Y ahora tocan los masones

06 / 11 / 2009 0:00 Beatriz Juez (Washington)
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Dan Brown, autor de El código Da Vinci, publica una nueva novela que promete ser tan polémica como las anteriores. Está ambientada en Washington y aborda el poder de la masonería en Estados Unidos.

Una enorme escuadra y un compás con una letra G en el centro, símbolo de la masonería, indican claramente el lugar. Estos días hay más actividad de lo habitual. Y el culpable tiene nombre y apellido: Dan Brown.

El monumento masónico de George Washington en Alexandria (Virginia) es uno de los escenarios de El símbolo perdido, la nueva novela del autor de El código Da Vinci (2000) y Ángeles y demonios (2003).

Para acceder al monumento masónico de George Washington no es necesario entrar por ninguna puerta trasera ni pasar por un ritual de iniciación ni conocer ningún código secreto. Sólo hay que subir una escalinata y atravesar el pórtico de la entrada decorado con seis columnas de estilo dórico. La entrada es gratuita.

Un joven amable y sonriente invita al visitante a moverse libremente por el edificio, a hacer fotos, a comprar algún souvenir y a realizar una visita guiada por la torre del monumento, coronada con una pirámide. El edificio fue construido entre 1922 y 1932 gracias a las donaciones de masones con el objetivo de “inspirar humanidad a través de la educación y emular y promover las virtudes, el carácter y la visión de George Washington, el hombre, el masón y el Padre de nuestra nación”.

En la sala principal se puede ver una enorme estatua del primer presidente de los Estados Unidos con un delantal masónico. En uno de los murales de la sala aparece George Washington colocando la primera piedra del Capitolio en una ceremonia masónica. La paleta que utilizó es una de las reliquias que se pueden ver en la exposición que hay en el interior del edificio.

Seis años después del éxito de El código Da Vinci (con más de 80 millones de ejemplares vendidos y traducido a 44 idiomas y una adaptación al cine protagonizada por Tom Hanks y Audrey Tautou), vuelve Robert Langdon, profesor de Simbología de la Universidad de Harvard.

Secretos ocultos

Langdon abandona la vieja Europa para adentrarse en los secretos ocultos de la capital estadounidense. De la mano de Dan Brown, Washington DC se transforma en la capital de los masones, llena de símbolos ocultos, pasadizos secretos, edificios masónicos, rituales y peligros acechando en cada esquina.

Si el Opus Dei y una sociedad secreta llamada el Priorato de Sión estaban en el punto de mira de Dan Brown en El código Da Vinci, en El símbolo perdido le toca el turno a los masones.

Esta vez no es el monje albino Silas del Opus Dei quien persigue a Langdon, sino Mal’akh, un masón sádico, calvo, musculoso y con el cuerpo completamente tatuado, que usa maquillaje y peluca rubia para engañar a sus víctimas.

En ambos casos, la historia comienza de forma violenta: en El código Da Vinci, con el misterioso asesinato de Jacques Saunière en el museo del Louvre de París. En El símbolo perdido, con el descubrimiento en el edificio del Capitolio de la mano amputada del masón Peter Solomon, amigo de Langdon.

El nuevo libro de Brown será probablemente menos polémico que El Código Da Vinci, una novela que ofendió a los católicos y a otras comunidades cristianas, que consideran que el libro ofrecía una imagen deformada de la historia de Jesucristo, de la Iglesia católica y de algunas organizaciones como el Opus Dei.

Los masones estadounidenses, en cambio, parecen tranquilos ante la publicación del nuevo libro de Dan Brown. En Estados Unidos se calcula que hay actualmente 1,7 millones de masones, de los que 550.000 siguen el llamado rito escocés antiguo y aceptado.

Sentimientos antimasónicos

Antonio de Hoyos, gran archivero y gran historiador del Supremo Consejo del Grado 33º de la Jurisdicción Sur de Estados Unidos, no teme que la nueva novela de Dan Brown vaya a contribuir a crear una imagen negativa de la masonería ni a revivir sentimientos antimasónicos en todo el mundo.

“El libro de Dan Brown es ficción y está escrito para entretener a la gente. Espero que sea emocionante, como sus otros libros, y espero que incluya una combinación de verdad y error”, explica a Tiempo De Hoyos, que no cree que “la gente inteligente se forme sus impresiones de la realidad o de la historia leyendo ficción”.

