Treinta y cinco años no es nada

29 / 05 / 2017 Luis Castro
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Es difícil mantener un medio de comunicación durante tres décadas y media haciendo que siga fiel a las ideas que lo hicieron nacer pero atento a todos los cambios que han vuelto el mundo del revés. Ese es el secreto de la revista TIEMPO. Y esta es la historia de cómo se consiguió.

La redacción de TIEMPO con los Reyes, Antonio Asensio Mosbah, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, el pasado 12 de diciembre de 2016.

Ahora, para referirnos a aquellos tiempos, usamos todos la primera persona del plural. Entonces pensábamos, en aquellos días hicimos,se nos ocurrió; como si nosotros, los de ahora, hubiésemos estado allí. No es verdad, porque de aquella primera redacción de Tiempo solo queda el actual director, entonces un joven redactor de Economía.

La revista Tiempo nació en una España que no tiene casi nada que ver con la actual. Era un mundo que hoy se nos antoja casi medieval, en el que no existían los teléfonos móviles, los ordenadores personales, Internet, Instagram, Twitter y ni siquiera WhatsApp. Y sin embargo la gente era capaz de sobrevivir, aunque hoy esto resulte casi imposible de entender. Los españoles de aquella época leían libros y compraban periódicos. Iban mucho al cine y al teatro. Hablaban por teléfonos fijos.
 Se escribían cartas. No existían la posverdad ni el Redbull ni los programas de televisión de emotiva competición de cocineros (sí existía la televisión). Y, a pesar de vivir prácticamente en la prehistoria, aquellos españoles estaban en plena ebullición: hablaban muchísimo del sexo femenino (algo que pocos años antes estaba perseguidísimo) y también de política: desde que por fin se murió Franco, los españoles estaban levantando entre todos (es increíble, ¿verdad?) la democracia, y habían votado quince veces en siete años; y otros individuos que había, que se hacían llamar ETA, mataban a muchas decenas de personas cada año; y otros tipos habían dado un golpe de Estado en febrero de 1981. Con todo este maremágnum, los españoles se pasaban la vida hablando de la democracia, de la libertad, del consenso (otra cosa que había entonces) y de cosas parecidas.

El lunes 17 de mayo de 1982, cuando los españoles pudieron ver en los quioscos la primera portada de aquella nueva publicación (fondo azul celeste y un retrato dibujado del líder de la oposición socialista, Felipe González, con Pablo Iglesias en segundo término), los lectores atentos ya estaban familiarizados con el nombre TIEMPO. Lo llevaban viendo desde hacía casi un año (junio de 1981), en forma de separata, en el corazón de la revista Interviú.

Antonio Asensio Pizarro, fundador del Grupo Zeta, se dio cuenta de qué era lo que demandaba la gente en los quioscos y decidió que aquella separata política impresa casi nada más que en blanco y negro tenía un futuro muy prometedor como publicación independiente. Y encargó al añorado Julián Lago (falleció en Paraguay en 2009) que formase una redacción. Había muy poco dinero: apenas tres millones de aquellas pesetas, unos 18.000 euros de hoy, que daban apenas para un mes; también mucha ilusión y un nuevo nombre: Tiempo de hoy. 

El primer director

Lago era un vallisoletano de apenas 35 años que llevaba mucho tiempo vinculado al Grupo Zeta. Estaba en el Congreso de los Diputados cuando entró Tejero pegando tiros; era un respetado analista que había ocupado la subdirección de El Periódico de Catalunya, una de las grandes columnas sobre las que se asentaba entonces el grupo de medios de Asensio. Nadie como él para poner en marcha un nuevo semanario cuyo objetivo fue, desde el principio, no solo hacerse sitio en el quiosco sino desbancar de la cumbre a la todopoderosa Cambio 16, una revista semanal que había sido, en los estertores de la dictadura y en la Transición, no solo un medio de comunicación sino un evidente protagonista de la acción política.

