El destino final de Lorca

18 / 05 / 2017 Javier Otero
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Los restos del poeta español más universal no aparecen tras dos intentos frustrados. Un libro desvela indicios que los sitúan en un lugar hasta ahora insospechado.

Trabajos de excavación en el último intento por encontrar los restos de Federico García Lorca. La búsqueda se realizó siguiendo una investigación que indicaba que había sido fusilado y enterrado en unos pozos que se encontraban en lo que fue un campo de instrucción

Ochenta años después de su muerte, aún se buscan los restos de Federico García Lorca, convertido prácticamente en el máximo representante de los fusilados durante la Guerra Civil. Primero, con los datos recopilados por el hispanista Ian Gibson, la pionera excavación en 2009 no da resultados. Una segunda versión, más documentada, lleva a una nueva excavación 400 metros más allá, en el Peñón del Colorado, que culmina el pasado mes de febrero con las conclusiones finales. Tampoco allí se encuentran restos. Ni de él ni de nadie. Quienes dirigen la excavación, de dilatada experiencia en investigaciones e identificaciones similares, sospechan en sus conclusiones que los cuerpos pudieron ser removidos de allí, un lugar que fue campo de instrucción de la Falange.

Cobra de nuevo vida la idea de que la familia (la sobrina lo ha negado) recuperó el cuerpo. Vuelve a surgir de nuevo, por lo tanto, la idea que siempre planeó de que fue enterrado en la finca familiar en Granada, la Huerta de San Vicente, donde un árbol señalaría el lugar donde fueron depositados por un tiempo los restos. La comparación de fotografías aéreas de la zona revela que el nogal no estaba allí antes de la guerra. La tesis ha sido defendida por algunos autores y también se cuentan confidencias de familiares que no se pueden citar. Pero podría no ser el destino final de los restos del poeta.

Una nueva investigación, que se publica ahora en un libro de forma novelada (El caso Lorca. Fantasía de un misterio, de Manuel Ayllón) señala otra posibilidad, que el cuerpo, efectivamente, fuera llevado a la casa familiar pero fuera conducido finalmente a otro emplazamiento más digno y en sagrado. Es un nuevo misterio sobre la verdadera historia del destino de Federico García Lorca.

Algunos elementos misteriosos forman parte de este rompecabezas aún no aclarado. Como el hecho de que las autoridades franquistas expropiaran los bienes de la familia, pero les fueran devueltos un mes después. Fueron los únicos beneficiados por esta reparación. El libro sostiene que la familia habría pagado una fuerte suma para intentar conseguir la liberación del poeta, pero que, al no conseguirlo, reclamó que al menos les devolvieran su cuerpo. Esta donación forzada al bando de Franco podría explicar que, una vez que se aclararon las cosas, finalmente se retirara la orden de expropiación.

El origen de la novela se encuentra en un testimonio recogido en el pueblo granadino de Láchar, según relata a esta revista el autor del libro. El párroco de Láchar habría transmitido al monaguillo que los restos de Federico García Lorca se encontraban en esta capilla. Al cabo de los años, el monaguillo se convierte en maestro, y es cuando comparte esta confidencia. Otro testimonio señala que cuando se derriba el oratorio de esta localidad habrían salido a la luz unos huesos que, en teoría, no tendrían que existir.

La información llega a oídos de Miguel Caballero. Este es el investigador que ha reconstruido una visión inédita sobre los factores familiares que influyeron decisivamente en la muerte de Federico García Lorca. Los trabajos de Caballero han llevado a la reconstrucción de su fusilamiento y enterramiento y tuvieron como consecuencia el segundo intento de dar con los huesos del poeta en el Peñón del Colorado. Estos trabajos culminaron sin encontrar los restos de Lorca en un punto concreto del antiguo campo de instrucción de las tropas franquistas, señalado por el testimonio del hijo del militar al mando en ese momento en el frente de Víznar y en ese campo. Caballero es también el cronista oficial de Láchar. 

