El fin del dinero

09 / 12 / 2016 José María Vals
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Los billetes y las monedas tienen los días contados. La lucha contra la economía sumergida, la presión social y las nuevas tecnologías acabarán con el dinero físico.

No se admite el pago en efectivo. ¿Alguien se imagina que un escaparate de una tienda luciera un letrero con ese aviso? Pues existir, existen. Sin ir más lejos, en Suecia. Y no muy lejos de allí, en Dinamarca, una propuesta parlamentaria lanzó el año pasado un proyecto para prohibir el pago en metálico en gasolineras, restaurantes y tiendas de ropa. El cerco al dinero en efectivo ha comenzado a ser algo muy serio y prueba de ello es que en España el Gobierno ha prohibido los pagos de más de mil euros en metálico. Eso ya ocurre en Francia desde 2015, también pasa en Portugal, y en Grecia el límite está puesto en 1.500 euros. El motivo común es poner trabas al fraude fiscal. Igual que lo es también en el Reino Unido, donde aunque no hay límite teórico de cantidad, sí lo hay para el uso de billetes. No se pueden hacer pagos en metálico con billetes de más de 50 libras. ¿Tan importante es el dinero en efectivo para la economía sumergida y el fraude fiscal? Kenneth Rogoff, economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) y profesor de la Universidad de Harvard, acaba de escribir un libro en el que se muestra oficialmente enemigo número uno del dinero tal y como lo conocemos.

Mientras en Corea del Sur se podrá ingresar la calderilla de las vueltas de una compra directamente en una tarjeta prepago a partir de 2017, y mientras los expertos vaticinan que en los países nórdicos (especialmente en Suecia y Dinamarca) el dinero físico puede ser historia en un periodo de entre 15 y 20 años a partir de ahora, la ausencia de billetes y monedas en la vida diaria se ha mostrado también como una ventaja para poder acceder a bienes y servicios en zonas donde los bancos brillan por su ausencia (ver reportaje sobre el dinero electrónico a partir de la página siguiente).

Pero sin necesidad de ir a Corea o cruzar océanos, la creciente pérdida de poder del dinero físico es ya una realidad. En España, sin ir más lejos, el uso del pago con tarjeta se ha disparado en los últimos años. Las cifras registradas por el Banco de España señalan que 2016 terminará con más de 3.000 millones de operaciones de pago en comercios realizadas con tarjeta, que sumarán más de 123.000 millones de euros. Eso supone un 30% más que hace cinco años y un crecimiento acumulado del 16% en los últimos doce meses. Aquí se da la circunstancia de que el aumento de las comisiones por sacar dinero de los cajeros ha disparado las compras directas con tarjeta en lugar de acudir a por efectivo para pagarlas con dinero físico.

El dinero perdido

Pero, aparte de la tendencia de la población más joven a utilizar otros medios y del creciente auge del comercio por Internet en el que hay que pagar sí o sí a través de plataformas electrónicas, ¿por qué el mismísimo economista jefe del FMI está en contra de los billetes? En su libro, The Curse of Cash (La maldición del dinero), que aún no ha sido traducido al español, aporta algunos datos que dan que pensar: solo el 14% del valor de las transacciones comerciales realizadas en Estados Unidos se pagan en metálico, solo 300 dólares (280 euros)por habitante forman parte del dinero físico que se usa normalmente; y sin embargo en EEUU hay billetes y monedas en tal cantidad que le tocan 4.172 dólares (3.887 euros) a cada uno de sus habitantes que, sin embargo, nunca han visto un billete de 1.000 dólares en muchos casos. Sospechoso todo, ¿no?

En la Eurozona, de la que forma parte España, tampoco vamos muy por detrás. Si se divide el montante de dinero en circulación (billetes y monedas) entre el número de habitantes, tocamos a unos 3.400 euros por persona, cantidad nada desdeñable y, por supuesto, muy lejos de lo que las personas normales tienen en su casa normalmente. ¿Dónde está ese dinero? Rogoff lo tiene claro. Aparte de lo que hayan guardado en sus cajas fuertes otros Gobiernos y bancos extranjeros como acopio de reservas de divisas, una parte importante está en manos de mafias, traficantes de drogas, terroristas y en la economía sumergida. El propio economista jefe del FMI recuerda cómo en algunas de las guerras que Estados Unidos ha librado en Oriente Próximo entregaba sacos con fajos de billetes de cien dólares a sus aliados para que arrimaran sus fuerzas a la causa. 

La conclusión a la que llega este economista, y a la que han llegado antes muchos políticos, es que los billetes grandes se usan fundamentalmente para esconder actividades ilícitas. En EEUU se dejaron de imprimir billetes de 1.000 dólares en 1969 y en Europa acaban de dejarse de producir los de 500 euros. De hecho, y mirando hacia dentro, en España el número de billetes de 500 en circulación ha pasado de 104 a 52 millones de unidades entre 2010 y 2016. El estallido de la burbuja inmobiliaria ha sido uno de los grandes culpables de este retroceso.

A pesar de todo, el dinero de bolsillo sigue teniendo su peso en la forma de vivir de los europeos. La Reserva Federal de EEUU realizó un estudio este mismo año en el que se pone de manifiesto que los alemanes, por ejemplo, son los europeos a los que más les gusta llevar la cartera repleta de billetes: salen de casa con unos 110 euros de media en metálico. Los holandeses, sin embargo, apenas llegan a los 43 euros de media y los españoles, según otras encuestas locales, nos quedamos en 50 euros. En los países nórdicos la cartera de bolsillo media se sitúa entre los 12 y los 20 euros.

Pero aparte de que el profesor Kenneth Rogoff quiera eliminar los billetes altos primero, los medianos después y convertir los pequeños en monedas en una última fase (pagar en negro entonces sería como en la época de los piratas, con cofres de monedas, viene a decir en su libro), lo cierto es que los propios agentes económicos, y sobre todo los bancos, tienen que ponerse de acuerdo. El salto de los pagos con tarjeta se ha debido, aparte de a la subida de comisiones en los cajeros, a la reducción obligatoria de comisiones que los bancos cobran a los comercios por los terminales de cobro y que fue impuesta por el Ministerio de Economía en 2014.

El móvil acabará con los billetes

El gran depredador del dinero físico será el teléfono móvil. Un dispositivo capaz de manejar vía Internet una tarjeta de crédito y/o una cuenta corriente para hacer compras on line y en el que se pueden instalar aplicaciones que utilicen saldos prepagados para pagar desde una consumición de un bar hasta un billete de avión se antoja el método definitivo para desterrar en un futuro no muy lejano los billetes y monedas. En España, que hasta ahora lleva cierto retraso en ese método de pagos, la banca se ha puesto por fin manos a la obra.

Un total de 18 bancos –CaixaBank, BBVA, Banco Santander, Banco Sabadell, Bankia, Banco Popular, Kutxabank, Banco Cooperativo Español (Grupo Caja Rural), IberCaja, Abanca, Bankinter, Liberbank, Caja Laboral, Cecabank, CajaSur, Imaginbank, Oficinadirecta.com y Banco Pastor– pusieron en marcha a primeros de octubre la plataforma Bizum, un método de pago por móvil que en noviembre contaba ya con más de 176.000 usuarios. Con esta aplicación, no es necesario conocer el número de cuenta del destinatario, sino solo saber su número de teléfono móvil o seleccionar su contacto en la agenda de nuestro teléfono. En menos de 5 segundos el dinero está en la cuenta del destinatario. Antes de final de año serán ya 24 los bancos que lo ofrezcan.

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