Prohibición: antes del tabaco fue el alcohol

06 / 03 / 2006 0:00 Luis Reyes
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Antes de que el tabaco fuese demonizado, lo fue el alcohol. El origen de ambos fenómenos se halla en Estados Unidos, donde un fundamentalismo a la vez feminista y racista impuso la Ley Seca en enero de 1920.

02/01/06
La miseria será pronto sólo un recuerdo. Convertiremos nuestras prisiones en fábricas, nuestras cárceles en graneros”. Así auguraba el famoso evangelista Billy Sunday el reinado de la prosperidad y la virtud que traería la Prohibición, vulgarmente conocida como Ley Seca.
Puesto que el alcohol era la causa de todas las desgracias y pecados del hombre, su ilegalización resolvería todos los problemas. Ése era el mensaje del fundamentalismo prohibicionista. Envenenó la mentalidad colectiva americana hasta el punto que muchos ayuntamientos vendieron las cárceles “inservibles”. No sabían que lo que traería la Ley Seca sería un aumento geométrico de la criminalidad, el gangsterismo y la corrupción policial y política.
Los desatinos del movimiento prohibicionista no terminan ahí, fueron innumerables. Un experto en Sagradas Escrituras fue contratado para reescribir la Biblia, eliminando todos los pasajes en que se consumía alcohol. Noé no se embriagó, provocando la burla de su hijo Cam y la subsiguiente maldición de la estirpe camita. Las hijas de Lot no le emborracharon para mantener relaciones sexuales con él, con lo que su incesto perdió la atenuante de embriaguez. Y Jesucristo no les dio a beber vino a los apóstoles en la Última Cena diciendo “ésta es mi sangre”, de modo que la eucaristía quedó mutilada.
Esta titánica tarea de redención de la humanidad estaba, por otra parte, reservada a la raza superior. La principal organización anti-alcohólica, la Woman’s Christian Temperance Union (Unión de Mujeres Cristianas por la Templanza), que es también la organización feminista más antigua del mundo, no admitía a católicas, judías ni negras. No es de extrañar que el Ku-Klux-Klan, el siniestro movimiento racista dedicado a aterrorizar a los negros, se adhiriese formalmente al prohibicionismo desde 1915.
Estados Unidos sorprendió al mundo entero cuando en enero de 1919 introdujo la Enmienda XVIII de la Constitución, que prohibía la fabricación, tráfico y venta de bebidas alcohólicas. Era la Ley Seca. Pero el extraordinario fenómeno de estupidez colectiva que consideraba la Prohibición como la panacea universal de todos los problemas sociales no había surgido de la nada, tenía una larga historia, dentro de la cortedad de la Historia norteamericana.
Templanza
Pese a las raíces puritanas de la nueva nación conocida como Estados Unidos, no fueron razones religiosas las que desencadenaron el movimiento prohibicionista, sino médicas. En la década de 1780, recién declarada la Independencia, un tal doctor Benjamin Rush planteó la razonable doctrina de que el abuso de alcohol perjudicaba la salud física y mental. En 1789, 200 granjeros de Connecticut formaron la primera liga de templanza.
En 1826 se creó la American Temperance Society (Sociedad Americana por la Templanza), que en una década tenía millón y medio de afiliados, quince periódicos y el apoyo de las iglesias protestantes. Cada vez más radicalizada, cambió de su título Templanza por Abstinencia. Desde 1840 el objetivo no sería la moderación, sino la erradicación total del consumo de alcohol.
Desde el principio fueron las mujeres las principales activistas. La estampa del trabajador que se gastaba el salario en la taberna y luego, al llegar borracho a casa, le pegaba a la mujer y los hijos, es desgraciadamente tan antigua como la aparición del proletariado industrial. Estados Unidos, una sociedad pionera en tantos aspectos, lo fue también en el del feminismo, tanto el político como el de lucha contra la violencia doméstica.
Doscientas mujeres airadas, hartas de maridos borrachos y maltratadores, asaltaron en 1856 los bares de Rockport, Massachussets. Iban armadas de santa indignación y de hachas, con las que destrozaron los barriles de cerveza y ron. Rockport se convirtió en un símbolo, y continuó siéndolo hasta el pasado julio de 2005, fecha hasta la que rigió la Ley Seca allí, pues, aunque Roosevelt derogó la Prohibición con carácter nacional en 1933, cada municipio decide localmente sobre ese aspecto, y quedan en EE UU muchísimas poblaciones secas.
Política corrompida
