Los cadáveres de la independencia

10 / 10 / 2016 Antonio Fernández
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El proceso separatista de Cataluña ha dejado ya varios damnificados graves en las propias filas independentistas. La CUP está a punto de romperse y en la antigua CDC ya hay una escisión en marcha

Como un Saturno que devora a sus hijos, el proceso catalán lleva camino de convertirse en otro mito que arrasa con todo lo que se le pone a tiro. Así, las tensiones en los partidos independentistas se han disparado en los últimos meses. Salvo Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que ha minimizado el impacto, los demás partidos soberanistas han notado el zarpazo del denominado procés y se han subido al podio de las tensiones. En la formación heredera de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), ha habido pequeñas fugas y uno de los otrora hombres de peso en el Gobierno catalán, Antoni Fernández Teixidó, inicia periplo bajo el paraguas de un nuevo partido. Es una escisión pequeña pero dolorosa para los convergentes.

Lo cierto es que no es la primera consecuencia del proceso. En la primera fase del peregrinaje hacia la independencia, estalló la gran crisis entre Convergència y Unió Democràtica (UDC). La veterana coalición, tras tres décadas y media de camino en común, se desplomó como el Hindenburg. En las elecciones autonómicas del 27 de septiembre de 2015, ambas formaciones se presentaron, por primera vez desde los años 70, por separado. Fue el primer aviso de que el proceso era una cosa más seria de la que parecía y no eran simples fuegos de artificio.

Blindajes

“El tema del proceso hizo que todos se tuviesen que posicionar y eso crea tensiones. Nosotros vivimos el periodo más crítico con la ruptura de CiU. Y Junts pel Sí (JxS) se creó precisamente por eso, para blindar el proceso”, explica a TIEMPO el diputado convergente Jordi Cuminal. JxS fue la plataforma que tomó el relevo de CiU, pero por primera vez ya con la independencia como meta principal de su programa electoral. Fue un gran paso adelante, un salto cualitativo y el inicio de una nueva etapa en la historia política de Cataluña, ya que por primera vez una fuerza de la derecha asumía los postulados soberanistas y estaba dispuesta a romper con el resto de España.

Pero desde las elecciones autonómicas, las tensiones en las formaciones independentistas se han agravado. A día de hoy, el presidente catalán, Carles Puigdemont, saca pecho diciendo que en Cataluña, en comparación con España, la situación política es una balsa de aceite. Pero eso es solo un espejismo. Para empezar, Artur Mas, el cabeza de lista de la plataforma de Junts pel Sí (JxS), la coalición que englobaba a CDC y a ERC, tuvo que dimitir y renunciar a ser el candidato a presidente de la Generalitat. Era una exigencia de la CUP. Por sorpresa, no obstante, los radicales anticapitalistas se conformaron con la cabeza de Artur Mas y firmaron un acuerdo de gobernabilidad en el que garantizaban la estabilidad parlamentaria.

Pero volvía a ser un espejismo. Puigdemont llevó a principios de junio unos presupuestos al Parlament que tuvo que retirar más tarde, al percatarse de que la CUP no le iba a dar su apoyo. Por primera vez, un Gobierno catalán vio rechazados sus presupuestos en la Cámara. Tras ello, convocó una “cuestión de confianza” para el 28 de septiembre, que merced a un nuevo pacto con la CUP, le mantuvo en el cargo.

A cambio, Puigdemont tuvo que transigir e incorporar a su hoja de ruta la promesa de convocar un referéndum de independencia en septiembre de 2017. La CUP quiere ahora adelantar la fecha de esa consulta (que quieren que sea vinculante) al mes de junio, que es el que figura en los documentos internos de la organización anticapitalista.

El segundo batacazo

Así las cosas, un veterano militante de Convergència señala a TIEMPO que “hoy por hoy, el Gobierno catalán es prisionero de la CUP. Puigdemont y Convergència ha perdido el norte. Han querido comer el terreno a ERC y se han encontrado con que ERC les ha comido terreno, porque ahora es la favorita en todas las encuestas”.

