Los 20 gays más influyentes

22 / 08 / 2008 0:00 Luis Algorri
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Políticos, cineastas, empresarios, estrellas de la televisión... En puertas del día del orgullo gay, hacemos un repaso de los homosexuales más poderosos de España.

"¿Un grupo de influencia organizado? Vamos, ¿un lobby gay en España? Pues mira, creo que eso no existe. Más que nada porque, si existiera, creo que yo me habría enterado, ¿no?”. Quien bromea de ese modo es Pedro Zerolo, concejal socialista en el ayuntamiento de Madrid, miembro de la Ejecutiva del PSOE; un canario nacido en Venezuela que a punto estuvo, según se decía en numerosos mentideros, de ser ministro de Asuntos Sociales en el actual Gobierno. Pero como él mismo dice, riéndose de nuevo: “Es que yo, ahora mismo, no doy el perfil, mi niño. A ver si para otra...”. Pero nadie puede negar que este abogado que ya ha entrado en la quinta década de su vida (o sea, que tiene más de 40), que vuelve locos a los periodistas porque habla sin interrupción y que fue uno de los primeros gays españoles en hacer uso, en 2005, del entonces recién estrenado derecho de los homosexuales a contraer matrimonio civil con sus parejas, es uno de los gays más influyentes de España. Cuando en el barrio madrileño de Chueca (la capital gay, el Castro madrileño) alguien menciona, sin más, el nombre de Pedro, casi nadie pregunta ya qué se cuenta de Almodóvar. En el mundo gay, ‘Pedro’ es, por antonomasia, Zerolo. Es difícil imaginar que sin él, sin su obstinación y su vehemente capacidad de rendir al rival no sólo por argumentación sino por agotamiento, los gays y lesbianas españoles hubiesen logrado la elevación a norma legal de derechos que les equiparan plenamente al resto de los ciudadanos, algo que ocurre en poquísimos países –el último, Noruega–. Zerolo mantiene hoy una actitud crítica: “Nos ven pero no nos escuchan”, dice. Y piensa que la visibilidad pública de gays y lesbianas con peso en la sociedad sigue siendo muy importante por lo que tiene de ejemplo: “Nosotros, que tanto hemos luchado por nuestros derechos y nuestra libertad, estamos dispuestos a luchar por la libertad de otros. Sabemos bien cómo se hace eso, estamos acostumbrados a la sensibilidad que hace falta para luchar por los demás, por las mujeres, por la gente diferente o discriminada”.

 Políticos influyentes

Pero Zerolo no es el único político influyente abiertamente gay. El diputado socialista catalán Miquel Iceta hoy es viceprimer secretario del PSC, portavoz del partido y, además, portavoz del Grupo Socialista en el Parlamento catalán. La primera vez que aspiró a un escaño en esa Cámara (elecciones de octubre de 1999) decidió hacer pública su orientación homosexual y pedir el voto de los gays y lesbianas. Obtuvo el acta de diputado. Era la primera vez que un político salía del armario aunque, como el propio Iceta ha dicho algunas veces, “lo mío lo sabía todo el mundo, así que, más que salir del armario, lo que hice fue bajarme de la vitrina”.

Y, como todos los demás, se empeña en una larga lucha “porque esto no sea noticia, como no es noticia que a mí me gusten los gatos aunque a otros les gusten los perros”. Más o menos lo mismo hizo el socialista canario Jerónimo Saavedra, dos veces ministro con Felipe González, dos veces presidente de Canarias, senador y, desde junio de 2007, alcalde de Las Palmas, puesto que obtuvo después de una contundente victoria electoral. Saavedra, que está a punto de cumplir 72 años, hizo pública “oficialmente” su homosexualidad cuando redactaba el prólogo de un libro que se tituló Outing en España. Se puso a escribir y, sencillamente, lo dijo. Así de fácil. Tuvo que soportar algunas bromas homófobas de pésimo gusto en algún carnaval, pero es evidente que sus conciudadanos lo quieren y lo respetan: su presencia al frente de las listas del PSOE en las últimas municipales hizo que el partido ganase seis concejalías y obtuviese la mayoría absoluta. Y también lleva años diciendo que la normalidad llegará el día en que la opción sexual de la gente ya no sea noticia. La visibilidad de gays influyentes está en la política, pero también, siquiera testimonialmente, en la Judicatura, tradicionalmente tan conservadora en sus formas.

