Emigrantes más movilizados, más trabas para votar

03 / 11 / 2015 Clara Pinar
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Los obstáculos burocráticos para formalizarlo reducen el voto exterior del 30% al 5% en cuatro años

Protesta ante el consulado de España en Londres.

Como si los ciudadanos de Valladolid no pudieran votar el 20-D. Sus 306.830 habitantes están por debajo de los 309.207 votos menos que llegaron desde fuera de España en las generales de 2011 con respecto a 2008. Al margen de que los emigrantes estuvieran más o menos animados a votar, la diferencia entre ambos comicios es una forma nueva de votar desde el exterior, el voto rogado, que lo ha convertido en casi testimonial. En 2008, el censo electoral de residentes ausentes (CERA) contaba 1,2 millones de inscritos. Votaron 382.568 (31,7%). En 2011, creció hasta 1,4 millones y los votos cayeron a 73.361, (4,95%).

Entre 2008 y 2011 también media una crisis que dio lugar a una nueva ola de emigrantes, jóvenes, preparados y más movilizados políticamente pero que creen que tienen menos posibilidades de votar. Una es María Almena, investigadora del Instituto Pasteur de París y miembro de la Marea Granate, que denuncia los obstáculos para votar desde el exterior. “El voto rogado redujo la participación electoral a tasas ridículas”, dice. “El sistema de antes era malo y el actual, también”, resume Jordi Xuclá, diputado de CiU y miembro de la Comisión Constitucional que lo aprobó en 2010.

De la solución más radical de impedir el voto emigrante a la ideal de crear una circunscripción exterior con sus propios diputados, se optó por un sistema que obliga al registro en los consulados para recibir la documentación para votar. En 2010, se buscaba solucionar irregularidades detectadas sobre todo en América Latina, donde los descendientes de emigrantes fallecidos votaban en su lugar. “En Argentina había más votantes centenarios que en toda la península”, recuerda Xuclá. Pero pronto se vio que el nuevo sistema hacía aguas. El Parlamento gallego pidió al Congreso que lo derogara ante el desplome del voto exterior. Tras las catalanas de 2012, CiU también lo hizo y denunció “mala fe” para impedir el voto a más de 6.000 catalanes. “Por subsanar 5.000 supuestas irregularidades, se quitó el voto a millares de personas”, dice Almena.

En persona. El voto rogado obliga a los emigrantes, muchos en precario, a peregrinar a consulados a cientos de kilómetros para inscribirse en persona. A quienes se lo pueden permitir les sale a cuenta tomar un avión para votar en España. La Marea Granate, que da información sobre plazos y documentación que no facilitan los consulados, ve con temor que una reciente instrucción de Exteriores impida los trámites a los residentes temporales y solo se permita votar a los permanentes, cuyo censo se cerró en agosto. Es “una administración del siglo XIX”, solo rota por el consulado de Stuttgart, que ha comunicado que será posible el registro on line. Pero lo normal son consulados que requieren la presencia física u otros tan masificados como el de Londres, que ya no da cita hasta enero, o el de San Francisco, que exige el envío por correo del pasaporte y el DNI, dejando al futuro votante indocumentado durante días. “Hay poca accesibilidad, impedimentos y aunque todo eso mejore da igual, porque la papeleta no llega”, dice Almena.

A día de hoy, IU se mantiene en su rechazo, CiU tampoco lo quiere ya, Podemos promete derogarlo y en 2012 el PSOE propuso crear una circunscripción exterior. Hasta el PP, que en julio se quedó solo con su mayoría absoluta en contra de derogarlo, ahora está dispuesto a “replanteárselo”. “Todos dicen que no funciona cuando están en la oposición pero son incapaces de cambiarlo cuando les sirve”, lamenta Almena. En 2010, los diputados se plantearon el voto electrónico y lo descartaron. Sin embargo, el uso de técnicas telemáticas en las primarias de algunos partidos podría ser un ejemplo para el futuro voto exterior, cree Xuclá. No para el 20-D. “Para estas elecciones el mal está hecho”, lamenta la Marea Granate.

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