Lago dejó la delegación del Grupo Zeta en Madrid (en la calle del Potosí), que era donde se había estado elaborando la separata inicial; se instaló en un despacho de la madrileña calle de María de Molina (lo que los compañeros llamaban, no sin mala uva, “el piso franco”) y empezó a entrevistar a gente. Se quedó, al principio, con nada más que media docena de personas, que cuando salió el número 1 de la nueva publicación eran ya 19. Pero puede decirse que allí quedaron claras por primera vez las que habían de ser las características constantes e indelebles de TIEMPO hasta hoy mismo: absoluto respeto a los hechos, defensa intransigente de los principios democráticos, independencia del poder político (lo ocupase quien lo ocupase) y pluralidad en las opiniones. Si el nuevo semanario quería ganarse un prestigio duradero, debía dejar claro desde el principio que su tiempo era el futuro y no el pasado; no podía adscribirse a ninguna facción ni a ningún partido, debía mantener una fiabilidad informativa sin la menor grieta y había de reunir en sus páginas las firmas de los mejores protagonistas de la sociedad española, fuese en el ámbito que fuese.

Esa es la fórmula que se ha mantenido hasta hoy. Y ya en el primer consejo asesor del nuevo semanario había de todo: desde conspicuos rojos hasta obispos y generales.

El presidente del Gobierno por entonces, Leopoldo Calvo-Sotelo, mandó a seis ministros a la multitudinaria presentación del nuevo semanario. La revista se lanzó con la hoy inimaginable cifra de 400.000 ejemplares. Se afianzó rápidamente y, a finales de 1982, estaba claro que TIEMPO era un éxito. Lago estuvo atento a lo que preocupaba entonces a la sociedad y demostró una gran atención a la figura del Príncipe, por entonces un adolescente.

Las grandes exclusivas que publicó TIEMPO en la época de Julián Lago estuvieron ligadas a la Familia Real. En 1985 se ofreció una entrevista con don Juan, el padre del rey Juan Carlos. Ese mismo año TIEMPO también contó en exclusiva un relato del monarca en primera persona sobre su vida. Y en 1986 la reina Sofía concedió a TIEMPO su primera entrevista a un medio, lo mismo que hizo su hijo Felipe tres años más tarde. 

A la cabeza

Asensio Pizarro sabía que TIEMPO estaba en condiciones de consolidar el recién alcanzado liderazgo entre los semanarios de información general españoles, y sabía cómo hacerlo: la clave estaba en convencer al mejor para que se pusiese al timón, y ese era José Oneto Revuelta, gaditano que tenía 45 años en 1987 y que durante década y media había sido el alma informativa de la publicación competidora de más éxito, Cambio 16.

Asensio convenció a José Oneto y fichó a quien, hasta poco tiempo atrás, había sido general de los adversarios. Con su llegada a la dirección de la revista, en el mes de junio de 1987, se produjeron en TIEMPO dos cambios fundamentales. El primero fue el traslado de su redacción (y de todo el Grupo Zeta en Madrid) al por entonces nuevo y reluciente edificio de la calle de O’Donnell. Allí acabaron por pasar a la historia las últimas máquinas de escribir, los últimos tipómetros y tiras de letraset: apareció la informática y el semanario se adaptó, como hicieron todos los medios escritos de entonces, a las que en aquellos años eran “nuevas tecnologías”.

Pero el segundo y más importante de los cambios fue la ampliación del concepto de revista que tan brillantemente había pilotado Julián Lago. TIEMPO dejó de ser un semanario estrictamente político, como correspondía a una situación en la cual la sociedad española llevaba ya dos mayorías absolutas consecutivas de Felipe González; además, de los 38,6 millones de habitantes que tenía España entonces, al menos ocho no podían tener el menor recuerdo personal de la dictadura, por razones de edad. La política, como pasa siempre en democracias consolidadas, deja de ser un asunto apasionante para convertirse en una costumbre, en una circunstancia. No siempre agradable.

TIEMPO, pues, añadió o potenció secciones como cultura, espectáculos, economía, sucesos, deportes y, con enorme puntería informativa, la llamada crónica rosa o del corazón (los más veteranos de sus profesionales siguen calificándola, aún hoy, de crónica social), hasta entonces patrimonio casi exclusivo de las publicaciones especializadas y que en pocos años se convertiría en objeto del interés de millones de personas. La dirección de Oneto coincidió con el esplendor y caída de lo que muy pronto se llamó el felipismo.