El juez Fernando Grande-Marlaska, uno de los azotes de ETA desde la Audiencia Nacional (sus últimas iniciativas se encaminan a acabar con el callejero etarra y su siniestro santoral de placas, calles y monolitos), está casado desde hace tiempo con su pareja, un filólogo vasco llamado Gorka, y no se corta un pelo al hablar, delante de quien sea, de su marido. Como tantos gays influyentes más, no se siente modelo de nadie, pero, como él dice, “hay muchos chavales que viven en pequeños pueblos y que lo tienen muy difícil. Y con esto puede que se digan: ‘¡Mira, ese tío del que hablan tanto los periódicos también es así!; entonces lo mío no será tan raro, no será tan malo”.

En el mundo de la farándula abundan los gays que, más que conocidos (de esos hay a patadas) son, por su trabajo o por su actitud, importantes e influyentes. El oscarizado director de cine Pedro Almodóvar no suele hablar de su vida personal, aunque lo ha hecho en alguna publicación extranjera y, como dicen sus amigos, “todo el mundo lo sabe”. El director de la Compañía Nacional de Danza, Nacho Duato, contestó hace tiempo a una pregunta impertinente, en televisión y en directo, con una lección de serenidad y de dignidad: “Pero si es que todo el mundo sabe que soy gay...”. Y ya no hicieron falta más mareos de perdiz. Al menos con él, porque con el famosísimo cantante que se enamoró de él como un burro y llegó a plagiarle títulos de espectáculos, las cosas son distintas: se enfada mucho cuando se habla de su homosexualidad. Y no es el único. Esas estrellas de la canción son de las que justifican la famosísima camiseta con la frase: “Yo no soy gay, pero mi novio sí”. Dos de los mejores directores teatrales de las últimas décadas, José Carlos Plaza y Lluís Pasqual (el último éxito de éste fue un memorable montaje, el pasado invierno y en el Matadero de Madrid, de La famiglia del antiquario, de Carlo Goldoni), jamás han ocultado su homosexualidad, del mismo modo que tampoco han hecho bandera de ella.

 Literatos, escritores…

Otro cineasta consagrado, Alejandro Amenábar, acude con su pareja a las ceremonias de los Goya y cualquiera pudo verlo, solo y tan feliz, hace tres años, en la manifestación del Orgullo Gay madrileño en que se vitoreaba la modificación del Código Civil para legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo, que había salido en el BOE aquel mismo día. Ninguno de ellos hace bandera, exhibición, profesión o negocio de su homosexualidad, algo que sí hacen otras notorias petardas televisivas. Es algo que está ahí y que es normal, “lo más natural del mundo”. Esa frase dirige inmediatamente a uno de los homosexuales más influyentes, por lo que tiene de ejemplo para miles de gays que hay en España: el presentador de televisión Jesús Vázquez. Este gallego, que ya pasa de los 40, anduvo hace años en “malos pasos”: una revista trató de convencer a la gente, fotos de por medio, de que era novio de la starlet Marlene Mourreau. Pero las canalladas que tuvo que soportar en el llamado caso Arny, una conspiración en toda regla de la que salió absuelto y triunfante, le hicieron afrontar la vida de otro modo. La tierra casi tembló el día en que Vázquez, en pleno horario infantil y juvenil, y en un programa destinado a la chavalería, le atizó a su entonces novio (hoy están casados) un beso de tornillo de los que no daba ni Clark Gable. Y todo eso en las pantallas de Telemadrid. El aplauso no se acababa nunca. Vázquez, un ejemplo de honestidad personal, de valentía y de naturalidad, es un referente para miles de gays, sobre todo jóvenes, y un valioso contrapunto a la legión de maricatódicas televisivas que sólo están ahí para provocar risa y cotillear.

