Matilde Solís: pobre niña rica

29 / 07 / 2015 Celia Lorente y Clara Pinar
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Puede ser el título de una telenovela, pero también el de la vida de esta mujer de alta cuna, hija de los marqueses de la Motilla. Lo ha tenido todo, pero su existencia no ha sido precisamente un camino de rosas.

Matilde y Carlos Fitz-James Stuart, cuando aún eran novios.

El aparente carácter apocado, extremadamente discreto y dócil de Matilde Solís-Beaumont y Martínez Campos choca con una biografía bastante truculenta en lo personal. El último episodio ha sido su denuncia, seguida después por más de veinte mujeres más, de los abusos sexuales que durante años sufrió por parte de su psiquiatra, el influyente doctor sevillano Javier Criado. La alta sociedad sevillana, tan acostumbrada a la discreción, no se esperaba la confesión que el miembro de una de sus familias hizo nada menos que a través de las redes sociales. Hace unas semanas, colgó una carta en su cuenta de Facebook en la que, al mismo tiempo que daba por superadas sus épocas de depresión, denunciaba los abusos que sufrió durante años. Y llegó a referirse, de su puño y letra, incluso a intentos de suicidio. Solís animaba a otras mujeres a hacer lo mismo que ella, a denunciar al doctor Criado. La mecha ha prendido, porque ya son más de 20 las presuntas víctimas que también quieren que deje de ejercer la psiquiatría. Sin embargo, dentro de la cerrada alta sociedad sevillana, su clamor es un episodio más en la biografía de una mujer a la que, teniéndolo todo, la vida no ha dado tregua.

A sus 52 años Mati, como la llaman cariñosamente, muestra un deterioro físico evidente y ni ella misma reconoce cuándo su vida se torció. Vivió una infancia feliz en Sevilla aunque siempre bajo una estricta educación. Su madre, Isabel Martínez Campos, mujer muy religiosa y destacado miembro del Opus Dei, se encargó de que así fuera. Estudió el bachillerato en el colegio Entreolivos de la capital hispalense donde fue una alumna destacada, ya que “Matilde es inteligente, y además siempre ha sido muy estudiosa, por su afición a la lectura”, según su hermana Rocío. Además de buena estudiante era buena deportista, practicaba la natación y equitación y tampoco el baile se le daba mal, era una excelente bailaora de sevillanas.

Una joven aparentemente sin problemas y que tenía una sensibilidad especial para el arte. Le gustaba modelar en barro, pintar y la música. Cuando acabó el colegio se decidió por estudiar Geografía e Historia. “Deseo terminar la carrera y ejercer”, afirmó durante el acto familiar en Sevilla el 14 de marzo de 1988, día en que anunció al mundo su boda con el heredero de la Casa de Alba, Carlos Fitz-James Stuart. “Aunque ahora, con todo este lío, lo tengo algo atrasado”... Y así se quedó en el tiempo, porque nunca llegaría a ejercer.

Matilde Solís se convirtió en pasto de las revistas del corazón el día que se casó con el duque de Huéscar. Él tenía 40 años y ella acababa de cumplir los 25, y, según su denuncia pública del doctor Criado, ya llevaba más de dos años frecuentando su consulta. El enlace fue un bodorrio a lo grande, de los que llenan portadas. Se casó en el Altar Mayor de la catedral de Sevilla, un privilegio reservado a muy pocas parejas, entre ellas la infanta Elena y la propia Cayetana de Alba. Una boda de cuento de hadas al más puro estilo Lady Di con paseo en carruaje por las calles de Sevilla. Él con uniforme de maestrante, uno de los numerosos títulos que ostenta, y ella luciendo la diadema de platino y brillantes llamada La rusa (por su aspecto de kokoshnik, que era el tocado oficial que llevaban las damas de la corte imperial rusa) perteneciente a Cayetana de Alba y que había heredado de su abuela Híjar, una joya muy querida y simbólica para la Casa de Alba.

Se sentía sola. 

