El cisma de los Suárez

20 / 04 / 2015 Antonio Rodríguez
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La familia del expresidente del Gobierno está rota. El hijo mayor ha impedido un acto de recuerdo a su padre en el Congreso y no se pone de acuerdo con la nueva duquesa sobre la herencia.

Unos días antes del pasado 23 de marzo, fecha del primer aniversario de la muerte de Adolfo Suárez, se convocó en el Congreso de los Diputados un acto de recuerdo y homenaje al expresidente que lideró el tránsito de la dictadura franquista a la democracia parlamentaria. El homenaje estaba apadrinado por la Asociación para la Defensa de la Transición con el beneplácito del presidente de la Cámara Baja, Jesús Posada, y de la Asociación de ex Diputados y ex Senadores de las Cortes Generales.

Todo estaba preparado, pero una llamada de un allegado de Adolfo Suárez Illana al gabinete de Posada provocó la inmediata desconvocatoria del acto. A toda prisa hubo que buscar otro emplazamiento y el lugar elegido fue el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, dependiente del Ministerio de la Presidencia y cuya sede se encuentra en el antiguo palacio de Godoy junto al Senado.

Al día siguiente del aniversario circuló entre los miembros de la Asociación para la Defensa de la Transición un texto crítico con Suárez Illana. “El motivo del cambio de lugar fue, según expresión de un periodista, la infausta coincidencia de dos circunstancias. No se puede homenajear a Suárez sin que se cruce su hijo (que parece intervino). Y el modo en que la tercera autoridad del Estado ejerce la autoridad (aceptando el cambio)”, se decía en el escrito al que ha tenido acceso esta revista.

 

Tiempo ha confirmado con dos fuentes del gabinete de Posada la intervención de una tercera persona cercana a Suárez hijo para que se cancelase el homenaje a su padre. “Hubo algo que no gustó a Suárez Illana. Es el hijo claramente quien lo veta”, argumentan. Ese “algo” tiene dos explicaciones. El hijo mayor del expresidente adujo, a través de su intermediario, que el funeral del año pasado había sido el broche perfecto y que tanto él como sus hermanos habían decidido no participar en más actos en los que se glosara la figura de su padre.

La segunda justificación fue que Suárez Illana recelaba del protagonismo de esta Asociación para la Defensa de la Transición, creada en 2007 por colaboradores del expresidente como el general Andrés Cassinello, Rafael Anson, Aurelio Delgado, José Luis Graullera, Ernesto Jiménez Astorga o el fallecido Eduardo Navarro, y que a finales de 2012 incluyó en su comité ejecutivo a Alejandra Romero, hija de Mariam –la primogénita del expresidente–, de 25 años, y que tras el fallecimiento de su abuelo se convirtió en la nueva duquesa de Suárez. El intermediario de Suárez Illana llegó a criticar la presencia de Alejandra Romero entre los invitados, así que cuando el asunto llegó a oídos de Posada, este decidió que el Congreso de los Diputados “no sería escenario del pique familiar”.

La decisión la tomó con gran pesar, pues Posada le debe mucho a Suárez. No en vano era gobernador civil de Huelva cuando se produjo el golpe del 23-F. Y lo fue tan joven gracias al artífice de la Transición. “El presidente [del Congreso] quiere que Adolfo Suárez sea recordado como una figura de la reconciliación, del consenso, así que lo último que íbamos a hacer era enfrentar a unos miembros de la familia Suárez con otros”, explica un miembro del gabinete de Posada.

¿Por dónde se ha producido esta fractura en el seno de la familia Suárez? Por un lado forman una piña los cuatro hijos vivos del expresidente –Adolfo, Laura, Sonsoles y Francisco Javier–, quienes organizaron por su cuenta una misa íntima en recuerdo a su padre en la mañana del 23 de marzo. En el otro bando se encuentran la duquesa de Suárez, su hermano Fernando, el marido de Mariam (Fernando Romero) así como varios familiares directos del expresidente abulense, caso de su cuñado Aurelio Delgado o de sus hermanos Ricardo y José María. Todos ellos estuvieron en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, mezclados entre el público junto a Soledad Becerril, actual Defensora del Pueblo; el exministro Rodolfo Martín Villa; figuras del extinto CDS como Rafael Calvo Ortega o José Ramón Caso; o el exdirector de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, entre otros. Y todos ellos critican la obcecación de Suárez Illana y sus hermanos en no asistir a ningún homenaje al expresidente, lo que supone “una irremediable condena al olvido” de Adolfo Suárez, asegura uno de ellos a esta revista.

Por ejemplo, justo en este primer aniversario se inauguró una escultura de bronce del expresidente en su Ávila natal. Pues bien, ningún familiar del político asistió al acto: los hijos, por su política de no honrarle en público, y el resto de la familia, por no airear el cisma.