Entre los literatos y escritores destacan el académico Francisco Nieva, cuyas memorias, Las cosas como fueron, dejan claro que para el ilustre dramaturgo jamás hubo problemas de identidad. Como él mismo contaba: “Cuando me tocó vivir algunas situaciones inolvidables con los artistas más grandes de aquel tiempo, siempre pensaba lo mismo: ¡Y que esto me esté pasando a mí, que soy de Valdepeñas!”.

Juan Goytisolo lleva muchos años viviendo en Marrakech sin ocultar su sexualidad; el cántabro Álvaro Pombo, ganador del premio Planeta con La fortuna de Matilda Turpin y autor de una obra literaria apasionante, es de los que ha “padecido persecución por causa de la justicia”; ocurrió hace muchos años, cuando un guardia le vio sentado en un banco, le preguntó si era homosexual y él, tan tranquilo, dijo que sí, indiferente a que aquello fuese, en la España de Franco, un delito. Hoy Pombo, desde su barba de marino escandinavo, interviene en tertulias, da su opinión indoblegable cuando cree que debe hacerlo y hasta se presentó, en las últimas elecciones, como candidato a senador por el partido de Rosa Díez y Fernando Savater: otro español importantísimo que, según sus propias palabras, “jamás se ha enamorado de la gente por su sexo sino por su mente”. Pero quizá el escritor español más obstinadamente gay sea el gaditano Eduardo Mendicutti, un hombre cuyas novelas, que siempre publica Tusquets y que siempre abordan el asunto del amor entre personas del mismo sexo, se venden como pan bendito desde aquella breve y genial `Un mala noche la tiene cualquiera´ (1982), quizá la visión más desternillante y conmovedora que se ha escrito del golpe de Estado de Tejero. A Mendicutti le paran los tiarrones musculosos en los bares gays, se le quedan mirando con toda devoción, como si fuese Nuestra Señora la Bien Aparecida, y al final acaban por confesar, ruborizados: “Yo es que le leo mucho, don Eduardo”. Él deja caer un displicente “gracias”, y sigue viaje. En el mundo de la empresa y las finanzas hay pocos homosexuales ‘visibles’, pero ahí está el abulense Jesús Encinar, creador de éxitos como idealista.com (un portal de Internet que se ha vuelto una referencia indispensable en la venta de pisos) o Enrique Sarasola, el creador, junto con su pareja Carlos Marrero, de la cadena Room Mate: hoy son 21 hoteles diseñados como “el hotel en el que a nosotros nos gustaría estar”. En Barcelona destaca Aladino Nespral, un audaz empresario que puso en pie la Fundación Arena y que controla gran parte de los locales de ocio gay de la capital catalana. Su última iniciativa, que ha levantado tantos aplausos como suspicacias, ha sido la de crear un geriátrico pensado para homosexuales, que permitirá a estos –la idea es abrirlo en este mismo año– vivir su vejez tranquilamente sin necesidad de “disimular” ante las monjitas. En Madrid está Óscar Pérez, quien junto a su pareja de siempre, José María (él lo llama “mi compañero de vida”) ha puesto en pie un holding que no deja de crecer y que integra negocios inmobiliarios, zapaterías, tiendas de ropa, la revista mensual Odisea y la editorial del mismo nombre, que ha creado un premio literario de referencia en el mundo gay. Pero el periodista gay más conocido, y más influyente, es Miguel Ángel López, alma de la revista Zero: el medio que se ha esforzado por hacer visible la homosexualidad de muchos personajes conocidos, desde Jesús Vázquez al teniente coronel José María Sánchez Silva o el sacerdote José Mantero. López no cree que haya un lobby gay, aunque admite que sí ha habido gente organizada: “Los abogados que preparó el terreno al matrimonio gay sabía lo que tenía que hacer y lo hizo”.

