Caras nuevas para la nueva izquierda

21 / 04 / 2014 Luis Calvo
  • Valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Pablo Iglesias, Mónica Oltra, Alberto Garzón, David Fernández... una generación pide paso a los políticos veteranos. A la izquierda, el espacio empieza a fraccionarse y pronto la pelea podría no ser solo entre dos partidos. 

Desde hace diez días, el nombre de Pablo Iglesias vuelve a encabezar la lista electoral de un partido político en España. Más de cien años después de que el fundador del PSOE se convirtiese en el primer socialista en sentarse en el Congreso de los Diputados, un profesor de Políticas y tertuliano de televisión, Pablo Iglesias Turrión, pretende dar un nuevo giro a la izquierda española. En plena crisis institucional y política, Podemos, el partido fundado por Iglesias, ha logrado una notoriedad impensable para una fuerza de apenas unos meses de vida. Aunque el más novedoso y que más titulares ha acaparado en las últimas semanas, el de Pablo Iglesias es solo uno de los nombres que empiezan a copar la izquierda de la izquierda. Junto a Podemos ha surgido en los últimos meses el Partido X. Otros como la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) o las fuerzas que integran la coalición Compromís llevan años de recorrido pero han cobrado en los últimos mayor peso institucional. Y las encuestas dicen que van a más.

Menos jerárquicos y estructurados que partidos como Izquierda Unida o el PSOE, estas fuerzas sufren, sin embargo, una gran dependencia mediática de sus portavoces. Muchos dieron sus primeros pasos ligados a partidos históricos, la mayoría de ámbito comunista, pero se acabaron desvinculando para meterse en formaciones menos jerarquizadas, permeables a los movimientos sociales. A pesar de toda la estructura de redes y asambleas que los sustenta, para muchos la CUP, Podemos, Compromís o el Partido X no son más que las formaciones de Pablo Iglesias, de David Fernández, Mónica Oltra o Hervé Falciani.

Iglesias es consciente del peso que su cara, habitual desde hace algún tiempo en las tertulias políticas de la televisión, tiene en la candidatura del partido a las europeas. “Esa notoriedad es útil en este momento, pero supone una contradicción con la que hay que tener cuidado, una debilidad. Esto es un movimiento más plural y debemos avanzar a un protagonismo más coral”, confiesa. Doctor en Ciencias Políticas y autor de varios libros sobre los movimientos sociales, Iglesias ganó visibilidad gracias a la televisión. En 2010 empezó a presentar el programa La Tuerka que se emitía en dos televisiones locales madrileñas, pero su salto mediático llegó a mediados del año pasado. En mayo comenzó a intervenir en los debates de Intereconomía y 13TV como portavoz de la izquierda y poco después en la Sexta y en Cuatro. Sus enfrentamientos con conocidos periodistas conservadores le convirtieron pronto en un fenómeno en las redes.

No es justo, en cambio, decir que la trayectoria política de Iglesias comienza con la televisión. Su nombre no es casualidad. Sus padres, aunque de CCOO, aprovecharon su primer apellido para homenajear al fundador del PSOE. Estudió en el colegio concertado madrileño Montserrat, tradicionalmente progresista y el mismo donde acudían los hijos de destacados socialistas, como Paquita Sauquillo, Javier Sáenz de Cosculluela o el presidente Felipe González. Ya entonces, sus compañeros le recuerdan repleto de inquietudes políticas, incluso con cierto aire de gurú de la izquierda. En 1992, con apenas 14 años, ingresó en las Juventudes Comunistas. Tras licenciarse en Derecho y Políticas, se doctoró y comenzó a dar clases en la Universidad Complutense de Madrid, un trabajo que compatibilizaba con la asesoría electoral. En 2012 participó en la campaña de Alternativa Galega de Esquerda (AGE), una coalición formada ese mismo año por pequeños partidos de izquierda: Anova-Irmandade Nacionalista, Esquerda Unidad, Equo Galicia y Espazo Ecosocialista Galego. Los resultados fueron magníficos. Sin apenas recorrido electoral, logró en las autonómicas el 14% de los votos y se convirtió en la tercera fuerza. En mayo, en las europeas, Podemos pretende conseguir algo similar.

Hartos del bipartidismo.

Iglesias recuerda que la primera idea de construir una alternativa surgió hace tres años, al calor de los movimientos posteriores al 15-M, entre los participantes de La Tuerka. Lo que era solo una idea fragua cuando Iglesias empieza a ganar presencia mediática. “Decidimos tratar de responder a una mayoría que reclama la democracia, la dignidad y los derechos humanos que han destruido los partidos del régimen: PP, PSOE o CiU. A una mayoría harta del bipartidismo”. El modelo de Podemos se aleja de la izquierda tradicional. Sus listas, en lugar de apoyarse en “dinosaurios de la casta política”, están plagadas de gente joven que no ha ocupado otros cargos políticos. “Con 35 años, soy de los mayores. Pero no es solo una novedad generacional, también metodológica, de estilo, de muchas cosas”, explica Iglesias. Pese a reconocerse públicamente de izquierdas, trata de evitar etiquetas para Podemos. “Esto no va sobre matices de la misma izquierda”, apunta. Sostiene que el partido es una “foto real de la sociedad, con profesores, personal sanitario, parados... con ciudadanos. Si no hacemos política, la hacen otros”.

Para David Fernández, sin embargo, no hay ninguna duda de que ha surgido una nueva izquierda criada en los movimientos sociales y que ha dado el salto a la política representativa. “Yo cuando oigo ‘ni de derecha ni de izquierda’, me pongo nervioso”, confiesa. Su plataforma, la CUP, consiguió en 2012, tras una década en política municipal, tres diputados en el Parlamento de Cataluña. Su imagen terminó de saltar a los medios cuando en sede parlamentaria tachó de “gánster” y mafioso a Rodrigo Rato y amenazó con lanzarle una sandalia como gesto de desprecio.