Diversos dirigentes tanto de la antigua Convergència como de ERC admiten que la intención de Oriol Junqueras, vicepresidente del Gobierno catalán y presidente de Esquerra, es presentarse a las próximas elecciones (que llaman “elecciones constituyentes” porque consideran que ya habrá habido un referéndum de independencia y que los soberanistas lo van a ganar) en solitario. “Esquerra Republicana puede obtener algo más de 40 diputados y Convergència a duras penas llegue a los 30. Incluso habrá que ver si conserva el segundo puesto”, insisten algunas fuentes.

Pero ese es solo uno de los batacazos del que fuera el partido más importante de Cataluña durante décadas y que hoy está diezmado tras la hoja de ruta impuesta por Artur Mas. Uno de sus golpes más duros, al margen de la ruptura de CiU, fue el desalojo de Artur Mas de la Generalitat. En estos momentos, solo manda en su partido, aunque tiene el cargo de presidente honorífico. Y no solo eso: la formación tiene graves problemas con su propio nombre. En su congreso fundacional, los militantes rechazaron las dos opciones de nombre que la cúpula quería imponer: Més Catalunya o Catalans Convergents. Luego, intentó llamarse Partit Demòcrata Català (PDC), pero el Ministerio del Interior no admitió el nombre.

Artur Mas y los suyos denunciaron una conspiración del Gobierno central, pero obviaban que incluso el pequeño partido Demòcrates de Catalunya (DC), formado por antiguos escindidos de UDC que se aliaron con Convergència formando parte de JxS, advirtieron que su nombre podía inducir a confusión y pensaban denunciar a la formación de Artur Mas ante los tribunales. Luego, anunciaron que sería el Partit Demòcrata Europeu Català, pero Ernest Maragall avisó que ese nombre era casi idéntico al que su hermano Pasqual Maragall había registrado hace un par de décadas (Partit Català d’Europa). Y, aunque es socio de los independentistas, Maragall amagó con presentar también una denuncia ante los tribunales. Al final, momentáneamente, se llama Partit Demòcrata Europeu Català (PDEU), ya que su inscripción fue admitida por Interior el pasado 29 de septiembre.

 

La deserción de cuadros

El último susto es la deserción de Antoni Fernández Teixidó, que en su tiempo había unificado en su persona las consejerías de Industria, Trabajo, Comercio y Turismo. Proveniente de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y después de pasar por el CDS, Teixidó aterrizó en CDC en 1993.

Fernández Teixidó se había alineado con la plataforma Llibergència de CDC, pero abandonó el partido esta primavera, en desacuerdo con la línea estratégica independentista y, esencialmente, por los pactos con los radicales de la CUP. Desde hace varios meses, lleva rumiando su propia hoja de ruta y cómo montar un partido de centro. “Su maniobra no tiene salida. Sabemos que fue a ver a un importante banquero y que este le regaló solo buenas palabras y le deseó suerte. Pero no irá a ninguna parte. ¿Qué ha hecho hasta ahora? Montar partidos para pactar con quien esté en el poder. Su trayectoria desde la LCR es muy errática. Ahora piensa que puede pescar en río revuelto y se equivoca. En estos momentos no hay espacio para una operación de este calibre”, explica a TIEMPO un alto cargo del PDEC.

Este alto cargo reconoce que “hace falta un partido que recoja la centralidad en Cataluña, esa centralidad que había tenido Convergència, que tenga el suficiente peso como para que se reconozca a Cataluña como nación, que pueda llevar a buen término un pacto catalanista, un reconocimiento fiscal de la realidad catalana y una modificación de las cuotas de solidaridad. Pero Fernández Teixidó no es ese líder”.

Otros dirigentes son más cáusticos. “Habría que ver si la damnificada es Convergència o el propio Teixidó, porque es uno de los que perdió su parcela de poder”, ironiza uno de ellos.

Para esta aventura, Teixidó reunió a su alrededor a algunos cuadros de la antigua Convergència, de UDC e incluso algunos descontentos de ERC. Su intención, según fuentes cercanas al que en su día fue superconsejero de Jordi Pujol, es crear un partido “catalanista, de centro, liberal y humanista”. Se trata de recuperar a los votantes “de la tradicional Convergència, que hoy se sienten desamparados”. El propio Fernández Teixidó, en una reunión para formalizar su proyecto celebrada a puerta cerrada el 4 de octubre, enfatizó:  “Yo mismo ni siquiera sabía a quién votar en las últimas elecciones”.