Pero su evolución como pareja acabó asemejándose también a la de la princesa Diana. No encajó. La soledad, las estrictas normas de la familia, el protocolo y el sentirse como un cero a la izquierda la llevaron a desesperarse. Mati aguantó poco tiempo el ambiente del palacio de Liria, donde se instaló con su marido de recién casados. Luego tuvo que abandonar su querida Sevilla para instalarse en la casa de la urbanización Montepríncipe, a las afueras de Madrid. Allí le invadía la nostalgia, se sentía sola, encerrada y lejos de los suyos. Un accidente con una escopeta de caza en 1999 en su casa de Somosaguas durante una ausencia del duque de Huéscar, que se encontraba de viaje, hizo saltar las alarmas sobre el estado emocional de Matilde e incluso en la prensa se habló de un posible intento de suicidio. El ingreso hospitalario fue real y perdió el bazo. Una vez recuperada y después de 12 años de matrimonio Matilde pidió el divorcio de Carlos Fitz-James Stuart. Ni Fernando ni Carlos Arturo, sus hijos, ni el tremendo disgusto que le iba a dar a su religiosa madre lograron disuadirla. Quería empezar una nueva vida aunque perdiera el título de duquesa de Alba. Carlos en un principio no perdió las esperanzas de recuperar a su mujer, con la que mantenía una buena relación. Incluso era su consejero económico y la ayudaba a administrar parte de su fortuna, mayor incluso que la del primogénito de los Alba.

De mirlo blanco a rana. 

Ya libre, Matilde volvió a elegir mal a su nueva pareja. Eso sí, él prometía: Borja Moreno Santamaría, “un joven sevillano de 30 años, simpático, alegre y muy sencillo”, eran los calificativos que le adjudicaban las revistas el corazón de la época. “Huérfano de padres, con poco currículum profesional, pero simpático y muy pendiente de ella”. Ante el estupor de su madre, Mati anunció que estaba embarazada. Un disgusto tremendo, una boda civil y años después, al obtener la nulidad, la ceremonia religiosa.

Pero el mirlo blanco salió rana. Su segunda ruptura llegó en el año 2008 después de cuatro años de matrimonio y un hijo en común. Un divorcio que acabó como el rosario de la aurora, se interpusieron entre los dos más de 20 demandas y él llegó incluso a airear los trapos sucios en un programa de crónica rosa de Antena 3. Delante de las cámaras él se mostró como una víctima del carácter de su exmujer a quien retrataba como una persona inestable y muy sensible y que, según contaba, le impedía ver a su hijo. Borja Moreno llevaba meses amenazando a su exmujer con ir al programa si no le daba 590.000 euros y se comprometía a no denunciarle nunca más. A la salida de televisión se lio a tortas con los paparazzi que le esperaban en la puerta de la cadena. Problemas con el alcohol, una orden de alejamiento por su actitud violenta y algún incidente al intentar entrar en casa de su mujer cuando ya estaban separados fueron la guinda final.

Después de que los ecos de esta conflictiva ruptura se apagaran, poco o nada se había vuelto a saber de la aristócrata sevillana. Hasta que el pasado 18 de julio rompió su silencio: “Ha llegado el momento de hablar”. Ese día abrió una cuenta en Facebook –animada por sus amigas– y colgó la famosa carta que destapaba un nuevo drama personal: el que fue durante años su psiquiatra de cabecera había abusado de ella. “Llegué a su consulta con 22 o 23 años. Metida en una fuerte depresión, vulnerable, maleable. Con los límites de lo moral borrosos y otros problemas añadidos que él ignoró. Me aferré a Javier Criado como a un clavo ardiendo. Aquella relación indefinible se prolongó en el tiempo”. Se había decidido a hablar porque “jamás se me pasó por la cabeza que hubiera más mujeres viviendo lo mismo. Me sentí culpable todos los años que estuve enferma”, asegura Solís, que añadía: “Javier Criado abusó de una persona enferma, desesperada, a lo largo de los años. No prestando ayuda, ignorando problemas, manipulando como solo lo puede hacer un buen conocedor de los resortes de la mente, que es lo que no podemos negarle”.

La denuncia colectiva, y casi multitudinaria, a la que ha puesto cara Matilde Solís ha terminado con la apacible vida en la Sevilla de más alto standing del psiquiatra Javier Criado, que en 2005 se vio en una situación similar de la que consiguió salir airoso. No tuvieron ni mucho menos la repercusión actual las dos denuncias que entonces dos mujeres presentaron contra él también por abusos. Eran dos pacientes que no se conocían entre sí y que, sin saberlo, presentaron sus denuncias con apenas una semana de diferencia. Criado fue detenido y conducido a dependencias judiciales y se inició una investigación que finalmente no llegó a ningún sitio porque una de las denunciantes “se desvaneció”, según recuerda un letrado sevillano. Entonces, solo quedó la versión de una única denunciante, que tuvo que enfrentar su versión a la de “un prestigioso psiquiatra sevillano”. El caso fue archivado por falta de pruebas y Criado pudo continuar con su vida de hombre influyente en los círculos más conservadores de Sevilla, donde política, religión y aristocracia forman un único circuito en el que él se movía como pez en el agua.