La izquierda arterioesclerótica.

A punto de cumplir los 40 años, Fernández lleva más de dos décadas formando parte de movimientos sociales. Insumiso, miembro activo de los movimientos de barrio y partidario confeso de la desobediencia civil, se afilió con 20 años al Colectivo de Jóvenes Comunistas. Son esos movimientos, “que ya hacían política en la calle”, los que, según Fernández, han empezado a llenar un hueco que no podían los “partidos de la Transición”, incluidas las opciones más progresistas. Culpa de ello a una “izquierda arterioesclerótica alejada de las necesidades sociales de quien decía representar, muy poco deliberativa, jerárquica, vertical y basada en la arrogancia y soberbia respecto al resto de tejido social”. “Es esa izquierda –insiste que ha rescatado bancos en este país, que indulta a banqueros o firma la ley de desahucios exprés. La que tiene el convencimiento de que la política es como un violín, que se coge con la izquierda pero se toca con la derecha”.

Periodista de profesión, Fernández no se siente cómodo con el papel de dirigente político que le han asignado los medios. “No soy líder de nada, solo el portavoz”, explica, consciente de que es casi imposible superar que el mensaje cale. “El sistema necesita caras visibles. Interesa más hablar de Ada Colau que de lo que está haciendo cada día la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, igual que hablar de David para no explicar el contrapoder real que representa la CUP frente a la vieja política”, se queja.

Torres de marfil.

Tampoco Mónica Oltra (Compromís) se siente cómoda con los partidos tradicionales de izquierda. En 1984, con solo 15 años, se afilió al Partido Comunista. Abogada de profesión y en ejercicio, participó en Esquerra Unida del País Valencià desde su fundación y fue elegida diputada autonómica en sus listas en 2007, con 38 años. No duró mucho. Ese mismo año, el enfrentamiento con la dirección del partido le costó la expulsión. Funda entonces Iniciativa del Poble Valencià, que se integró junto al Bloc y Los Verdes en la Coalición Compromís, de la que ha sido portavoz y diputada. Es esta etapa la que la convirtió en una de las figuras más visibles y valoradas de la política valenciana, gracias en gran medida a sus enfrentamientos con la mayoría parlamentaria del Partido Popular y su presidente Francisco Camps. Para denunciar el silencio en torno a la corrupción, empezó a llevar, entre otras, camisetas con la foto del expresidente popular y mensajes de “Se Busca”. El enfrentamiento llegó a tal punto que fue expulsada de las Cortes. Oltra recuerda  de sus primeros años en política que había mucho tabúes, cosas que se podían y no se podían decir. “No acepto unas reglas de juego que están trucadas, que se pactaron en la Transición entre algunos partidos. Yo no he sido parte de ese pacto y no tengo por qué aceptarlos. Muchos ciudadanos lo agradecen”, asegura.

Para Oltra, la “efervescencia de nuevos proyecto alternativos responde al anquilosamiento de la izquierda. No se pueden resolver problemas del siglo XXI con respuestas del XX o del XIX”. La diputada sostiene que “los partidos políticos y sus dirigentes se han acomodado. Hay un tapón que no deja paso al aire fresco y los ciudadanos les han acabado percibiendo como parte de la casta política encerrada en su torre de marfil, a la que cuesta mucho entrar y de la que cuesta mucho salir”.

Lo cierto es que existen excepciones. Desde que accedió al Congreso de los Diputados en 2011, Alberto Garzón, de IU, ha ganado una relevancia mediática mayor incluso que el coordinador general de su partido. También vinculado a movimientos sociales, varios cargos del partido en Málaga vieron en este economista de Attac el soplo de aire fresco que necesitaba la formación. Le propusieron como cabeza de lista en la provincia y ganó un escaño con el que muchos ni soñaban. Desde entonces es el diputado más joven del Congreso. Aunque comprende el “cabreo con la política”, Garzón se niega a reconocer una casta política como tal. Hace poco, explicaba que “no hay una clase política sino políticos de distintas clases”. Desde IU, sin embargo, llaman la atención sobre la escasa representatividad que esa nueva izquierda tiene en comparación con ellos. Frente al resto de ejemplos, sin presencia nacional, la coalición ocupa en este momento 11 escaños y las encuestas les dan cerca de 40.

La última de las figuras que ha revolucionado la izquierda española en los últimos años ni siquiera es española. El Partido X, otra de las iniciativas inspiradas en el 15-M, llevará como candidato a las elecciones europeas a Hervé Falciani, un nombre más que conocido desde 2009. Ese año el informático franco-italiano reconoció haber sustraído del banco HSBC, en el que trabajaba, una lista de contribuyentes con cuentas sospechosas de evasión fiscal. Suiza puso entonces en marcha una campaña para detenerlo y extraditarlo por robo de datos personales. Desde 2012 permanece en España y colabora con Hacienda en la lucha contra el fraude.

Con mayor o menor peso, más o menos expectativas de consolidarse en el espectro político, resulta innegable que un espacio se está abriendo a la izquierda de la izquierda tradicional. En ella no juegan tanto las estructuras orgánicas como las decisiones en común. Pecan, en cambio, del mismo problema. Estas formaciones tienen, aunque les pese, una cara visible por encima de todas las demás. Es a la vez un handicap y una fortaleza. Los próximos procesos electorales dirán si las nuevas fuerzas y portavoces suponen una revolución o una simple anécdota.

Grupo Zeta Nexica