La infanta da un giro a su vida

12 / 09 / 2008 0:00 Pepa Rebollo y Marisa Perales
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Estrena trabajo y sueldo fijo. Ha comprado casa y ha retomado su afición por la hípica. Más simpática que nunca, se ve con sus amigos de siempre.

La infanta Elena ya no es la misma. Y en los próximos meses va a dar pasos que cambiarán aún más radicalmente su vida. Tras haber recuperado actividades con sus antiguos amigos, haber retomado aficiones deportivas como la hípica y haber cambiado hasta de carácter, según dicen sus más cercanos, la primogénita de los reyes va a estrenar casa propia y un trabajo con sueldo fijo. Va a ser más ella misma y todo parece indicar que se prepara para vivir con mayor intensidad su propia vida. La vida de la infanta Elena dio su primer giro radical en 1995, cuando contrajo matrimonio con Jaime de Marichalar, un aristócrata castellano, ligado a la Corona desde antiguo. Inicialmente el matrimonio se fue a vivir a un piso alquilado en el Barrio de Salamanca de Madrid, pero después se mudaron a la casa de estilo señorial, situada en la madrileña calle de Núñez de Balboa, que compró Marichalar. Tras doce años de convivencia y dos hijos de por medio, ella decidió separarse e iniciar una nueva etapa que oficialmente ha sido denominada como “cese temporal de su convivencia matrimonial”. Ella está deseando resolver la situación jurídica de su separación, aunque Marichalar no acaba de creérselo. La infanta abandonó el domicilio conyugal, un ático tríplex de 500 metros cuadrados que Marichalar había comprado sobre planos y por el que pagó tres millones de euros, y tras un corto período en La Zarzuela alquiló un chalet de 200 metros cuadrados en el que aún vive con sus dos hijos, Felipe y Victoria.

Ahora, en un paso que cambiará de forma importante la vida de su familia, doña Elena ha adquirido un piso situado en el barrio madrileño del Niño Jesús de 468,28 metros cuadrados por 1.800.000 euros. Y además ha tenido suerte. La crisis inmobiliaria y las circunstancias particulares de la casa han hecho que el precio sea una ganga. En la misma finca, por ejemplo, otro piso de las mismas características ha sido vendido recientemente por 2.700.000 euros. Además, en el chalé alquilado en el que aún viven la infanta y sus hijos es difícil mantener la privacidad. La nueva casa se adapta mejor a sus necesidades de pasar desapercibida y, sobre todo, facilita el trabajo a los servicios de seguridad. La casa que ha adquirido doña Elena tiene dos accesos desde dos calles distintas. La entrada posterior da a una plaza muy tranquila, rodeada de chalets y mucha vegetación, pero fácilmente controlable por los escoltas. Por esa misma calle trasera se accede también al garaje, que cuenta con cámaras de vigilancia. La entrada principal es también muy discreta. ¿Tiene algún problema? Sólo uno y con solución relativamente sencilla. La casa lleva muchos años sin habitar y hace poco el propietario se lo dio a una inmobiliaria para que se encargara de su venta. Necesita mucha reforma y por eso la infanta y sus hijos tardarán varios meses en trasladarse. El portero de la finca aún no se lo cree: “Cuando la vea entrar me lo creeré. Yo, de momento, no la he visto. Claro que yo vigilo el portal y ella ha podido entrar por la puerta de atrás o por el garaje”. Aun así, ya hace conjeturas sobre cómo cambiará también su vida con la llegada de la infanta Elena. “Este –comenta el portero del inmueble– es un edificio muy tranquilo y los periodistas, los guardaespaldas y la policía lo van a revolucionar. Además, hasta por la tarde no me gusta vestirme de bonito y voy a tener que estar todo el día con corbata”. En su concepción original la vivienda, toda exterior, tiene cinco dormitorios con cinco cuartos de baño, además del salón y el comedor, una zona de servicio, trastero, tendedero cubierto y plaza de garaje. La terraza, que tiene orientación sur, como dicen los arquitectos que tiene que ser, cuenta con diez metros y tiene posibilidades de cerrarse, como han hecho otros vecinos. El edificio, construido hace unos treinta años, es de ladrillo visto y tiene una altura de cinco plantas, en cada una de las cuales hay dos vecinos: “Gente co- rriente, empresarios, unos con más dinero que otros”, añade el portero.

