigilancia) ensayarán distintas técnicas de tiro y combate en zonas urbanizadas. “El objetivo es lograr entrar de forma segura y rápida en un edificio o casa, evitando daños a los rehenes”, explica Ilan Arzooan, director de la empresa y veterano instructor curtido en operaciones clandestinas.

Una vez que el equipo de 4 miembros limpia el inmueble, revisando habitación por habitación, llegan a la zona contaminada. Lo primero, montar el arma y colocarla en ángulo recto respecto de la cabeza. El cuerpo irá después, desplazándose de forma gradual y siempre adelantando la pierna opuesta a la mano que sostiene el arma, para adoptar una posición estable que permita disparar. “¡¡¡Pam, pam, pam!!!”, terminada la entrada no queda títere con cabeza; tampoco camisetas sin agujerear (una de ellas tiene la cara del Che Guevara; otra, las siglas en ruso de la URSS).

El arma de uno de los soldados se encasquilla. “¡Quiero escuchar fallo!”, le grita Eyal, otro de los instructores, tirándole de la camiseta y apartándole del grupo para que el siguiente continúe con la maniobra. Lo más urgente es desencasquillar el arma y volverla a montar. El resto dispara contra los enemigos, “pam, pam, pam, pam”. Termina el ejercicio y es momento de revisar fallos antes de la próxima entrada. “En España no tenemos estas facilidades, no quieren que tanta gente haga fuego real al mismo tiempo por temas de seguridad”, comenta David, alférez de la Legión. “Aquí la legislación nos permite disparar en grupo y es muy positivo para el entrenamiento”, añade.

Zona contaminada.

Cuando oscurece, llega el momento de las entradas nocturnas. En este caso los equipos tienen cinco miembros: cuatro asaltantes y un francotirador. Caras pintadas, chalecos tácticos, cascos antifragmentación, gafas de protección, linternas, miras holográficas, transmisores, etcétera. La patrulla está lista. Se alejan unos 500 metros del inmueble y, siempre supervisados por uno de los instructores, van progresando en formación a través de la oscuridad hasta llegar a la zona contaminada.

Lo primero, el posicionamiento del francotirador, que se sitúa en un punto elevado desde donde identifica varios globos a modo de supuestos enemigos guardianes. “Pam, pam, pam...”. En un máximo de cinco disparos habrá tenido que abatir a dos vigilantes. Despejada la zona, dará instrucciones por el transmisor al grupo de asalto que espera en las inmediaciones: “Vigilantes abatidos, adelante”. El equipo progresa aproximándose sigilosamente al inmueble y entrando de una forma similar a la de la mañana… “¡Barrido, barrido, barrido! ¡Pam, pam, pam! ¡Limpio, limpio, limpio!”.

Después de dos semanas de curso los participantes pueden llegar a disparar hasta 2.500 cartuchos de diferentes calibres, mientras que en España dentro de los entrenamientos reglamentados no llegan al centenar durante un año. “En España la teoría es muy buena pero nos falta la práctica, aquí las técnicas están muy depuradas por los años que llevan de conflicto los israelíes”, añade Emilio, escolta de seguridad privada en Barcelona.

La mayoría paga de su bolsillo los 4.000 euros que cuesta el curso completo (unos 2.500 si es de una semana) Ninguno de los cuerpos de seguridad del Estado lo financian. “Merece la pena”, explica Andoni, sargento de la Legión. “Yo soy instructor y para enseñar a mis hombres tengo que conocer las mejores técnicas”, dice este militar que en febrero formará parte, junto a David, su compañero alférez, del reemplazo español que viajará al sur del Líbano, donde nuestro país tiene desplegados a más de 1.000 soldados, enmarcados en la Fuerza Provisional de la ONU para el Líbano (Unifil).

Disparar con un Tavor es otro de los atractivos del curso. Este fusil de asalto, arma reglamentaria en el ejército israelí, está sucediendo al famoso M-16, fabricado con licencia estadounidense. Utilizando una munición de 5,56 mm, fue diseñado por Israel Weapon Industries (IWI) con materiales de aleación más ligeros y una serie de mejoras respecto de su predecesor (el sistema de expulsión de las vainas es intercambiable de un lado a otro, lo que permite ser adaptado tanto para diestros como para zurdos).

Muchos lo consideran el fusil estrella de la guerra del Líbano de 2006. Al ser más ligero y corto que el M-16, quienes lo utilizan aseguran que es un arma ideal para el combate en escenarios urbanos, en las distancias cortas. Por eso, es el fusil que utilizan los alumnos durante el curso, además del M-16 y del Galil para francotiradores, un rifle de precisión con munición de 7,62 mm.

Superadas las prácticas de tiro, los alumnos que completan el curso de dos semanas se desplazarán a un circuito situado en Kfar Sava, en el área metropolitana de Tel Aviv, donde durante otros dos días realizarán ejercicios de conducción operativa y evasiva. El entrenamiento consiste en realizar maniobras sobre superficies deslizantes con agua y aceite, girar marcha atrás en movimiento o subirse a un coche-simulador de accidentes que, teledirigido por un instructor, girará 180º simulando una vuelta de campana hasta quedar completamente invertido. Una práctica útil en el ámbito de la protección de personas.

Artes marciales.

Por la tarde, el protagonista será el Krav Maga, el sistema oficial de combate y defensa personal del ejército y la policía israelíes, un arte marcial cuyo nombre en hebreo significa “combate cuerpo a cuerpo” y que popularizó un emigrante de Bratislava que participó en la resistencia judía contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial. En los 40 viajó a Israel, donde terminó de perfeccionar este sistema de defensa personal. Su filosofía es preventiva: neutralizar al rival antes de que este pueda atacarte, con golpes rápidos y certeros en las partes más vulnerables del cuerpo: ojos, mandíbula, garganta, rodilla, etcétera.

Al cerebro de los ciudadanos de a pie le cuesta asimilar determinadas cantidades, como los 7.300 millones de dólares (5.300 millones de euros) que percibieron en exportaciones militares una decena de empresas de seguridad israelíes en 2010.

El mercado latinoamericano está en auge, especialmente por el considerable descenso del presupuesto militar de antiguas potencias europeas, fieles clientes de la industria armamentística. Por eso, Israel ha puesto sus ojos en España y por ende en Latinoamérica, donde, por ejemplo, el Gobierno colombiano invirtió casi el 40% de su presupuesto en Defensa en la compra de productos de defensa israelíes en 2007, poco antes de la liberación de la candidata presidencial Ingrid Betancourt. Las malas lenguas dicen que fueron militares israelíes quienes diseñaron la operación de rescate, a través de una consultora de seguridad privada en manos de un general retirado de las fuerzas de defensa de Israel. Una información que nunca confirmó el Gobierno colombiano, pero, curiosamente, el entonces ministro de Defensa es hoy el actual presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, que lleva años contratando a distintos exoficiales israelíes para cuestiones de seguridad.

Israel ha hecho de la seguridad una industria y España es uno de sus clientes. Así, acaba de comprarle a la prestigiosa marca Rabintext (puntera en la fabricación de chalecos antibalas, cascos antifragmentación y sistemas de visión nocturna y de la que Guardian Spain es exportador oficial) más de 12.000 chalecos antibalas para la Guardia Civil. El precio: 3,5 millones de euros.

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