El espía conspirador

04 / 06 / 2012 17:26 Fernando Rueda
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Emilio Jambrina, uno de los agentes secretos más controvertidos de la democracia, regresa a España tras cinco años desaparecido en Asunción (Paraguay).

Apreciados amigos: espero no importunarlos, soy argentino pero vivo en Paraguay desde hace 5 años. Trabajo en un periódico de la capital del país, Asunción. Hoy me anoté como forero porque hay un tema que me interesa: resulta que acá en Paraguay llegó un diplomático español de nombre EMILIO JAMBRINA y he leído en vuestro foro comentarios sobre sus antecedentes. Quisiera por favor me expliquen cuál fue su papel en los atentados de Madrid del
 11-M. La información a la que acceda será para realizar una publicación periodística para informar a la sociedad paraguaya del tipo de diplomáticos que nos envía  Zapatero. Gracias y estoy conectado a la espera de respuesta”.

Este fue el mensaje que colgó el periodista Julio Portofranco en una web española antiZapatero el 25 de diciembre de 2007, poco tiempo después de que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), dirigido por Alberto Saiz, enviara a Emilio Jambrina, en secreto, a Paraguay como jefe de su delegación, amparado en el estatus diplomático. El controvertido agente desaparecía así de la circulación en España para evitar el acoso mediático y para alejarse de conspiraciones en la sede central. En junio, cinco años después, regresa a España definitivamente, según ha podido saber Tiempo. El agente Jambrina es coronel y lleva una de las carreras más largas en el servicio de inteligencia, en el que entró a finales de la década de los 70 del pasado siglo cuando todavía era capitán. Con mayor o menor acierto, su nombre ha aparecido relacionado con una gran parte de los más importantes escándalos del Cesid-CNI: espionaje a políticos, guerra sucia contra ETA, intento de implicación de la Unión de Centro Democrático (UCD) en la creación del GAL y operación Mengele. También se le ha asociado a maniobras turbias relacionadas con el 11-M que nunca han podido ser demostradas.

 

Don Emilio o señor Pina, como es conocido en el servicio secreto, es, según los que le han conocido, un agente decidido, capaz de cualquier cosa, sin escrúpulos, resolutivo e inquieto. Comenzó en la Agrupación Operativa de Misiones Especiales en la época de la Transición, que dirigía José Luis Cortina. Los oficiales como Jambrina dirigen las operaciones y el día a día de la unidad, pero pocas veces participan en los seguimiento o en las entradas en domicilios. Don Emilio siempre se sintió a gusto en esta unidad de élite que conseguía desvelar grandes secretos utilizando cualquier método, legal o ilegal.

Ascenso tras el golpe de Estado.

Tras el 23-F, la llegada a la dirección de Emilio Alonso Manglano y a la jefatura del Departamento de Acción Operativa de Juan Alberto Perote supuso su potenciación. Detrás de las acciones más conflictivas de la Casa estaba siempre don Emilio. Fue jefe de uno de los grupos operativos, precisamente el que estaba siguiendo los movimientos del coronel Luis Muñoz, uno de los cabecillas que preparaba el intento de golpe de Estado del 27-O, para el día anterior a la primera victoria electoral en 1982 de Felipe González. Jambrina y sus amigos siempre se apuntaron aquel éxito, que otros sectores le otorgaron a su jefe directo, Juan Alberto Perote, que por jerarquía debía autorizar las acciones ilegales (apertura del maletero de un coche y robo de papeles) que permitieron conseguir las pruebas de la intentona.

Hábil y maniobrero, fue ascendido a jefe de Operaciones de la unidad, lo que le dio acceso a las actividades conflictivas del servicio secreto en aquella época, como la guerra sucia contra ETA y el apoyo a los GAL o las escuchas ilegales a las máximas autoridades del Estado, empezando por el Rey y altos cargos del Gobierno de González y terminando con empresarios de todo tipo. En aquellos años su nombre apareció también vinculado a la denominada operación Mengele, judicializada por Baltasar Garzón y luego archivada por falta de pruebas. Su objetivo era probar un fármaco que permitiera secuestrar en el sur de Francia a Josu Ternera, trasladarlo a España e interrogarlo. Supuestamente secuestraron a tres mendigos, dos de los cuales reaccionaron mal al fármaco: uno murió y otro quedó muy grave.