La imagen de unidad familiar se terminó con el funeral de Estado de hace un año. Ya en el velatorio en el Congreso de los Diputados hubo tensiones entre Suárez Illana y el marido de Mariam, con el que no se trataba desde que falleció su hermana. Algunos de los presentes, que no conocían las disensiones familiares, justificaron el tenso ambiente por la emoción del momento.

Alejandra Romero mantuvo en esos días una imagen irreprochable en lo que fue su estreno en sociedad. En todo momento estuvo junto a sus tíos, en representación de su madre, Mariam. Quien no pudo estar como a él le hubiera gustado fue su padre Fernando, a quien solo se le vio en público el segundo día, cuando se produjo la salida del féretro a la calle. Los hijos de Suárez hubieran preferido no tener cerca a su cuñado y a los pocos días, cuando todos se volvieron a ver en la catedral de La Almudena con motivo del funeral de Estado, Alejandra Romero se colocó de nuevo en el primer banco junto a sus tíos.

Desde entonces, dos cuestiones ligadas al expresidente les han distanciado. El destino del título nobiliario está en el origen de todos los males. La modificación de la ley en 2006 –comúnmente llamada ley Ágatha Ruiz de la Prada, porque la diseñadora fue la primera beneficiada al heredar el marquesado de Castelldosríus y la baronía de Santa Pau– impide desde entonces cualquier discriminación por razón de sexo a la hora de heredar un título. Ello supuso que Alejandra Romero pasase a ser la heredera del ducado con su abuelo en vida y en detrimento del que hasta entonces tenía esa condición: Adolfo Suárez Illana, primer hijo varón del expresidente.

Tres años después del fragor parlamentario, en 2009, Adolfo hijo envió supuestamente una carta al rey Juan Carlos justo cuando su sobrina iba a cumplir los 18 años, solicitándole que el ducado recayese en él. Para ello argumentó que ese era el deseo de su padre enfermo y echó mano de jurisprudencia de los siglos XIX y XX, incluyendo la Pragmática de Carlos IV, que regula el Derecho nobiliario y las leyes de Toro que los Reyes Católicos fijaron para las sucesiones.

Presentó, asimismo, las declaraciones ante notario de cinco personas –su hermano pequeño Francisco Javier; el exministro y marqués de Mirasol, Jaime Lamo de Espinosa; la marquesa de Cortina, María Isabel Gómez-Acebo; uno de los ayudantes personales del expresidente, Inocencio Hernández; y el exjefe de la Casa del Rey Fernando de Almansa– que apoyaban su tesis. Sin embargo, hay dudas sobre la veracidad de la carta publicada parcialmente por el diario Público, a pesar de que en la misma se utiliza con acierto el lenguaje jurídico de las instancias nobiliarias que se envían al Ministerio de Justicia o a la Casa Real.

El propio Adolfo hijo nunca ha asumido la autoría de dicha carta. En La Zarzuela no se confirma la recepción de la misma y al menos dos de las cinco personas incluidas en la misiva al rey niegan a esta revista el haber dado su consentimiento para aparecer en ella o haber realizado las declaraciones ante notario que se les adjudican. Además, de ser cierta la iniciativa de Suárez Illana, no tuvo ninguna posibilidad de prosperar porque únicamente su padre podía argumentar la petición. Y en 2009 ya esta-
 ba completamente incapacitado por culpa del alzheimer.

Dentro de la familia Suárez se intentaron tapar entonces las rencillas. “No tenía vuelta de hoja. Cuando se cambió la norma dijimos en la familia que había que cumplirla, no discutirla”, justificaba hace dos años Aurelio Delgado, cuñado del expresidente y que por entonces intentaba ejercer de mediador. Así, por un lado, Delgado reconocía que la reacción inicial de Adolfo hijo ante el cambio de la ley en 2006 pudo ser “humana y lógica” porque su comportamiento con Suárez padre había sido “extraordinario, exquisito, intenso”, fruto de la continua atención que había tenido con él desde que la enfermedad dio sus primeros síntomas en 2004. Por el otro, subrayaba la afinidad que tenía el expresidente con Mariam, su hija mayor, para así bendecir el hecho de que el ducado recayese en su nieta Alejandra.

“Mariam ha sido la persona de mayor confianza de su padre, la predilecta por su equilibrio, su rigor y por ser una persona muy responsable”, argumentaba Delgado antes de ensalzar las cualidades de Alejandra: “Es estudiosa, responsable, reservada e introvertida por todo lo que ha sufrido, pero no tímida, y el hecho de que fuese la nieta mayor de Suárez hizo que le tuviese gran cariño desde su niñez”, resumió.