Tanto De Hoyos como Mark Tabbert, director de las colecciones del monumento masónico de George Washington, no creen que sea necesario refutar la imagen que Dan Brown ofrezca de la masonería en su libro, porque, insisten, se trata de una novela.

“Más bien nos ofrece una oportunidad para la aclaración. Estaremos encantados de contar lo que es realmente la masonería, cuando se saca de un libro de ficción”, añade De Hoyos.

Tabbert precisa que la misión del monumento masónico de George Washington es ofrecer “la mejor información sobre George Washington y la masonería”. Y recuerda que “hay numerosos libros, páginas webs y eruditos en la materia para ayudar a presentar los hechos, si alguien lee la novela y se encuentra confundido”.

Los masones ven el libro de Dan Brown como una oportunidad para darse a conocer más, explicar qué es la masonería y tratar de evitar que la gente les siga viendo como una sociedad secreta o una secta.

“[Langdon] sabía que los masones han sido una de las organizaciones más injustamente calumniadas e incomprendidas. Acusada de forma regular de todo, desde adorar al diablo hasta de conspirar para formar un gobierno mundial, los masones también tienen una política de nunca responder a sus críticas, lo que les hace un objetivo fácil”, dice Dan Brown en El símbolo perdido.

Coincidiendo con la puesta a la venta del libro en Estados Unidos (en España llega el 29 de octubre a las librerías), los periódicos estadounidenses están ofreciendo estos días guías de Washington y sus misteriosos vínculos con la masonería. Y en las librerías de la capital estadounidense también se pueden encontrar varios libros que prometen desvelar los secretos del DC masónico.

El visitante descubre, por ejemplo, que catorce de los presidentes de Estados Unidos eran masones, entre ellos George Washington, Andrew Jackson y Harry Truman. También lo eran los arquitectos que diseñaron la Casa Blanca, el Capitolio y el monumento de Washington.

Teorías de la conspiración

Hubo incluso ceremonias masónicas en la colocación de las primeras piedras del Capitolio, de la Catedral Nacional y de los edificios del Departamento de Trabajo y del Departamento de Comercio. Algunos amantes de las teorías de la conspiración ven incluso pentagramas, compases y otros símbolos masónicos en la distribución de las calles de la capital estadounidense.

Dan Brown, sin embargo, no se considera un teorizador de la conspiración, sino más bien un escéptico: “No creo en los ovnis ni en que se vaya a acabar el mundo en 2012”, afirma. El autor de El código Da Vinci cree que una de las razones del éxito de sus libros es que están escritos “desde un punto de vista escéptico”. “Mi protagonista, Robert Langdon, no se traga nada de esto”, explica en una entrevista publicada por la revista Parade, un suplemento del Washington Post.

Tabbert y De Hoyos confían en que tanta publicidad se traduzca en más visitantes tanto al monumento masónico de George Washington como al templo del rito escocés.

Este templo, sede del rito escocés antiguo y aceptado de la Masonería de la Jurisdicción Sur de Estados Unidos, está situado en el número 1.733 de la calle 16 de Washington DC, a unas manzanas de la Casa Blanca.

El templo, con sus dos extrañas esfinges de estilo egipcio a la entrada, probablemente se convertirá en un imán para turistas, curiosos y seguidores de Brown. Allí sitúa el autor la ceremonia secreta en la que el malvado Mal’akh se convierte en masón del Grado 33, el máximo grado de la masonería, al inicio del libro.

De Hoyos se alegra por el aumento de visitantes: “Tenemos un edificio muy bonito y estaremos felices de dar la bienvenida a la gente para que lo visite”. El gran archivero del Supremo Consejo del Grado 33 cree que es probable que tengan que aumentar el número de tours que ofrecen en el templo del rito escocés para responder a la demanda y contestar algunas preguntas sobre el libro de Dan Brown. Pero advierte: “Nuestros guías son guías del edificio. No son expertos en libros de ficción”.

Washington, que, a diferencia de Nueva York, París y Londres, no ha sido tan novelada ni ha sido escenario de grandes películas, consigue, por fin, con El símbolo perdido, su gran novela.

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