El segundo director de la revista, uno de los hombres mejor informados de España, supo mezclar información de primer nivel con portadas mucho más veraniegas, y se esforzaba por ofrecer no solo la información completa sino los elementos esenciales para su comprensión y análisis: lo que solía llamar todas las claves del hecho a tratar.

Oneto, que colocó la revista en una difusión media de 180.000 ejemplares semanales, dejó la dirección entre unas lágrimas que nadie que las viera podrá olvidar fácilmente. Asensio necesitaba en los informativos de Antena-3 Televisión de la misma sabiduría con que el gran gaditano había llevado la revista a lo más alto, coronado Pepe siempre por su célebre flequillo egipcíaco (imperturbable ante el paso del tiempo, como las pirámides). España estaba cambiando y el periodismo también.

Tomó el relevo el asturiano Pedro Páramo Lobeto (amigo y mano derecha de Pepe Oneto) y TIEMPO, como todo el Grupo Zeta, seguía fiel a sus principios fundacionales y se negaba a mostrarse sumiso y servil. Páramo logró algo parecido al juicio de Dios cuando publicó una inolvidable y extensa entrevista a Luis María Anson. El antiguo director de Abc reconoció con toda claridad que había habido un acuerdo entre varios periodistas (él no lo quería llamar conspiración: fue el único) para elevar el “listón de la crítica” hasta niveles tan inauditos que se llegó a “poner en peligro la estabilidad del Estado”, como él mismo reconoció. Además dio los nombres y los apellidos, los lugares, las fechas y las circunstancias: todo. 

HISTORIA-F3-F

Antonio Asensio Pizarro (derecha) junto a Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid, durante la fiesta de presentación del primer número de la revista, que tuvo lugar en el hotel Meliá Castilla de la capital

Curiosa invasión

Aquella entrevista, publicada en el legendario número 825 de Tiempo (salió el 23 de febrero de 1998: vaya fecha), provocó una crisis personal muy seria entre los aludidos... y una escena difícil de olvidar, porque cierta mañana, a eso de la una del mediodía, numerosos camareros ataviados con librea y entorchados dorados invadieron la redacción y sirvieron ceremoniosamente a los atónitos periodistas ingentes cantidades de canapés exquisitos, vino excelente y cava. Había que celebrar un éxito de ventas tan clamoroso que, desde la altura de estos 35 años, debe calificarse, sin rubor, de histórico.

El breve tiempo que Agustín Valladolid ocupó la dirección de la revista (menos de un año, entre 1999 y 2000) fue el de la modernización. España ya no era la de 20 años antes. Prácticamente todos los periodistas tenían no solo teléfono móvil sino conexión a Internet, lo mismo en la redacción que en casa, y empezábamos a constatar que las noticias salían antes en la pantalla del ordenador que en el periódico, la televisión, el teletipo o incluso la radio: estaba claro que el nuevo medio iba a darle la vuelta a muchas antiguallas.

Valladolid apostó por tres cosas: un estilo informativo mucho más directo y audaz, que cuidaba tanto la calidad de la escritura como el diseño de la revista, auténticamente rompedor y no siempre fácil de manejar. En segundo lugar, se redobló el esfuerzo en un nuevo atractivo a la hora de estar presente en los quioscos: las promociones, que habían empezado en los tiempos de Oneto y se habían multiplicado en la etapa de Páramo. Fueron pasando de los prehistóricos vídeos en VHS al hoy habitual DVD, ya en la época de Rivasés. Algunas de esas promociones fueron resonantes éxitos. Y, en tercer lugar, TIEMPO empezó a hacerse un sitio en la Red, como todo el Grupo Zeta. El desafío era tan apasionante que Valladolid, sin desvincularse nunca de la cada vez mayor y más variada “casa común” que había levantado Asensio, decidió dejar la dirección para dedicar todo su tiempo a los nuevos medios digitales.

El aragonés Jesús Rivasés, que pertenecía a la redacción fundadora, fue el último director de TIEMPO elegido por Asensio Pizarro. Un tumor contra el que nada pudo hacerse se llevó al inolvidable fundador del Grupo Zeta el viernes 20 de abril de 2001, y tomó el relevo su hijo, Antonio Asensio Mosbah.

