ESCRITOR.

Javier Barraycoa

21 / 01 / 2015 Daniel Jiménez
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Ha dejado de lado su tarea como ensayista para denunciar los peligros del independentismo en una novela satírica pero humana: El último catalán (editorial Stella Maris).

 “El nacionalismo deshumaniza”

Estamos en el año 2083: Cataluña se ha convertido en una república islamodependiente, el chorizo está prohibido y a los niños se les sigue llamando Messi, pero nadie recuerda ya por qué. En medio de una burocracia corrupta y estrafalaria, un payés de un pueblo perdido que se llama José, no Josep, emprende un viaje hacia la capital para intentar que no le confisquen su masía. Javier Barraycoa (Barcelona, 1963), profesor de Sociología y ensayista, se ha pasado a la novela para argumentar, con ironía y premeditación, los “peligros del impulso imparable del secesionismo” en su libro El último catalán (Stella Maris).

Parece que este asunto solo se puede tratar con trascendentalismo, pero usted ha optado por el humor.

 

La politización del tema es brutal y los posicionamientos son casi extremistas. Para no ser tachado de historicista era necesario que fuera una sátira. En Cataluña necesitamos higiene mental y el humor es básico para ello. Yo mismo estaba cansado, después de dos ensayos sobre catalanismo y nacionalismo, del enfrentamiento dialéctico. Así que el libro es una terapia necesaria, para mí y para la sociedad.

En el libro hay personajes estereotipados, algunos salen mal parados pero otros son tratados con humanidad.

 

Intenté seguir la estrategia contraria al nacionalismo, que crea estereotipos y deshumaniza. La novela se construye básicamente en torno a un personaje principal y a los personajes que le acompañan. Detrás del estereotipo hay personas, pero el nacionalismo estereotipa con maniqueísmo premeditado.

¿El nacionalismo podría ser una ficción más?

 

Sí, es una ficción dramatizada. Una manipulación consciente del lenguaje, de la historia. Para mucha gente su mente funciona en unos códigos que ya no son capaces de entender. Es un instrumento del poder que logra que la gente olvide de dónde viene su tradición.

Entonces el nacionalismo también será una terapia para los nacionalistas.

 

Sin duda. El contraste con la historia oficial está presente en el libro. El protagonista encuentra unos documentos que niegan la versión oficial del Gobierno. Y eso es fácil de hacer ahora mismo. Mi primer ensayo era una desmitificación del constructo histórico del nacionalismo. Y el segundo, un revisionismo histórico para entender qué es Cataluña y por qué hemos llegado hasta aquí.

¿Cómo cayeron esos ensayos en el debate político?

 

Se vendieron muy bien, pero hubo un silencio absoluto en la prensa. Hasta el punto de que varios periodistas amigos míos que trabajan en La Vanguardia me confesaron que no me podían entrevistar porque les echaban del periódico. Una alumna, de Convergència, me dijo que les habían dado un listado de libros que se podían leer y otros que no. El mío era de los segundos. Imagínate qué no estará pasando si se están haciendo índices de libros prohibidos.

Se han dado pasos oficiales y oficiosos para la independencia. ¿Usted cree que va a llegar?

 

De momento no. España tiene mucho músculo para frenar esto, aunque la clase política está en un desvarío absoluto, enajenada. En mi libro Doble abdicación planteé lo siguiente. Como va a morir el bipartidismo, al final triunfará la tesis federalista como un mal menor, y con la connivencia de Felipe VI se hará una reforma constitucional para una monarquía federal, que será el paso previo para conseguir una república federal. Hasta eso pueden pasar una generación o dos.

¿Está contento con la gestión que hizo el Gobierno de la consulta y la llamada crisis catalana? 

 

No. Han conseguido hacer de un cadáver político, como era Artur Mas, un mártir. El problema no es el nacionalismo, son quienes le han dado alas. El Gobierno central, la clase política, los pactos, los silencios de la corrupción tapándose unos a otros. Hay unas redes de clientelismo enormes. La Generalitat está en quiebra técnica y el Estado le va pasando cheques para mantener a un Gobierno que está retando al propio Gobierno. Es una cosa de locos. Para un catalán no nacionalista su problema no es el nacionalismo, es ver que tu Gobierno nacional te está dejando solo.

¿Se ha manipulado la historia de Cataluña?

 

Lo que ha pasado es que a los no nacionalistas no se nos tenía en cuenta. Además, se ha producido un fenómeno muy extraño. Antes, para ser independentista, tenías que hacerte catalanista, nacionalista y soberanista. Estar en contacto con la historia, aunque fuera distorsionada, de Cataluña, los mitos fundacionales. Pero ahora te encuentras con que mucha gente es independentista sin el proceso de nacionalización, gente que ni siquiera habla catalán, muchísimos inmigrantes. Con el catalanista clásico se permitía el debate histórico. Ahora no hay discusión, es puro voluntarismo inoculado. Si entramos en una dia-léctica de voluntades estamos perdidos. Lo siguiente es el enfrentamiento, incluso físico.

Ha sido su primera novela. ¿Habrá más?

 

Sí, saldrá para mayo, cuando se produzca el auge de Podemos, y tratará sobre el populismo y las utopías, y seguirá un esquema parecido. Intentaré plantear una cosmovisión y no un libro ideológico. El hombre necesita unos referentes, una tradición, una familia, y muchas veces quedan distorsionados o destruidos por la modernidad. Esto se puede aplicar al nacionalismo y también al sistema que saldrá del fin del bipartidismo.

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