El rastro de Colón (y II): Los otros Colones

17 / 07 / 2006 0:00 Luis Reyes
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Los descendientes de Colón han sido omnipresentes en la Historia de España, aunque ninguno alcanzó la excelencia de su hijo bastardo, Hernando.

15/05/06
ETA ha asesinado al almirante Cristóbal Colón a las 10.20 de hoy en Madrid”. No se trata de una de esas novelas de viajes por el tiempo que plantean ucronías inverosímiles, es un flash de agencia de noticias del 6 de febrero de 1986.
Dos terroristas armados de metralletas y granadas de mano le tendieron una emboscada a Cristóbal Colón de Carvajal y Maroto, XVIII Almirante de la Mar Océana y Adelantado Mayor de las Indias, descendiente directo en grado decimonoveno del descubridor de América.
La razón del atentado, sólo una: el nombre. Asesinando a Cristóbal Colón, ETA se aseguraba portada en todos los medios de América. Un nombre así puede ser una auténtica carga que te deja la Historia.
El diezmo
Cristóbal Colón se tomó mucho interés en que el nombre que se había inventado se perpetuase.También le preocupaba hasta la obsesión que su descendencia conservara los privilegios y prebendas que le habían otorgado los Reyes Católicos. En las Capitulaciones de Granada, anteriores al descubrimiento, Isabel y Fernando habían accedido a todas sus pretensiones si lograba llegar a las Indias, como prometía. No sólo le darían, con carácter hereditario, el título de Almirante de la Mar Océana y el cargo de Virrey y gobernador de las tierras que descubriera, sino una décima parte de los beneficios que se sacasen de las Indias.
Cuando se firmó esa cláusula se pensaba sin duda en unos barcos cargados de especias. Pero las Indias resultaron ser un Nuevo Mundo de inmensas riquezas. Si los monarcas hubieran dado el diezmo a Colón y sus descendientes, se habrían convertido en la familia más rica del mundo. No se lo dieron, naturalmente, y los Colón mantuvieron pleitos con la Corona hasta 1790.
El descubridor tuvo dos hijos, Diego, con una noble portuguesa, y Hernando, del ayuntamiento con la cordobesa Beatriz Enríquez. Aunque estaba viudo no quiso casarse con ella, porque era de familia humilde y Colón ya picaba muy alto; sin embargo reconoció y legitimó a este segundo hijo, que tuvo en la Corte el mismo trato que su hermano mayor Diego. Ambos fueron nombrados pajes del príncipe don Juan, heredero del trono.
Humanista
Diego heredaría la fortuna de su padre, el título de Almirante de la Mar Océana y el gobierno de las nuevas tierras. Pero Hernando logró algo que quizá valía más que todas esas pompas, una exquisita educación, no sólo cortesana, sino humanística, a cargo del sabio italiano Pedro Mártir de Anglería.
Resultó ser el descendiente más ilustre del descubridor. A los 14 años acompañó a su padre en su cuarto y último viaje a Las Indias, y acumuló esa experiencia de navegante y viajero a sus saberes intelectuales. Resultó ser un excelente artista y literato, que dibujó lo que vio en el Nuevo Mundo y escribió la Historia del Almirante. Además era un experto jurista que se encargó de los pleitos familiares reclamando el cumplimiento de las Capitulaciones de Granada.
Pese al enfrentamiento legal con la Corona, Carlos V le tenía en gran estima, y le llevaba en sus viajes por Europa como consejero.
Aunque la parte del león de la herencia hubiera sido para el primogénito Diego, las migajas de aquella fortuna le hacían inmensamente rico, lo que le permitió concebir un proyecto tan fantástico en su órbita como el que su padre había tenido en la geográfica. La creación de una biblioteca universal, que reuniera todos los libros publicados en la época.
Biblioteca
En sus viajes por Europa Hernando se entregó a una auténtica orgía bibliófila. En Venecia compró 1.600 libros, que se perdieron en un naufragio. No importa, los repuso con 700 que compró en Nuremberg, 200 en Francfort y 1.000 en Colonia. Su colección de 15.300 volúmenes era la biblioteca privada más importante de su tiempo y además ideó el primer sistema de clasificación sistemática.
Mantuvo relaciones con Erasmo y con Durero. Seguramente a raíz del encuentro con éste inició una colección de grabados que no tenía igual en el mundo, con más de 3.000 ejemplares.
Libros y estampas fueron a parar a Sevilla, que había alcanzado enorme desarrollo económico por ser el puerto de las Indias, y a la que Hernando quiso dar nivel de metrópoli cultural. Se hizo construir una villa suburbana en mármol de Carrara, al estilo de las del Renacimiento florentino, cuyos jardines tenían millares de árboles, con muchas especies traídas del Nuevo Mundo, y la abrió a los estudiosos, en sus propias palabras como “un refugio donde los letrados puedan recurrir en cualquier duda que se les ofreciese”.

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