El mundo empezaba a parecerse a lo que hoy está terminando de ser y la receta de Rivasés para contarlo fue la que debía ser: reforzar las señas de identidad de la revista, su independencia y su rigor. Él mismo lo dijo en la celebración del número 1.000, que Antonio Asensio no pudo ver por muy poco: “Buenos reportajes, temas de investigación, descubrimiento de los protagonistas de la actualidad, ir más allá de la noticia y servicio a los lectores”. Y añadió, contundente: “Y exclusivas”.

Vaya si las hubo. Después de una temporada de dificultades, TIEMPO volvió a triplicar en venta de ejemplares a su inmediato competidor. Después, la llegada del leonés Jesús Maraña (otro veterano del Grupo Zeta) a la dirección del semanario siguió en pocos meses a la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones de 2004. 

5084-F

Consejo de Redacción de la revista

Nuevos tiempos

Antonio Asensio Mosbah, hijo del fundador del Grupo Zeta, es el símbolo del tiempo actual. Su vida es casi exactamente la de la revista: nació cuando TIEMPO era apenas una separata encartada en otra revista y ha vivido la trayectoria del semanario al tiempo que la suya propia. Está al frente del Grupo Zeta –el sueño de su padre– desde hace ya 16 años y su estilo no podía ser sino el que es: audaz, juvenil y animoso, basado tanto en la experiencia como en la falta de complejos y de temores a la hora de dar saltos hacia delante. Precisamente, una de sus primeras decisiones al hacerse cargo del grupo fue nombrar a Miguel Ángel Liso director editorial y de comunicación.

Asensio Mosbah siguió la trayectoria marcada por su padre, y en 2007 nombró de nuevo director a Rivasés, que continúa al frente de la revista. Desde entonces, el mundo ha cambiado mucho y, con él, TIEMPO se ha ido adaptando, no sin dificultades debido a la crisis económica y a la coyuntura específica por la que atraviesan los medios de comunicación como consecuencia de la digitalización de nuestra vida.

Con esfuerzo y pasión, el presidente del Grupo Zeta ha conseguido celebrar recientemente el 40 aniversario de la empresa que fundara su padre. Y lo hizo con el mejor de los regalos: la visita de los Reyes de España, don Felipe y doña Letizia, a las nuevas instalaciones del grupo en la madrileña calle de Orduña. Los Reyes estuvieron en TIEMPO y se interesaron especialmente por sus portadas, siempre con grandes exclusivas sobre la Casa Real.

Eso fue en diciembre pasado. Ahora, en mayo de 2017, el semanario político líder en España celebra sus primeros 35 años. Muchos cambios ha habido desde aquel primer TIEMPO de hace tres décadas... pero queda, en realidad, todo. Porque permanecen las ideas que estableció Asensio Pizarro y que hoy impulsa su hijo. Permanecen la voluntad de informar con rigor, la profesionalidad, la independencia y el pluralismo. Y permanece, antes que ninguna otra cosa, la credibilidad.

Eso es lo que pensamos seguir haciendo en el futuro, aunque con un diseño renovado que precisamente hoy estrenamos. Esperamos que les guste. 

Los seis directores

La revista ha contado con seis directores. El primero fue Julián Lago, que puso en marcha el semanario y lo pilotó hasta 1987. En junio de ese año le sustituyó José Oneto, quien ocupó el puesto hasta 1996. Luego le llegó el turno a Pedro Páramo, que dirigió Tiempo entre 1996 y 1999. El cuarto director fue Agustín Valladolid, que lo hizo entre agosto de 1999 y junio de 2000. A Valladolid le sucedió Jesús Rivasés, que extendió su mandato hasta 2005. Después le llegó el turno a Jesús Maraña, entre 2005 y 2007. Y desde septiembre de 2007, el Grupo Zeta encomendó de nuevo la tarea a Rivasés, que todavía hoy dirige Tiempo.