Otro cantar son las mujeres. Para las lesbianas, un referente inevitable es la cantautora Inma Serrano, luchadora de extraordinaria sensibilidad que ha admitido públicamente su opción sexual y que grabó un vídeo animando a las chicas con miedos a hacer lo propio. Para los y las transexuales, el icono por antonomasia es la actriz Carla Antonelli, que ha saltado a la fama por su papel en la serie El síndrome de Ulises y que, después de toda la vida peleando por la visibilidad, ahora se muestra comprensiva con quienes no se atreven a dar el paso. La editora Mili Hernández (copropietaria de la editorial Egales y una histórica del movimiento gay-lésbico) no es tan complaciente: “Las lesbianas somos muy cobardes –dice, entre bromas–. No nos damos cuenta de que hoy es más fácil estar fuera del armario que dentro. Que nuestros padres no se han creído nunca que llevas 14 años ‘compartiendo piso con una amiga’. Y que hacer pública tu opción es bueno para ti... y para los demás. La sinceridad ayuda a la gente”.

Caperucita y el armario feroz

- ‘Tiempo’ planteó este reportaje como un análisis de los españoles gays y lesbianas que, en todos los ámbitos de la actividad humana, más influencia tienen en la sociedad, no por el hecho de ser gays o lesbianas, sino simplemente siéndolo y actuando con total naturalidad en sus trabajos.

- En ningún caso hemos pretendido hacer ‘salir del armario’ a nadie pero, cuando ya la tendencia sexual de unos u otras está dejando de ser noticia por sí misma; cuando ya a nadie que merezca la pena le interesa demasiado con quién se acuesta cada cual, y suponíamos que todo eso formaba parte de los asuntos naturalmente asumidos por los españoles del siglo XXI, nos encontramos con que, en las inmediaciones de un notorio miembro del actual Gobierno, se nos “aconseja” que no mencionemos su nombre en un reportaje sobre gays influyentes, porque, según dicen, eso forma parte de la “vida privada” del señor ministro. Claro que sí, pero en un semanario del siglo XXI, y no del siglo XIX, estábamos convencidos de que hablar de esa parte de la vida privada del protagonista tenía, a estas alturas, tanta importancia como desvelar que le gusta el ajedrez, que es forofo del Atleti o que odia la salsa de soja. Pues parece que no es así y respetamos, desde luego, su decisión de no aparecer en nuestra portada, aunque nos deje atónitos.

- Como respetamos la decisión análoga de un importante periodista, que tampoco ha querido colaborar. Y también, no faltaba más, la inaudita ‘armarización’ (‘estar en el armario’ quiere decir, en el mundo gay, negar u ocultar que se es homosexual) de otros informadores, éstos radiofónicos y de diversas emisoras; de una archiconocida ‘periodista del corazón’ que lleva dos años casada por lo civil con su pareja después de 18 de convivencia, y que ahora teme lo que podrían decir de ella en el ‘¡Hola!’ si ‘lo suyo’ se supiese más de lo que ya se sabe; de varias brillantísimas periodistas televisivas que presentan o han presentado telediarios; de al menos un par de alcaldesas de capitales de provincia; de actrices muy notables que incluso han interpretado, con todo éxito, papeles de lesbianas en su actividad profesional; escritoras, pintoras, cantantes, deportistas, toreros... hombres y mujeres que, en pleno siglo XXI (el miedo aún impera con increíble abundancia entre las chicas, muchísimo más que entre los varones), aún no dicen: “Sí, soy gay, ¿y qué pasa por eso?”. El armario, a estas alturas, sigue hasta arriba de gente, sobre todo mujeres.

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