Nuevo trabajo

Licenciada en Ciencias de la Educación, la infanta es propietaria, desde 2003, de una guardería en el madrileño barrio de El Viso, donde ella imparte clases de inglés. Sus socios son Borja Prado Eulate, hijo de Manuel Prado y Colón de Carvajal, y su madre, Paloma Eulate. Borja y su mujer, Pilar, fueron un gran apoyo para la hija mayor de los Reyes. La ayudaron a montar la escuela infantil y fueron también uno de sus puntos de apoyo para superar el trauma que supone siempre la separación en la convivencia conyugal. Pero en esta nueva etapa de su vida la infanta Elena contará también con un nuevo trabajo y un salario mensual. Formará parte de la Fundación Mapfre, aunque no abandonará la actividad de su guardería. En Mapfre desempeñará su labor en el Instituto de Acción Social, creado en enero de 2006, y cuyas actividades se centran principalmente en la promoción de proyectos relacionados con la integración social de las personas discapacitadas en España, a favor de la infancia y la integración social en Iberoamérica. Este tipo de actividad, que en parte ya desarrolla en colaboraciones con otras fundaciones y organizaciones, es muy similar a la que asumió su hermana, la infanta Cristina, en la Obra Social de La Caixa. Según se asegura en el sector, no sólo los cometidos serán parecidos, sino que el salario también se parecerá. Por su labor en La Caixa, y según las fuentes consultadas por ‘Tiempo’, la infanta Cristina percibe unos 200.000 euros brutos anuales, cifra que al parecer será similar a la que recibirá su hermana. El contrato comenzó a negociarse hace semanas y tanto la Casa del Rey como la aseguradora han remitido al comunicado oficial. “Las conversaciones siguen abiertas –confirmaban en La Zarzuela esta misma semana– y cuando el resultado dé sus frutos se anunciará oficialmente”. A partir de ahí, y pasadas sus primeras vacaciones veraniegas sin su marido, la infanta Elena tendrá, entonces, un despacho en las oficinas que Mapfre tiene en el número 25 del Paseo de Recoletos, edificio emblemático de la compañía y que ahora se destinará a fines más protocolarios y actos oficiales, ya que el área de Acción Social de la Fundación se encuentra en las afueras de Madrid, en El Plantío. El contacto de la infanta con Mapfre ha sido sencillo. La relación de La Zarzuela con esta compañía aseguradora es más que fluida. La Reina doña Sofía ha presidido las últimas ediciones de entregas de premios de la Fundación y Mapfre patrocina la Copa del Rey de Vela. “Momentos para el encuentro hay muchos”, aseguran en la empresa. En ocasiones se ha llegado a decir que entre la aseguradora y la Familia Real existen lazos más estrechos. Eso pertenece al secreto entre clientes y empresas, pero sí es cierto que algún alto directivo de la compañía, ya retirado, ha llegado a afirmar en alguna ocasión que Mapfre tenía el privilegio de contar con una póliza personal suscrita por el Rey. Y todo esto llega después de que la infanta quisiera convertirse en empresaria y creara, hace ya algunos años, la compañía Global Cinoscéfalos. El administrador único era Carlos García Revenga, su asesor y hombre de confianza y jefe de su Secretaría en La Zarzuela. Esta sociedad limitada se fundó con un capital de 3.600 euros, y su objeto social era el asesoramiento en diversos campos, entre ellos el financiero. Inmediatamente surgieron voces críticas con el hecho de que un miembro de la Familia Real declarara ser propietario de una sociedad inversora y por ello la empresa nunca llegó a tener actividad. Pero si estas iniciativas laborales le sirvieron de ayuda en los momentos difíciles para sobrellevar la enfermedad de su ex marido, la hípica y los caballos, aficiones que practicaba de soltera, también han sido una válvula de escape para superar su separación. Su íntima amiga Rita Allendesalazar, quien acompaña cada día a la infanta Elena a practicar equitación al Club de Campo, la animó a retomar un deporte que le apasiona desde niña. La amistad entre ellas se estableció gracias a la relación del padre de Rita, el diplomático José Allendesalazar, conde de Montefuerte, que fue jefe de Protocolo de La Zarzuela durante la Transición, con la Familia Real. Rita montaba a caballo en el acuartelamiento de El Pardo, donde coincidía con la infanta, ya que ambas tenían el mismo profesor, el capitán Fernando Basaín. Su amistad es tan fuerte que la infanta pasa muchos fines de semana con Rita y su marido, el teniente coronel de la Guardia Real José María Álvarez de Toledo, en una finca en el término de Muñopedro, próximo a Ávila, convertida en el refugio favorito de doña Elena. Hasta allí también se acerca Felipe Zuleta, su profesor de equitación, que es comandante de la Guardia Real. Unas fotografías de ambos mientras compraban comida en un mercadillo dieron pie a que se hablara de una nueva pareja. Pero nada más lejos de la realidad. Zuleta, de 40 años y casado, conoce desde hace muchos años a la infanta y al resto de su familia por su estrecha relación con la Casa Real. Su hermano, el teniente coronel José Manuel Zuleta, se ha incorporado recientemente a la Secretaría de los Príncipes de Asturias, como adjunto a Jaime Alfonsín, para ocuparse de todas las actividades institucionales de Doña Letizia.

Mejor carácter

La nueva vida de la duquesa de Lugo también se ha notado en los aspectos menos materiales, pero quizás más trascendentes desde el punto de vista personal. Según personas de su entorno, ha mejorado su carácter. Ahora está más simpática y dicharachera y menos encerrada en sí misma. Le encanta salir y festejar cualquier acontecimiento. El último fue su viaje a Austria, a la final de la Eurocopa, al que unió su asistencia al recibimiento de la selección española en Madrid. Como una ciudadana más, doña Elena se lanzó a la calle y eligió el puente de Juan Bravo, uno de los pasos elevados sobre el Paseo de La Castellana de Madrid, para ver pasar el autobús de los futbolistas. Su atuendo fue lo más llamativo, pues la infanta se repartió un total de ocho banderas por todo el cuerpo: en pendientes, muñecas, trenza, alpargatas... y, por supuesto, la camiseta. Ahora incluso viste de manera distinta. No sólo son las banderas de España por la Eurocopa, sino que se nota incluso en el tamaño de sus tacones, ahora más bajos, y en los complementos con los que acompaña sus vestidos, que también son diferentes. Y es que los cambios de vida se notan en casi todo. Los ocho meses que la infanta lleva organizando su nueva etapa vital están a punto de dar uno de los pasos definitivos: tener casa propia, empleo y sueldo fijo. El retorno a sus viejas amistades y la recuperación de costumbres deportivas como la hípica confirman que la infanta Elena tiene una nueva vida.

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