Pánico en el bloque soberanista

06 / 11 / 2017 Antonio Fernández
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El independentismo afronta los comicios del 21 de diciembre en una situación muy complicada: dividido y sin relato tras haber fracasado.

¿El hereu? El ex conseller Santi Vila se ha postulado para liderar el nacionalismo moderado con vistas al 21-D. Foto: Ferran Sendra

De la euforia a la depresión en cuestión de horas. Ese fue el último recorrido del denominado procés catalán. La maniobra del presidente español, Mariano Rajoy, de aplicar el artículo 155 de la Constitución para intervenir la autonomía y, acto seguido, convocar elecciones para el 21 de diciembre dejó descolocados a los independentistas, que acababan de aprobar una declaración de proclamación de la República Catalana en el Parlamento autonómico.

A partir de ahí, el pánico se instaló en las filas soberanistas: la declaración no es más que papel mojado. Incluso el ya exdiputado de la Candidatura de Unidad Popular (CUP) Benet Salellas reconocía poco después que Cataluña no se encuentra preparada para una independencia porque, entre otras cosas, no dispone de estructuras de Estado que puedan hacer funcionar la Administración. Por lo tanto, no se puede aplicar la resolución parlamentaria que tantas expectativas había despertado.

Pero, por si fuera poco, los partidos son conscientes de que dentro de un mes comenzará una durísima campaña electoral donde han de arrancar el mayor número de votos. Por eso, el anuncio de los comicios les pilló con el paso cambiado. La huida del ya ex president Carles Puigdemont a Bruselas sin avisar ni siquiera a su partido es otro síntoma de la histeria en que se ha instalado una parte del
 secesionismo. La Arcadia feliz preconizada durante años se desmoronó en apenas 24 horas. Todo era un bluf.

Además, el bloque independentista va perdiendo fuelle. Han sido cinco años de intensas movilizaciones y la ciudadanía ya está cansada. Por el contrario, el bloque antindependentista comienza a despertarse y ya ha protagonizado este mes de octubre dos manifestaciones históricas en Barcelona. El gran peligro para los soberanistas es que si el electorado partidario de seguir en España se moviliza masivamente en las autonómicas, la hegemonía parlamentaria del independentismo peligra. Por tanto, los partidos que tiraron del carro del procés han de gestionar ahora la frustración de la gente a la que le habían prometido el paraíso independiente y, al mismo tiempo, recuperar votos de debajo de las piedras para hacer frente al voto unionista.

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