Su proyecto se llama Lliures y de momento no pasa de ser un “movimiento” con intención de transformarse en partido político a corto plazo. Sus líneas estratégicas son llegar a ser una fuerza de Gobierno para impulsar políticas liberales, recuperar la cultura de pacto de Cataluña que permita una mayor estabilidad, introducir los principios liberales y humanistas en la vida pública y combatir los populismos. Este último punto, según indica a TIEMPO uno de sus compañeros de viaje, fue introducido “en alusión a la irrupción de movimientos como el partido de Ada Colau o Podemos, que distorsionan la vida pública”. Como mano derecha, Teixidó cuenta con Roger Muntañola, que había sido el portavoz de Juventud de CiU, así como con Xavier Cima, exconvergente y actual marido de Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos en Cataluña. El núcleo duro de este movimiento está formado por una quincena de personas y, de momento, cuentan con apenas centenar y medio de adhesiones, aunque solo ha habido media docena de reuniones de los promotores y no se ha hecho ninguna labor de proselitismo.

Cuminal reconoce que “Convergència tiene una refundación con altibajos, pero la solución no es atomizarse. La idea es que todos se agrupen en torno a un solo partido. El congreso fundacional del PDEC dejó la puerta abierta para incorporar a mucha gente. Y las corrientes internas se han de ir situando todavía”.

 

Grupo parlamentario sólido

Paradójicamente, el grupo parlamentario de JxS queda libre de tensiones. “En primer lugar, tenemos una hoja de ruta muy definida y marcamos mucho la estrategia. Además, hay toda una serie de independientes que jalonan la lista que tienen un papel muy activo, como Lluís Llach, Muriel Casals, Carme Forcadell, Josep Maria Forné, Germà Bel y otros. Ellos velan para que JxS tenga una estrategia propia, para que no haya veleidades partidistas”. Y añade Cuminal otro elemento a tener en cuenta: “En Junts pel Sí coexistimos Convergència, Esquerra Republicana, independientes y también otros partidos más pequeños, como Demòcrates de Catalunya o Moviment d’Esquerra Socialista. Pero las líneas del programa no se cuestionan. Y si hay algo que no entre en el programa, se pacta al margen”.

El diputado Cuminal subraya que las tensiones internas de los partidos “no se pueden trasladar al Parlamento porque JxS tiene un mandato concreto y está esterilizado. Funciona muy bien. Por ello, no nos preocupan los movimientos internos de las formaciones para nuestra tarea parlamentaria”. Lo cierto es que esa estrategia le ha dado buenos resultados a JxS hasta el momento.

Crisis en la CUP

La otra fuerza soberanista que completa la mayoría absoluta del independentismo en el Parlamento de Cataluña es la CUP, que ya ha padecido varias crisis en los últimos meses. Esta organización está formada por once plataformas diferentes que se rigen de manera asamblearia (Endavant-OSAN, Poble Lliure, Lluita Internacionalista, Corrent Roig, En Lluita, COS, SEPC, Arran, Col·lectiu Drassanes, Constituents per la República y Crida Constituent). Y las tensiones aparecen periódicamente. El núcleo duro, articulado en torno a la organización Endavant-OSAN, del que son cabezas visibles los diputados Anna Gabriel y Benet Salellas, presionó para no investir a Artur Mas como presidente.

Eso acarreó una gran crisis interna en la CUP, ya que la organización más moderada, Catalunya Lliure, era partidaria de investirlo para no hacer fracasar el proceso. En diciembre, en pleno debate de investidura, la CUP estuvo a punto de romperse. Los duros mantuvieron su firmeza apelando a que el nombre de Mas estaba muy ligado a la corrupción (por su cercanía a la familia Pujol y por los procesos judiciales contra Convergència) y que, además, había sido el artífice de los grandes recortes en sanidad y educación desde el año 2011. Al final, Artur Mas cayó, pero a cambio pidió una “depuración” en las filas de la CUP y un arrepentimiento público de la organización radical, reconociendo que se había equivocado.