Hay un dato biográfico que muestra la implicación de Alejandra Romero en el legado de su abuelo. Cuando varios excolaboradores del presidente del Gobierno pusieron en marcha en 2007 la Asociación para la Defensa de la Transición, se invitó a Adolfo hijo a entrar en el comité ejecutivo como representante de la familia. Suárez Illana declinó el ofrecimiento con el argumento de que temía que se utilizase el nombre de su padre en vano. Pasados unos años, a finales de 2012, se hizo la misma proposición a Alejandra y ella aceptó.

Ante el cariz del cisma familiar, dentro de la citada asociación se defiende ahora que Alejandra Romero sustituya en la presidencia al exgeneral Cassinello en un futuro no muy lejano, para así dar paso al relevo generacional y que los valores que defienden sus miembros “perduren en el tiempo”. El problema de dar este paso es que colocaría a la duquesa en la tesitura de hablar en público, algo que ha evitado hasta ahora, lo que conduciría a “un choque de protagonismos” entre Suárez Illana y su sobrina.

Todo ello ha complicado aún más el reparto de la herencia, un trámite que permanece bloqueado pasado un año de la muerte del expresidente. Los hijos de Suárez no se ponen de acuerdo con la nueva duquesa sobre el destino de la vivienda familiar y, sobre todo, sobre los papeles y la documentación personal que el expresidente guardó en su chalé del barrio madrileño de La Florida y por la que se pelearían buena parte de las editoriales de este país.

Del tema económico, se sabe por numerosas personas que el expresidente pasó estrecheces en su vida, sobre todo en la década de los noventa a raíz de la aparición del cáncer en su mujer, Amparo, y su hija Mariam. El afligido esposo y padre dedicó todos sus recursos económicos al tratamiento de sus seres queridos, hasta el punto de que perdió su casa llena de recuerdos en Ávila, que fue embargada por Banesto por el impago de un crédito hipotecario y que acabó en manos de un particular.

Su amigo Ernesto Jiménez Astorga, con quien se unió en 1982 para montar su efímero despacho de abogados, se convirtió en el apoderado de Suárez antes de que el alzheimer invadiese su cabeza, así que él es una de las pocas personas que conoce cuál era el patrimonio exacto que el expresidente dejó a sus herederos. Sin embargo, con el fallecimiento de Suárez se revocó este poder y los herederos se hicieron cargo de la herencia. “No sé absolutamente nada ni he querido participar en el reparto”, asegura a Tiempo.

En cuanto a la documentación que recopiló Adolfo Suárez durante sus años de mandato y tras su salida de La Moncloa, se sabe que el grueso está en manos de dos personas: Adolfo Suárez Illana y Jorge Trías. El fallecido presidente no dejó escritas unas memorias en vida, por lo que a nadie se le escapa el gran valor histórico de estos papeles. El hijo mayor del exjefe del Gobierno cuenta con los documentos más personales, que han estado depositados estos últimos años en la vivienda familiar. Algunas de las cartas personales del rey Juan Carlos a Suárez fueron publicadas en El Mundo con el beneplácito de Suárez Illana, a raíz de la publicación del polémico libro de Pilar Urbano.

Varias personas próximas al primer presidente de la democracia le han escuchado decir a Adolfo hijo que existe un esquema de Transición que quedó plasmado en un resumen de varias páginas y que todavía no ha visto la luz. En cuanto a la famosa servilleta del restaurante Cándido de Segovia, que sirvió a Suárez para explicar en los sesenta a don Juan Carlos cuál era su idea de la Transición, el propio monarca negó hace poco su existencia a Fernando Ónega.

Más rocambolesco es el caso de Jorge Trías, quien en 2013 provocó un terremoto político al dar a conocer los llamados papeles de Bárcenas. Este abogado y exdiputado del PP explicó unos años antes en un artículo en el ABC cómo llegaron a sus manos los archivos de Eduardo Navarro, fiel colaborador de Suárez y la persona que redactó un gran número de discursos del político abulense durante su vida.

En esos archivos estaba la base de unas posibles memorias del expresidente. “Por fin di con lo que buscaba: el proyecto de memorias del expresidente del Gobierno de la Transición”, contó Trías en 2009 en el citado artículo. “Los cuatro archivadores que había estado investigando eran, en suma, ese proyecto de memorias”, dijo el político catalán. El resultado de todo ello ha sido el reciente libro publicado con el nombre de La sombra de Suárez. Sin embargo, Trías se ha guardado lo más goloso de esos papeles, “unos folios escritos en primera persona sin el correspondiente manuscrito de Eduardo Navarro, donde Suárez habla con total libertad del rey [Juan Carlos], de Arias, de Fernández Miranda, de otros personajes y de los diputados que se escondieron debajo de los asientos la tragicómica noche del 23-F”. ¿Qué dicen esos folios? ¿Cuándo verán la luz esos documentos? Mientras tanto, la concordia se aleja de unos y otros. 

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