Liliana, el poder de la nueva duquesa

30 / 05 / 2008 0:00 Luis Algorri
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Durante veinticinco años fue la mano derecha de la duquesa de Medina Sidonia. Hoy es su viuda y la persona que controla el tesoro que dejó la fallecida: el mayor archivo privado de Europa.

Le pese a quien le pese, Liliana Dahlmann es la duquesa viuda de Medina Sidonia. El nuevo duque, que hace el número 22, es el primogénito de Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Leoncio. Pero la duquesa viuda es Liliana. A todos los efectos, que parece que son muchos”. El genealogista Ricardo Steiner sonríe ante el efecto, sin duda calculado, que ha tenido en la nobleza española el matrimonio civil de la mujer que poseía uno de los más grandes y viejos títulos de España, el ducado de Medina Sidonia, nada menos que con su secretaria y horas antes de morir. “Ha sido, hasta ahora, el efecto más espectacular de la ley de matrimonios gays que promulgó Zapatero”, se ríe Steiner, “porque me consta que, entre los títulos, esta jugada ha sido como tirar una piedra al charco de las ranas. Qué digo una piedra... ¡un cañonazo! Claro que, entre esa gente, a Zapatero le votaban pocos”, concluye.

¿Y para qué sirve ser duquesa viuda? Habitualmente, para nada. Es un título honorífico ya que, por lo general, casi todos los benefi cios y propiedades pasan al duque o duquesa titular. Pero lo extraño sería que algo relacionado con Luisa Isabel María del Carmen Cristina Rosalía Joaquina Álvarez de Toledo y Maura, la XXI duquesa de Medina Sidonia, fuese “normal”. Su vida no lo fue y su segundo matrimonio tampoco. Su viuda, Liliana Maria Dahlmann, hereda algo mucho más valioso que un título honorífico. Es, a partir de ahora, la presidenta vitalicia de la Fundación Casa de Medina Sidonia, es decir, la heredera real de toda la vida y la obra de la mujer cuya existencia compartió durante casi veinticinco años.

Se ha dicho que Liliana Maria Dahlmann (Heildelberg, Alemania, 1956) conoció a Luisa Isabel el día de la boda del primogénito de la duquesa, Leoncio, el 12 de diciembre de 1983. Otros dicen que se conocían de antes: que si habían coincidido en un viaje de Luisa Isabel a Alemania o que si Liliana visitó el Palacio de Medina Sidonia, en Sanlúcar de Barrameda, acompañada de una mujer a la que ambas conocían: Eva Fournier, corresponsal en España del diario France Soir. La periodista francesa logró notoriedad por sus conocimientos sobre el alcance real de las bombas nucleares norteamericanas que cayeron en los años 60 sobre el pueblo de Palomares, asunto que interesaba extraordinariamente a la entonces joven duquesa y en el que se involucró –siempre lo hacía– con toda su alma, lo cual le trajo muchísimos problemas.

El hecho es que Liliana, una mujer muy atractiva que no llegaba a los 30 años, conoció a Luisa Isabel (que tenía 47) y ya no se movió más del Palacio de Sanlúcar. Consagró su vida a la de su amor y al descomunal trabajo que la duquesa se había echado encima: hacer hablar al gigantesco Archivo de la Casa de Medina Sidonia, seis millones de documentos que estaban sin catalogar y que, como decía la duquesa, podían poner patas arriba la historia de España.

Eso fue todo. Apenas salían, nunca hicieron lo que se entiende por vida social y, si se presentaban en público, rarísima vez lo hacían juntas. Hay quien dice, sin poner la mano en el fuego, que alguna vez se las vio, al atardecer, pasear por la playa. Quizá. Pero en realidad fueron dos vidas dedicadas la una a la otra y, sobre todo, ambas al inmenso legado documental de la Casa.

Pleitos con resultados diversos

Se ha repetido que las relaciones de la duquesa con sus hijos eran muy difíciles. No han faltado los pleitos con resultados diversos. Luisa Isabel tuvo, por este orden, a Leoncio, Pilar y Gabriel en los cuatro primeros años de su matrimonio con José Leoncio González de Gregorio y Martí, con quien se casó en julio de 1955. Luego la convivencia se volvió imposible e Isabel, después de pasar unos meses en la cárcel, escapó al exilio. Pero Liliana conserva, y piensa publicar, las cartas que la duquesa roja escribía a sus hijos desde Francia: unos textos, según ella, llenos de cariño. Luego todo se pudrió y se llegó al extremo de que Pilar, duquesa de Fernandina, quiso visitar a su madre tres días antes de que ésta falleciera en Sanlúcar. Iba acompañada de la marquesa de Pozas. “Que entre la marquesa –dijo Luisa Isabel–, a mi hija no quiero verla”. Y no la vio.

Luisa Isabel era una persona que no dejaba indiferente a nadie. Provocaba afectos absolutos y desprecios, incluso odios, no menos intensos. La escritora Mercedes Soriano (ya fallecida) la tenía por uno de los talentos más notables y generosos de este país. Familiares cercanos suyos piensan, sin embargo, que era una persona estrambótica, una friki sin formación académica, un personaje quijotesco en el mejor de los casos, que no dudaba en hacer daño a quienes se le ponían enfrente.

Pero ese no fue nunca el caso de Liliana Dahlmann. La duquesa fallecida preparó durante años una complicadísima operación jurídica destinada a salvaguardar la unidad de su inmenso tesoro, el archivo de la Casa Ducal... para dejarlo en manos de la que fue su secretaria durante un cuarto de siglo, y hoy es su viuda. Se trataba de librar la herencia de las garras de sus hijos.

El modo de hacerlo fue crear una fundación, que hoy se llama Casa Medina Sidonia (antes fue Complutense-Casa de Medina Sidonia) y que se creó el 16 de noviembre de 1990. Esa fundación es la propietaria del palacio, de los jardines, del archivo, de la hospedería y la cafetería y de todo cuanto el lugar contiene, desde las valiosas obras de arte hasta las cucharillas de café. Y en 2005 la duquesa estableció que, según los estatutos de la fundación, cuando ella muriese sería Liliana Dahlmann la presidenta vitalicia de la institución; que el duque de Medina Sidonia (o sea, su hijo primogénito, Leoncio) será uno más de los patronos de la fundación, aunque, eso sí, vitalicio también. Y que, en caso de que la fundación tuviese que extinguirse, su patrimonio no pasaría en ningún caso a la familia sino a la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Sanlúcar.

¿Trataba Luisa Isabel de hacer rica a su hoy viuda y escamotear a sus hijos una fortuna? Parece que no. La Fundación Casa Medina Sidonia no tiene ánimo de lucro ni grandes posesiones, salvo el archivo. Y la voluntad de Luisa Isabel fue, durante toda su vida, que los seis millones de papeles fuesen útiles: de ahí su esfuerzo en digitalizarlos. El poder de la duquesa viuda Liliana es, pues, inmenso... intelectualmente. Luisa Isabel hizo lo posible para solucionarle el futuro, desde luego, y ponerla al frente de la obra de su vida. Confiaba en ella. Habrá que ver en qué acaban los pleitos que ya se anuncian. Porque la guerra entre los hijos y la viuda de quien era descendiente directa de Guzmán el Bueno será larga.

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