Tras el enfrentamiento por la investidura, las cosas ya no volvieron nunca a ser iguales. Es cierto que ante los presupuestos que Oriol Junqueras presentó en el Parlamento la CUP votó unánimemente en contra. Y puso sus nuevas cartas sobre la mesa: debían revertir algunos de los recortes practicados. Y tenían que contemplar una partida para celebrar un referéndum unilateral de independencia en 2017. O eso o el Gobierno caería. Y si el referéndum no era contemplado por JxS, ni siquiera votarían a favor de Puigdemont en la cuestión de confianza del 28 de septiembre, por lo que el presidente catalán hubiese tenido que convocar elecciones anticipadas.

Al final, JxS y la CUP llegaron a un nuevo acuerdo de gobernabilidad a comienzos de septiembre. Pero las aguas no han vuelto a su cauce y las espadas siguen en alto dentro de la organización anticapitalista. “Los miembros más duros del grupo parlamentario están marcados, pero sobre todo Anna Gabriel, que es una de las que más ha destacado”, admite a TIEMPO una fuente de la formación anticapitalista.

Gabriel pasa por ser la ideóloga del núcleo duro de la CUP. Y cualquier movimiento en torno a ella debe leerse, de momento, en clave interna de la organización. “Hay un sector moderado que es partidario de apoyar al Gobierno de la Generalitat por una cuestión de coherencia, para poder culminar el proceso independentista. Pero el sector duro es partidario de provocar un choque de trenes con el Estado español y que los cambios en la hoja de ruta vayan acompañados de cambios en el orden social. Se trata de llevar las consignas revolucionarias a las instituciones y forzar la adopción de medidas como la negativa a pagar la deuda, la reversión de los recortes, el reequilibrio de la riqueza, un proyecto de progreso, en resumen. Los duros quieren romper ya y los moderados prefieren que marque la pauta JxS desde el Gobierno, ya que saben que sin las instituciones de su parte, no podrán jamás llegar a la ruptura. Son dos estrategias diferentes que están tensando la paz interna de la CUP”.

En un documento elaborado este mes de agosto, el grupo de Endavant denunciaba “el procesismo” y apostaba por “la ruptura de forma inmediata”. En ese documento incluso advertían de que “la izquierda independentista ha de ser inflexible a la hora de exigir que se materialice la ruptura independentista en el principado [nombre que se le da a Cataluña como integrante de los Països Catalans] que las urnas refrendaron el pasado 27 de septiembre [de 2015] y que esto sea antes de junio de 2017”.

Leyes de desconexión

Precisamente, Puigdemont anunció en el debate de la cuestión de confianza del pasado 28 de septiembre que piensa convocar un referéndum para la segunda quincena de septiembre de 2017, pero la CUP ya le ha pedido que sea en el mes de junio, tal y como consta en el documento de Endavant. Toda la organización, en cambio, valora “la carga rupturista y de enfrentamiento real con el Estado que contiene la propuesta de un referéndum unilateral sobre la independencia”.

Con estas premisas, la CUP lanzó un órdago a ERC y a Convergència: o referéndum o el Gobierno quedaba en minoría en el Parlamento. Y JxS se avino a introducir el referéndum unilateral en su hoja de ruta. “Es un enriquecimiento, un paso más en el proceso”, admite Sergi Sabrià, portavoz de ERC. La estrategia, asegura el dirigente republicano, apenas varía: en junio estarán preparadas las “estructuras de Estado” que Puigdemont está construyendo y las “leyes de desconexión” que deben jubilar a los marcos legales españoles y dar entrada a un nuevo marco jurídico exclusivamente catalán. Acogiéndose a ese nuevo marco jurídico, el presidente catalán convocará un referéndum unilateral y, acto seguido, elecciones “constituyentes”, en las que se escogerá un Parlamento cuya principal misión será redactar una Constitución catalana que, a renglón seguido, será sometida a otro referéndum.

Está por ver, sin embargo, si esa hoja de ruta es factible o no. Y, sobre todo, qué apoyos parlamentarios va a tener el posicionamiento del Gobierno catalán. Puigdemont ya ha dicho que su Gobierno no vulnerará las leyes vigentes, aunque eso es relativo, ya que si redacta determinadas leyes para las que no tiene competencias, estará situándose jurídicamente fuera de la legalidad. En esta etapa, es previsible que las tensiones dentro de la CUP se agraven aún más. 

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