Pero junto a los asaltos de tabernas las prohibicionistas recurrieron a métodos más sofisticados. El apoyo del movimiento se convirtió hacia finales del siglo XIX en el factor decisivo de todos los procesos electorales norteamericanos, desde los municipales hasta los presidenciales. Los prohibicionistas disponían de mucho dinero, con el que sufragaban las campañas de cualquier candidato, sin importarle su etiqueta política, que se comprometiera a apoyar la Prohibición en su ámbito de poder.
Además tenían una enorme capacidad de movilización, su activismo en las elecciones era contundente. Las madres acudían a los colegios electorales con sus niños vestidos de blanco y ondeando banderas americanas, para acosar a los votantes wets (húmedos), es decir, a los que no apoyaban al candidato prohibicionista.
Al inicio del siglo XX la maquinaria política norteamericana estaba totalmente corrompida por el movimiento anti-alcohol, que literalmente decidía las elecciones. Pero además los prohibicionistas tenían que dominar las mentalidades. Mary Hunt, líder de la Woman’s Christian Temperance Union, eligió para ello los centros de enseñanza. Era exactamente la misma estrategia que otro fundamentalismo, el islamista, seguiría en los tiempos actuales para extenderse por el Norte de África.
Como tenía comprado el respaldo de las autoridades políticas, Mary Hunt impuso la “instrucción anti-alcohólica” en las escuelas, a la vez que ejercía derecho de veto sobre la contratación de maestros y sobre los libros de texto. En 1902, 22 millones de escolares americanos estaban sometidos al Departamento de Instrucción Científica Moderada de Mary Hunt. No es extraño que cuando ésta muriese, en 1906, hubiera ya tres Estados con Ley Seca. Diez años después eran 26, más de la mitad de los Estados Unidos.
Por fin, en enero de 1920, la Prohibición entró en vigor en todo el territorio. Sus efectos nefastos se manifestaron inmediatamente. El primero de ellos fue la desmoralización de la sociedad. La Ley Seca había triunfado por la hipocresía social y la corruptela política, lo que transformó el respeto por la ley de la mayoría de la población en una trasgresión generalizada. El presidente de los EE UU daba mal ejemplo el primero. Como senador, Warren Harding había votado a favor de la Ley Seca, pero al llegar a la Casa Blanca no clausuró la bodega presidencial, sino que la mantuvo pletórica, para satisfacción propia y de sus invitados.
La Ley Seca prohibía la fabricación y comercio de bebidas, pero no su consumo. Surgieron así los speakeasy (habla con calma), locales privados, donde en principio la policía no tenía derecho a entrar. Había un portero a quien había que “hablar con calma”, para demostrarle que uno no era un policía ni un prohibicionista, y entonces te dejaba pasar a echar un trago.
Gángsteres
Esa paradoja fue la que propició el surgimiento del crimen organizado. Puesto que el consumo aumentó considerablemente, por aquello de que el fruto prohibido es más apetecible, en speakeasy, domicilios y la Casa Blanca, pero no se podía fabricar ni importar legalmente, los gángsteres descubrieron el gran negocio del contrabando y la fabricación clandestina. Hacienda perdió 500 millones de dólares anuales de impuestos sobre el alcohol, pero en cambio Al Capone y sus homólogos amasaron fortunas inmensas, lo que le dio un poder al crimen como no habían tenido nunca.
Junto al tráfico clandestino gangsteril, había otros medios menos violentos de burlar la Prohibición. Los médicos podían recetar alcohol por necesidades de salud. ¡Cuatro millones de litros de whisky se consumían al año por prescripción facultativa! Sin necesidad de receta se vendían jarabes que contenían alcohol, pero como no había control, fabricantes sin escrúpulos les metían substancias que provocaron decenas de miles de casos de parálisis.
Y existía también la solución casera. Se podía comprar legalmente cerveza sin alcohol, pero los fabricantes ponían en la etiqueta las instrucciones de lo que NO había que hacer para que fermentase. Millones de hogares americanos se convirtieron así en destilerías domésticas.
Cuando subió al poder Roosevelt, el mejor presidente que ha tenido América, una de sus primeras medidas fue derogar la Ley Seca, introduciendo en 1933 la XXI Enmienda de la Constitución, que anulaba la XVIII. Sin embargo, cada municipio o Estado conservó la libertad de sojuzgar la libertad. Misisipí, uno de los Estados más atrasados de la Unión, mantuvo la Prohibición hasta 1966. El mismo tiempo que la segregación racial.

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