Poderoso psiquiatra.

Criado nació en Sevilla hace 65 años en el mismo edificio del centro de Sevilla donde hoy tiene la consulta que habría sido escenario de los abusos de los que se le acusa. Su madre, Mercedes Fernández, era un joven de buena familia hispalense a la que su padre había conocido en los años en los que se desplazó a Sevilla para estudiar. Su origen era una familia de labradores del pueblo cordobés de Castro del Río a la que dieron empaque los estudios del padre primero, y la biografía del hijo después. Según cuenta en su biografía el psiquiatra Criado, su padre era hijo de “un médico-agricultor” y fue “un intelectual educado en el jesuítico colegio del Palo en Málaga, pasando posteriormente a Madrid, Bélgica e Italia y estando en posesión de cuatro licenciaturas académicas superiores su dedicación profesional siempre fue la agricultura”. Casado y divorciado, volvió a contraer matrimonio con una mujer del pueblo de su padre. Tiene cuatro hijos, uno de ellos sacerdote en Madrid, que en una entrevista de Vanity Fair se mostraba tan convencido de la inocencia de su padre como la abogada de las víctimas de que ellas podrán “demostrarlo todo”.

El escándalo que han causado las denuncias contra él han supuesto un mazazo precisamente en el bastión de Criado, en la Sevilla más exclusiva a la que en estos años él ha tenido un acceso igualmente exclusivo gracias a dos escenarios que se sitúan a apenas 300 metros de distancia. Es la distancia que habría que recorrer para caminar desde su consulta privada en la calle Alfalfa a la iglesia del Salvador, a la que pertenece la archicofradía del Santísimo Sacramento, Pontificia y Real de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Pasión y Nuestra Madre y Señora de la Merced. Conocida como la hermandad de La Pasión, es una de las cinco grandes de la Semana Santa sevillana, al nivel de la Esperanza de Triana o la Macarena, y Criado es su Hermano Mayor.

En su consulta atiende desde hace años a mujeres de políticos, aristócratas y miembros del clero hispalense, recogiendo secretos íntimos de todos ellos.  Es un psiquiatra “de mucho poder”, que aunque tenía pacientes de todos los estratos sociales –también de fuera de Sevilla, como acreditan ahora algunas de las denunciantes–, “supo ganarse pacientes de la nobleza, el empresariado, la política y la Iglesia, de manera que ha sido capaz de concentrar mucho conocimiento de todos estos ámbitos”, dice un abogado que hace años tuvo una experiencia desagradable con él. Acudió a Criado para demandarle un peritaje y le sorprendió su falta de profesionalidad cuando le respondió: “Yo informo de lo que quieras”. Hoy le califica de “elitista y narcisista”.

Para completar su influencia como confesor laico, Criado repite mandato por tercera vez como Hermano Mayor de La Pasión, tan importante que los miembros de la Familia Real son investidos como hermanos de honor. Criado expone en su blog sus fotos con el rey Juan Carlos y hace no mucho firmó como máximo responsable de La Pasión la entrada como hermana de honor de la Reina Letizia.

Influencia y notoriedad. 

La Pasión procesiona el Jueves Santo por los alrededores de la catedral sevillana. Ser Hermano Mayor supone, explican, “tener una situación bastante importante”. Según otro hermano de la cofradía, solo para acceder a la terna de candidatos es requisito imprescindible un nivel económico y de influencia social. A cambio, Criado ganó aún más “notoriedad” por ser Hermano Mayor. Horas después de conocerse las primeras denuncias contra el psiquiatra, en los círculos de las hermandades sevillanas se repetía una frase tan sorprendida como soto voce: “El Hermano Mayor de La Pasión...”. Por este puesto cuasirreligioso, algunas de las presuntas víctimas fueron a ver al arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, porque consideraban que sería bueno que el máximo representante de la Iglesia conociera las acusaciones contra uno de sus prohombres. Asenjo se mostró muy preocupado pero nada dijo de la necesidad de que Criado dimita de su puesto, algo que otros hermanos de La Pasión veían necesario. La Semana Santa pasada, Criado se cruzó con otro hermano que, tras el escándalo, recordaba el momento en su blog: “En martes santo nos cruzamos Javier Criado y yo; musitaba a una Virgen una oración nerviosa; ‘me parece muy bien que reces’, le dije; ‘es que tengo muchas cosas por las que pedir perdón’, me respondió inquieto”.

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