La guerra que cambió todo

08 / 08 / 2014 Antonio Díaz
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Un repaso a los mejores ensayos historiográficos, novelas, cómics y películas para entender la Primera Guerra Mundial en el centenario del estallido de la contienda.

Era tan maravilloso el espectáculo aquella mañana de mayo del año 1910, en que nueve reyes montaban a caballo en los funerales de Eduardo VII de Inglaterra, que la muchedumbre, sumida en un profundo y respetuoso silencio, no pudo evitar lanzar exclamaciones de admiración”. Así comienza Los cañones de agosto. Treinta y un días de 1914 que cambiaron la faz del mundo (RBA), de la historiadora estadounidense Barbara W. Tuchman, galardonado con el premio Pulitzer en 1963 y uno de los más celebrados ensayos sobre la Primera Guerra Mundial. Una obra fundamental en la que disecciona los antecedentes y reconstruye el primer mes de la guerra desde los pasillos de las embajadas de los países beligerantes hasta las trincheras cavadas en el campo de batalla.

Tuchman continúa poco después: “Detrás de ellos seguían cinco herederos al trono, y cuarenta altezas imperiales o reales, siete reinas, cuatro de ellas viudas y tres reinantes, y un gran número de embajadores extraordinarios de los países no monárquicos. Juntos representaban a setenta naciones en la concentración más grande de realeza y rango que nunca se había reunido en un mismo lugar y que, en su clase, había de ser la última. La conocida campana del Big Ben dio las nueve cuando el cortejo abandonó el palacio, pero en el reloj de la Historia era el crepúsculo, y el sol del viejo mundo se estaba poniendo, con un moribundo esplendor que nunca se vería otra vez”, concluye.

En este relato introductorio la historiadora se remonta a cuatro años antes del comienzo del conflicto para evidenciar el cambio de época que marcó esta contienda: el fin de esa ilusoria calma que representaba la belle époque y la decadencia de los imperios –el ruso de los zares, el austro-húngaro, el alemán y el otomano– y de las grandes dinastías –los Romanov, los Habsburgo, los Hohenzollern y la Casa de Osmán–. Una idea compartida por muchos historiadores y que queda plasmada de forma más literal en el concepto “corto siglo XX”, acuñado por el húngaro Iván T. Berend y desarrollado por el británico Eric Hobsbawm en su libro Historia del siglo XX (Crítica): el periodo comprendido entre 1914 y 1991, donde la Segunda Guerra Mundial es consecuencia directa de la Primera y causa necesaria de la Guerra Fría –y de todos sus enfrentamientos calientes–, en una horquilla de tiempo que concluye con la desmembración de la Unión Soviética y que representa una suerte de transición terrible entre el siglo XIX y el XXI.

En los últimos años, con motivo del centenario del comienzo del conflicto, las editoriales han reeditado numerosos ensayos como el de Tuchman, pero también han aparecido novedades como La Primera Guerra Mundial (Crítica), del historiador militar inglés Michael Howard –que dedica gran parte de su contenido al desarrollo y la estrategia de los combates–, o el nuevo trabajo de la canadiense Margaret MacMillan, 1914. De la paz a la guerra (Turner), donde esta especialista, reconocida por su anterior obra sobre el Tratado de Versalles, desarrolla su tesis sobre la evitabilidad de este conflicto.

Entre las obras recientes cabe destacar La Gran Guerra (Reservoir Books), del historietista de guerra Joe Sacco (autor de reportajes en cómic sobre los conflictos de Yugoslavia u Oriente Próximo), un libro desplegable que supera los siete metros de longitud en los que representa el primer día de la batalla del Somme, el 1 de julio de 1916, una de los más sangrientos de toda la Primera Guerra Mundial –más de un millón de bajas entre los dos bandos, ingleses y franceses contra alemanes, combatiendo a lo largo de 40 kilómetros de frente–. Se trata de una obra insólita por su ambición y por su carácter estrictamente secuencial –no contiene diálogos ni narración– que incluye un cuadernillo explicativo firmado por el historiador estadounidense Adam Hochschild, autor de otro ensayo actual, Para acabar con todas las guerras. Una historia de lealtad y rebelión. 1914-1918 (Península).

Secuencias de guerra.

En el terreno de la historieta, el experto indiscutible sobre este conflicto es el francés Jacques Tardi. Suyo es el clásico La guerra de las trincheras (Norma), una serie publicada entre 1983 y 1993 y editada en un solo volumen en 2011 que fue galardonado con dos premios Eisner y que contó con el asesoramiento del documentalista e historiador Jean-Pierre Verney. En 2010 publicaron juntos una segunda obra, ¡Puta guerra! (Norma), donde demuestran aún más su obsesión por el rigor de la representación ilustrada: desde el cuidado mecánico que requiere una ametralladora hasta la disposición en el paredón de un soldado juzgado por deserción.

En este nuevo libro Tardi y Verney ponen el foco en los llamados gueules cassées –literalmente “caras rotas”–, las víctimas de la metralla y de los efectos de las armas nuevas que se probaron durante el conflicto, de mayor potencia lacerante, otro de los grandes cambios de paradigma que representó la Primera Guerra Mundial y que quedó plasmado de forma palmaria en la película Johnny cogió su fusil, dirigida por Dalton Trumbo y basada en una novela escrita por él mismo.

Novelas sobre la Gran Guerra que se trasladaron al cine hay otras cuatro de obligada mención: Sin novedad en el frente, del escritor alemán Erich Maria Remarque; Adiós a las armas, de Ernest Hemingway –con Gary Cooper en la primera versión cinematográfica y Rock Hudson en la segunda–; Senderos de gloria, de Humphrey Cobb, popularizada por la magistral adaptación dirigida por Stanley Kubrick y protagonizada por Kirk Douglas, y Los cuatro jinetes del apocalipsis, del español Vicente Blasco Ibáñez y llevada a la gran pantalla también en dos ocasiones, en 1921 por Rex Ingram con Rodolfo Valentino a la cabeza del reparto, y en 1962 por Vincent Minnelli –ambientada en esta última ocasión en la Segunda Guerra Mundial–.

Aunque la producción cinematográfica sobre la Primera Guerra Mundial no es tan abrumadora como la dedicada a la Segunda, hay grandes títulos que han quedado eclipsados por las joyas mencionadas anteriormente –entre otras muchas que basta con nombrar: La gran ilusión, de Jean Renoir; El Barón Rojo, de Roger Corman; Gallipoli, de Peter Weir; El gran desfile, de King Vidor...-. Tiempo regala en su próxima entrega seis películas sobre el conflicto que se conmemora este año. Cinco de ellas son filmes que merece la pena rescatar, tres de los cuales fueron rodados en el periodo de entreguerras, cuando una reedición del conflicto parecía impensable. Es el caso del drama Mata Hari (1931), en el que Greta Garbo encarna a la inmortal espía; el romance bélico Vivamos hoy (1933), de Howard Hawks, con Joan Crawford y Gary Cooper; y La última avanzada (1935), con Cary Grant en el papel de un oficial británico en el frente turco. Las otras dos son El puente de Waterloo, una nueva versión de la película del mismo título de 1930, en esta ocasión con Vivien Leigh y Richard Tay-lor, y Caídos en Chunuk Bair (1992), un filme neozelandés que es el complemento perfecto al clásico australiano de Peter Weir citado anteriormente.

¿Y la sexta? La última de las películas que regala esta revista es la ya mencionada Adiós a las armas, una excusa perfecta para volver a emocionarse con ese desenlace tan amargo y tan brillante, con Gary Cooper clamando paz entre lágrimas.

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