HISTORIA-F4-F

Julián Lago (1982-1987)

HISTORIA-F5-F

José Oneto (1987-1996)

HISTORIA-F7-F

Pedro Páramo (1996-1999)

HISTORIA-F6-F

Agustín Valladolid (1999-2000)

HISTORIA-F10-F

Jesús Maraña (2005-2007)

HISTORIA-F8-F

Jesús Rivasés (2000-2005 y desde 2007)

La evolución del logotipo

El logotipo de la revista ha sufrido siete cambios en 30 años. En 1982, cuando nace la revista, las letras de Tiempo eran rojas y todas en minúscula. A los pocos meses se estilizó el logotipo colocando letras blancas sobre fondo rojo. Esa imagen se mantuvo intacta durante diez años. En 1995 las letras se hicieron mayúsculas, y en el 2000 se convirtieron en negras salvo la i. Pero en 2004 volvieron a ser blancas sobre fondo rojo en un intento de regresar a los orígenes, algo que se logró en dos cambios: en 2006 las letras se hicieron de nuevo minúsculas y en 2008 el punto de la i volvió a ser cuadrado, justo como el original. En 2015 se modernizó el diseño: se volvió a las mayúsculas y se eliminó el fondo rojo.

HISTORIA-F19-F
Logotipo2HISTORIA-F20-F
Logotipo3HISTORIA-F21-F
Logotipo4HISTORIA-F22-F
HISTORIA-F23-F
HISTORIA-F25-F

TIEMPO: 35 aniversario y nuevo diseño

Jesús Rivasés

Director de TIEMPO

Hace ahora 35 años, en mayo de 1982, España todavía no era un país miembro de las entonces Comunidades Económicas Europeas y más de una tercera parte –el 36,94%– de los españoles vivos actualmente no habían nacido. Felipe González y el PSOE, a cuyo liderazgo acaba de volver Pedro Sánchez, todavía no habían ganado sus primeras elecciones y era una incógnita cómo gobernarían los socialistas en un país que reclamaba cambio. Aquella primavera, a las afueras de Madrid, eran juzgados los protagonistas de la asonada esperpéntica del 23 de febrero de 1981, en cuyo fracaso el rey Juan Carlos tuvo un papel decisivo, que contempló en directo –como la mejor de las lecciones– el ahora rey Felipe, entonces un muchacho de 13 años. Fue también entonces cuando nació TIEMPO, el semanario ideado por el joven editor Antonio Asensio Pizarro, que tenía un sueño de ambición profesional y de libertad. Quería crear la revista española de información general más influyente y de mayor difusión del final del siglo XX. El éxito fue espectacular y TIEMPO se convirtió enseguida en el semanario político-económico-social líder en España.

TIEMPO cumple ahora 35 años. Hace tiempo que alcanzó la madurez y ahora incluso puede presumir de ser una de las publicaciones más veteranas nacidas en la democracia. TIEMPO ahora, sin renunciar a su pasado ni a su ímpetu juvenil, es un producto y un proyecto actual, del siglo XXI, el del mundo global y la revolución digital, en donde reclama su propio y destacado lugar. El semanario TIEMPO del siglo XXI, heredero del originario de finales del siglo XX, es el proyecto de otro joven empresario, Antonio Asensio Mosbah, hijo del fundador del Grupo Zeta. Hace más de 15 años que Asensio Mosbah figura al frente del grupo editorial, lo que significa que durante casi la mitad de la existencia del semanario ha sido él quien ha impulsado y protagonizado la transformación de TIEMPO, en su transición de un producto de una era prácticamente solo analógica a otra también digital. TIEMPO celebra ahora su 35 aniversario, que es un punto y seguido, con un número especial, que sintetiza en 35 de sus mejores portadas sus 35 años y que pretende ser un homenaje a sus lectores, los auténticos protagonistas de la fascinante historia de esta publicación, los que ya estaban hace 35 años y los que se han incorporado a lo largo de todos estos años y los que lo harán en el futuro.

TIEMPO también quiere celebrar sus primeros 35 años con sus lectores, en papel y en la web, con un cambio de imagen profundo. El semanario renueva su diseño para hacerlo más fresco, más moderno y más elegante, al mismo tiempo que incorpora nuevas secciones, y mantiene su histórico compromiso con la calidad, la información y la libertad, sus señas de identidad. El mismo TIEMPO pero más actual.

RIVASÉS-6935-F
Grupo Zeta Nexica