Voces debidas

15 / 12 / 2016 Vicente Molina Foix
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La poeta Ida Vitale protagoniza el último disco-libro de la residencia de estudiantes.

En un país tan olvidadizo de sus artistas, tan áspero, es todo un logro que alguien se acuerde de recordarles y guarde lo que en demasiadas ocasiones se ha dejado perder. En un país carente de un sistema institucional de restitución de la memoria histórica y de protección de los documentos, papeles y demás testimonios de otra memoria no menos valiosa, la literaria, hay que celebrar la existencia de una colección como Poesía en la Residencia, que con el volumen dedicado en este año 2016 a Ida Vitale, la poeta uruguaya recientemente galardonada con los premios internacionales Reina Sofía y Federico García Lorca, ha alcanzado su número 18.

La colección de voces poéticas publicada por la Residencia de Estudiantes (coincidente en algunos nombres con la serie de Visor, Antología Personal) cuenta no solo con la calidad de los escritores hasta ahora representados sino con un formato de libro elegante, cómodo y escrupulosamente anotado que contiene en una carpeta final el CD de los recitales grabados en la propia sede madrileña de la Residencia. Así, el lector que lo oye en casa puede ir cotejando los textos y los comentarios espontáneamente realizados por cada poeta, recuperando no solo la belleza y la calidad de los versos sino el sentido de una ocasión, que en los ya fallecidos quedará como irrepetible. José Ángel Valente, por ejemplo, convirtió su recital de abril de 1989 en un homenaje al fundador de la Residencia, don Alberto Jiménez Fraud, y a las figuras centrales ligadas a esa institución, Giner de los Ríos, Fernando de Castro, Gumersindo de Azcárate, Manuel Bartolomé Cossío, entre otros, declarándose en sus palabras explicativas y sus poemas heredero de la tradición de libertad de pensamiento y civismo laico que ellos representaron. Octavio Paz, en ese mismo año, tuvo una de las intervenciones más vivas de la serie, leyendo con su sedosa voz una amplia selección también ampliamente comentada por él. Destacan sus apreciaciones de la cultura hindú y la ironía un tanto venenosa de su glosa explicativa al poema al músico John Cage. Hay, como es natural, numerosos poetas latinoamericanos en la serie, y yo destacaría a la peruana Blanca Varela, que cuenta con gracia cómo Octavio Paz le cambió el título a su primer libro, que ella pensaba llamar Puerto Supe, diciéndole que era feo, y al contestarle ella “pero ese puerto existe”, Paz añadió: “Ese puerto existe ha de ser llamado tu libro”; Varela lee a continuación una de sus piezas más osadas, Vals del Ángelus.

Por fortuna, varios de los grandes seniors de Poesía en la Residencia siguen en vida y produciendo, y entre ellos la ya citada Ida Vitale, muy animada y locuaz en las dos lecturas de años distintos que recoge su libro-disco. También están en activo Antonio Gamoneda, José Manuel Caballero Bonald y Francisco Brines, que se muestra comunicativo, a veces confidencial, en las intervenciones habladas que acompañan a sus recitados. En alguna de ellas sale a relucir el secreto de la emoción profunda contenida en los mejores versos de este grandísimo poeta.

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