Maestro de espías y desertor

28 / 09 / 2017 Luis Reyes
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Madrid, 15 de septiembre de 1936. Llega a la capital de la República Alexandr Orlov, el mejor espía de la Unión Soviética, responsable de llevarse a Moscú el oro del Banco de España. 

Una de las raras fotografías que exiten de Orlov, el espía de los mil nombres. Foto: Getty

Stalin ha mandado a su mejor agente, Aleksandr Mijáilovich Orlov, como rezident (jefe) de la NKWD en la España republicana. Nacido en 1895 como Leiba Lazarevich Felbing en una modesta familia judía, pese a su origen logra ingresar en la Facultad de Derecho de Moscú, dentro del exiguo cupo reservado para la minoría hebrea. Aún siendo universitario ha de servir de soldado raso en la Primera Guerra Mundial, porque los judíos no pueden ser oficiales. Tras la caída del zarismo Felbing se suma a los bolcheviques que tomarán el poder en la Revolución de Octubre, y combate como oficial del Ejército Rojo al estallar la Guerra Civil.

En 1920 captura a un enemigo que va a cambiar su vida. Sus dotes de observación le hacen sospechar del prisionero, y descubre que es el jefe de las guerrillas enemigas. Por telegrama le ofrece su presa a Dzerzhinsky, el mítico creador de la Checa, el hombre más poderoso después de Lenin, que impresionado por la capacidad del Felbing le encomienda organizar la guerra de guerrillas.

Eso le abre la puerta de la Checa. Investiga delitos económicos y colabora en el primer Código Penal soviético. Siguiendo el uso chequista Felbing adopta un nombre de guerra, Lev Lazarevich Nikolsky. Será el primero de una larga lista: en París será Lev Nikolaiev, en Berlín Lev Feldel, en Estados Unidos Leo Nikoloeff o Alexander Berg, en Viena Leo Feldbiene, en Londres William Goldin. En la Lubianka, el cuartel general de la Checa, se le conocerá por el nombre en clave de Schwed y pasará a la Historia como Orlov.

Dzerzhinsky cuenta con él para organizar el espionaje soviético, y le encomienda su más importante red, la de Francia, donde aprende de forma autodidacta el oficio de espía. Luego irá a Berlín a montar una maquinaria de espionaje industrial que le permita a Stalin llevar a cabo sus planes de industrialización. La mejor industria de Europa, sin saberlo, se pone a trabajar para la URSS, porque Orlov roba los inventos de Krupp, Siemens, IG Farben y otras grandes empresas.

Cada vez más experto viaja a Nueva York bajo una tapadera comercial, pero su objetivo es forjarse una identidad americana “auténtica”, y lo logra. Obtiene un pasaporte legal norteamericano, a la vez que absorbe el habla y la forma de ser estadounidense. Después recorre Europa Central reclutando agentes y montando estructuras, es el factótum de la NKWD, nuevo nombre de la Checa. Bajo su identidad norteamericana se convierte en rezident de la NKWD en Inglaterra y supervisa la formación del Círculo de Cambridge, la legendaria operación de infiltración en el servicio secreto inglés, convirtiéndose en maestro y modelo de Kim Philby, el más famoso “topo” de la Historia.

La guerra de España

Pero la gran misión de Orlov será la guerra de España. Llega a Madrid con la tapadera de supervisor de la ayuda bélicasoviética, aunque su auténtica misión es, para las autoridades republicanas, crear un servicio de inteligencia eficaz y organizar la guerrilla y el sabotaje tras las líneas enemigas. Sin embargo esto también es una tapadera, Orlov tiene una misión secreta prioritaria: exterminar a los trostkistas, que en España cuentan con un partido pequeño pero aguerrido, el POUM; luego a los disidentes del estalinismo que llegan a España para luchar por la República; por último controlar a los agentes y militares soviéticos que, a los ojos de Stalin, corren peligro de contaminarse en España.

Orlov no ha venido para ayudar a la República, sino para defender los intereses del estalinismo, y una de sus operaciones estrella será organizar el traslado del oro del Banco de España a Rusia, lo que se conocerá como “el oro de Moscú”. Esa acción le vale la Orden de Lenin, pero también una condena a muerte por decreto del Gobierno franquista de Salamanca.  Su golpe más notorio es no obstante el secuestro y asesinato de Andrés Nin, el jefe del POUM, al que interroga y tortura en su propia “checa” , como apodan los españoles a los centros de detención ilegales de los rojos, que para más inri ha instalado en la catedral de Alcalá de Henares. Luego ejecuta a Nin en El Pardo y hace desaparecer su cadáver.

Orlov sabe que vive en peligro, pero su experiencia le permite conjurarlo. Kim Philby recuerda que en los contactos con Orlov éste lleva una metralleta bajo la gabardina. Incluso duerme con ella. En una ocasión, mientras se echa la siesta en un hotel, dos hombres entran en su habitación; Orlov los ametralla desde la cama. Por España se mueve siempre acompañado por una guardia de corps, ocho brigadistas alemanes bien entrenados como guardaespaldas y ligados por lealtad personal a él, no a Moscú. Incluso dispone de un búnker privado en el consulado soviético de Barcelona.

Cuando un agente que no depende de él se interesa por la mujer e hija de Orlov, que viven en La Garriga, detecta que existe un plan para purgarlo. Inmediatamente las lleva al sur de Francia, donde la NKVD no se atreve a cometer desafueros por razones diplomáticas, y acuerdan una clave: si llama por teléfono y pregunta por su suegra, su esposa debe sacar todo el dinero del banco y estar lista para que él las recoja.

En marzo de 1938 tiene lugar el último “Juicio de Moscú”, otra farsa para eliminar lo que queda de la vieja guardia de la Checa. Entre los ejecutados está el hombre que mandó a Orlov a España, Yagoda, hasta hace poco jefe de la NKVD. El peligro se acerca a Orlov, y se materializa en julio, en forma de telegrama de Moscú. Le ordenan acudir a Amberes y subir a un barco soviético, donde le espera un alto mando para una entrevista muy importante. A Orlov le da la risa, ¿cómo pueden pensar que va a caer en una trampa tan burda? Pero es que, eliminados todos los espías veteranos por las purgas de Stalin, han asumido el mando de la Lubianka los recién llegados, sin más calificación que el servilismo perruno hacia Stalin. Orlov pone en marcha su plan de fuga, desvalija la caja de la NKWD, recoge a su familia y se va a París. Se instalan en el Crillon, el hotel más elegante de la capital, porque Orlov es un espía con estilo, y luego desaparecen sin dejar ni rastro.

A finales de 1938 alguien lleva una carta a la embajada soviética en París. Está firmada con una huella dactilar y las siglas SCHWED, su identificación clave en la Lubianka. Si no le dejan en paz a él y su familia, Orlov amenaza con revelar los nombres de todos los agentes soviéticos que conoce por el mundo, que son legión, porque él ha organizado las redes.

Su chantaje a Stalin funciona. Orlov se instala tranquilamente en Estados Unidos, donde el FBI tardará 15 años en darse cuenta de quién tiene allí. Orlov hace también el trato que quiere con los americanos, denuncia los crímenes de Stalin, acude a los comités del Senado y publica un libro, pero nunca da el nombre de los agentes soviéticos. El KGB (último nombre la Checa) tarda 30 años en localizarlo, pero cuando lo hace es para comunicarle su perdón y que le consideran un héroe. Orlov terminará sus días como profesor en la Universidad de Michigan.

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