Lazos familiares

La información sobre la hipótesis de Láchar llegó a Caballero antes de acometer la excavación en el antiguo campo de instrucción. Este, junto con Manuel Ayllón, autor del libro, intentaron corroborar la pista que señala la posibilidad de que los restos terminaran en Láchar. El maestro que guardaba el secreto ya había fallecido, pero no su mujer. Tras localizarla en Málaga, esta se negó a hablar. Caballero, según publicó esta revista, descartó la línea de investigación de Láchar y apostó por la tesis de que los restos se encontraban en el lugar donde realizó la última excavación.

A partir de ahí, el autor del libro, Manuel Ayllón, continúa con otras pistas. Las primeras son los lazos familiares que unen al párroco que habría señalado que aquellos huesos se correspondían con los del poeta, con la familia del mismo. El párroco, Enrique Palacios García, era sobrino de Federico García, el padre del autor de La Casa de Bernarda Alba o Poeta en Nueva York. No era una relación familiar lejana, ya que fue Federico García quien pagó los estudios del párroco de Láchar. El párroco nació en Fuente Vaqueros, cuna del poeta.

Ayllón descubre otros indicios, como el hecho de que, en teoría, al realizarse la demolición del oratorio no deberían aparecer restos humanos, ya que los que habían sido enterrados a lo largo de la historia fueron trasladados a la catedral de Granada. Claro que sería antes de que los restos de Lorca llegaran allí. El oratorio, por otra parte, habría ofrecido a la familia la posibilidad de realizar el enterramiento de forma privada, como permitían las normas para este tipo de inhumaciones, a diferencia de los cementerios públicos, donde habría que haber registrado el mismo. Por si fuera poco, cumplía la condición de tratarse de familiares de la saga aristocrática que tenía derecho a yacer en la capilla. La pista termina con el testimonio recogido por Ayllón del lugar donde fueron a parar los escombros del derribo del oratorio de Láchar. Fueron vertidos en la orilla izquierda del río Genil, en el paraje que se conoce como Las Limas. Allí siguen.

Las relaciones que se entretejen entre las ramas familiares de Federico García Lorca serán luego protagonistas en la muerte del poeta, según las investigaciones de Miguel Caballero. Todas nacen en la Vega de Granada, donde se encuentra también Láchar. De allí también era el ama de cría de su hermano Francisco, Dolores, la Colorina. El párroco de Láchar era también el capellán de la familia del conde de Benalúa, dueño del pueblo y del oratorio particular. Láchar fue lugar de caza del rey Alfonso XIII, con el que se relacionaba el conde, Julio Quesada. 

Los huesos del oratorio

Según la investigación publicada en el libro, el oratorio era el lugar de enterramiento privativo de los consanguíneos de esta familia aristócrata. En 1932, la que se conoció como “ley de cementerios” prohibió la inhumación en templos o en sus criptas. El conde de Benalúa no fue enterrado allí por esta razón cuando falleció, justo antes del 18 de julio, día de la sublevación de las tropas franquistas. Fue inhumado en la catedral de Granada gracias a alguna de las excepciones que permitía la ley. Además, el autor señala que el osario del oratorio estaba vacío desde principios de 1937 porque la duquesa temía que su palacio fuera objetivo de las bombas (era usado en ese momento como cuartel de las tropas franquistas) y decidió llevar todos los restos de sus antepasados a la misma catedral, lo que ocurrió el 20 de octubre de 1937. Es la clave que explica que cuando se realizó el derribo del oratorio muchos años después no tenían que haber aparecido restos humanos. La viuda del conde de Benalúa también reposa en la catedral desde su muerte, que se produjo en 1945. En la posguerra, el palacio fue usado como cárcel de presos republicanos.