En mitad de las críticas de los partidos contra el Ejecutivo de González se montó una operación por parte del servicio secreto, impulsada por el Gobierno, para intentar demostrar que el Batallón Vasco Español, que había actuado en la etapa de UCD, nunca había dejado su actividad y que los GAL no eran más que una continuación de este grupo. Descubierta la manipulación, se publicó que el ejecutor de la misma fue don Emilio, que no hacía otra cosa que cumplir órdenes del Gobierno y de su director Manglano. Estas actuaciones le permitieron establecer importantes amistades y que le debieran favores. Cuando en 1995 Tiempo descubrió que Mario Conde estaba presionando al Gobierno con papeles del Cesid sacados por Perote, se organizó en el servicio secreto un comité para defender la Casa frente al daño que le estaba produciendo la aparición de sus documentos secretos, y uno de los más activos en ese cometido fue Don Emilio.

En la campaña contra Perote.

Diversos medios le señalan también como el agente que puso en marcha la sucia y dura campaña contra Perote, con un dosier manipulado en el que se le llegaba a acusar de colaborar con la CIA y con ETA en contra de los intereses del Estado. Jambrina, que ocupó un cargo de confianza junto a Manglano, mantuvo una estupenda relación con su sustituto, Jesús del Olmo, amparados por el PSOE, necesitado entonces de fontaneros que supieran moverse por las alcantarillas.

Muchos pensaron que con la victoria electoral del PP en 1996 se produciría un vuelco en el Cesid. El presidente Aznar nombró a un antiguo alto mando al frente de la Casa, el teniente general Javier Calderón, que debía convencer a la sociedad de que había hecho limpieza en el centro tras años de corrupción. Pero en lugar de depurar a los agentes ligados a la guerra sucia, expulsó a una treintena de funcionarios que a él o a su hija –también agente- les caían mal o les habían importunado en el pasado.

Los agentes más controvertidos, cuyos nombres habían aparecido en los medios de comunicación por su relación con los asuntos más turbios de la etapa socialista, se mantenían en sus puestos e incluso habían sido ascendidos. Eran los casos de Pedro Gómez Nieto, uno de los guardias civiles que había tenido una relación directa con el asunto de los GAL, el general Enrique Rodríguez Galindo y Emilio Jambrina. Para que nadie tuviera ninguna duda de que consideraba que todo lo que había hecho don Emilio era cumpliendo órdenes y que contaba con su apoyo, Calderón tuvo un gesto suficientemente explícito: acudió al bar de la sede central a comer con Jambrina.

Las denuncias periodísticas hicieron   que tanto Calderón como su sustituto, Jorge Dezcallar, le mantuvieran alejado de los puestos conflictivos para evitar que estuviera presente en nuevos problemas. Calderón, listo y experimentado, no tardó en quitárselo de en medio con diplomacia y lo envió a Ecuador.

Aunque llegaron a intentar implicarle en el 11-M, don Emilio no estaba en España y no tuvo nada que ver en él, a pesar del empeño de un sector de la prensa en vincularle con dirigentes socialistas.

Sin rostro conocido, no existe ni una sola foto suya, se ha acostumbrado a moverse en la sombra y ha dejado que su leyenda de tipo duro sin escrúpulos se mantenga en el CNI. En 2007, Saiz le envió a Paraguay a petición propia para no tener dando vueltas por la Casa a un agente tan dado a la conspiración. Poco o casi nada se ha sabido de él en estos cinco últimos años. El 12 de marzo de 2010, el exdiputado Juan Ernesto Villamayor, muy activo en todos los asuntos relacionados con la reforma del país, fue víctima de un robo en Asunción cuando iba acompañado de Emilio Jambrina. Nadie sabía a qué se dedicaba el español, que con cobertura diplomática era el delegado del CNI en Paraguay.

Este mes de junio regresa a España y ya no es previsible que vuelva a salir al extranjero. El director Félix Sanz seguro que intenta buscarle un sitio tranquilo... sin que nadie sepa de su existencia.

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