Sobre estas circunstancias, Ayllón construye en forma de ficción (de ahí el subtítulo del libro: Fantasía de un misterio) cómo podrían haberse sucedido los hechos para que Federico García Lorca terminara siendo enterrado definitivamente en el oratorio de Láchar. El autor apuesta a que la fecha elegida para el traslado podría haber sido en los últimos días del verano de 1938, antes del traslado de la familia desde la casa familiar de la Huerta de San Vicente a un nuevo domicilio en el centro de Granada. Los restos del poeta no podrían quedarse solos en la casa familiar y, además, el fervor religioso de su madre, Vicenta, empujaría hacia su descanso en lugar sagrado.

Lo que sí es un hecho es que, años después, el Instituto Nacional de Colonización realizó unas obras importantes en Láchar y construyó en 1951 una nueva parroquia a pocos metros del palacio de los condes de Benalúa, cuyo oratorio se cerró al culto, y terminó siendo utilizado como almacén. En 1973 esta antigua capilla se quedó sin su techo de madera, que fue desmontado tras comprarlo un anticuario malagueño. En 1981 el ayuntamiento derribó los últimos restos de la capilla, donde hoy se encuentra una plaza en recuerdo del pintor Pablo Picasso.

Tras el relato de ficción, el libro El caso Lorca. Fantasía de un misterio, realiza un análisis en forma de ensayo sobre varios aspectos alrededor de la figura de Federico García Lorca y su muerte. De esta manera escruta cómo se vio perjudicada la familia Rosales por su papel en los sucesos que acabaron con la muerte del poeta. Según su adscripción política, las versiones (las calumnias, como las califica el autor del libro) sobre su comportamiento les mantuvieron señalados primero por haber dado cobijo a un rojo, para pasar a convertirse prácticamente en cómplices de su muerte por no haberle defendido adecuadamente cuando le habían ofrecido refugio.

Ayllón también analiza los primeros pasos de construcción del mito de García Lorca y su muerte, cuando aún las noticias sobre su desaparición eran muy confusas. En otro de los apartados desmonta las versiones de los falangistas sobre el fusilamiento del poeta. El libro se completa con un análisis sobre si es cierto que Lorca hubiese escrito un himno a la Falange. Ayllón concluye que no es así, a pesar de las circunstancias que parecían señalar esa dirección. Por último, el autor realiza una inmersión a fondo en el papel de la familia García Lorca, los pasos dados por estos con la fundación que lleva el nombre del poeta, así como el consorcio público en el que colaboran también empresas privadas. Para Ayllón, se han intentado esconder aspectos relacionados con Lorca como ha sido la importancia que tuvieron las luchas y venganzas familiares en su fusilamiento (aspecto tajantemente negado por la sobrina del poeta), el segundo plano en que se dejaron algunas relaciones personales o amorosas de Lorca y los matices que desmontan que este tuviera un perfil por el que pudiera ser considerado tan rojo como la imagen que finalmente ha permanecido.

Oratorio-de-Lachar-OK-F
Una de las pocas imágenes que se conservan del antiguo oratorio del palacio del conde de Benalúa en el pueblo granadino de Láchar, donde podrían haber llegado finalmente los restos del poeta. El oratorio fue demolido en el año 1981 y sus escombros fueron vertidos en la orilla del río Genil.
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Imagen de la Huerta de San Vicente, domicilio de la familia Lorca durante la Guerra Civil, donde se especula que podrían haber sido llevados provisionalmente los restos del poeta. 
Devolución-de-los-bienes-de-FGR-12-de-diciembre-de-1936-F
Incautación-de-los-bienes-de-FGR.-Boletin-Oficial-de-Granada-23-octubre-1936-F
Traslado-de-restos-de-Láchar-(Recepción-en-Catedral-de-Granada)-F
Traslado-de-restos-de-Láchar-(salida-de-Láchar)-F
Documentos, como los que anuncian la expropiación y posterior devolución de los bienes de la familia Lorca por parte de las autoridades franquistas en los días posteriores al 18 de julio de 1936, en que comenzó la guerra. También se reproducen los certificados en los que consta el traslado de los restos de los familiares del conde de Benalúa de Láchar a la catedral de Granada. El traslado habría dejado el oratorio de Láchar sin restos humanos. 
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