Cuando el juego sexual no es un juego

31 / 01 / 2017 Celia Lorente
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Alerta ante las nuevas prácticas sexuales de moda que algunos adolescentes practican en grupo.

Se llama juego del muelle y es uno de los peligrosos comportamientos sexuales que se han registrado entre el colectivo adolescente durante los últimos meses. El procedimiento es tan sencillo como comprometido para la salud: los chicos se sitúan en círculo sin ropa interior y, mientras mantienen la erección, las chicas se van sentando sobre ellos alternativamente cada 30 segundos forzando una penetración. El que primero eyacula, pierde. Tanto los expertos en psicología como la Policía Nacional coinciden en que la participación en juegos de este estilo son consecuencia de una deficiente educación sexual tanto en casa como en el colegio. “Esto es clave para poner freno a contagios y embarazos no deseados entre menores, que deciden experimentar el sexo de una forma más alocada. Además, también deben estudiarse psicológicamente otras causas posibles, es básico para frenar el problema. Por ejemplo, la típica y monótona crisis que se da entre padres e hijos menores de edad, rebeldes, que puede ser tan intensa que los padres llegan a perder el control sobre el comportamiento de sus hijos, aun teniendo una adecuada educación sexual”, afirma el psicólogo Jorge López Vallejo.

Y ¿qué perfil de adolescente practica estos juegos sexuales? El perfil más común es el del que no obedece, no estudia ni tiene su cuarto ordenado en el mejor de los casos; o bien es brusco, desagradecido, llega tarde a casa, fracasa en el colegio, se rodea de malas compañías, probablemente consume drogas, está a punto de entrar en conflictos con la ley o ha incurrido ya en ellos o llega a extremos de tener comportamientos sexuales de riesgo como este juego. Hay otro perfil menos común según los psicólogos “en pocos casos, y debemos diferenciarlo, esta conducta puede ser una imitación para pertenecer a un grupo que practica este juego por miedo a ser excluido, en estos casos la solución terapéutica es más fácil”, explica López Vallejo.

¿Cómo actuar?

Llegados a este punto, lo mejor es poner freno con ayuda psicológica conjunta. La intervención y prevención psicoterapéutica debe realizarse sobre los padres y sobre los hijos. Se instruye a los padres para implantar distintas prescripciones, paradójicamente una de ellas les coloca en una posición basada en admitir francamente ante el hijo que son incapaces de controlar su comportamiento. El objetivo de esta nueva estructura, es que el adolescente se dé cuenta rápidamente de que su actitud de defensa y desafío carece ahora de sentido, reduciendo notablemente la necesidad de transgresión de lo prohibido y las normas rígidas. “Gran parte de la eficacia de nuestras prescripciones reside en un doble proceso de reestructuración: le quita al adolescente las ganas de rebelarse, ya que no le deja mucho motivo para ello, y virtualmente invierte la dinámica”, alega López Vallejo.

Hay que identificar también si en el modelo familiar existe un prohibicionismo sexual que deriva en formas de compensación más bien morbosas. Con los hijos es importante centrarse en el comportamiento sexual. Saber si existe prohibición o vetos en exceso o ausencia de ellos. También se trabaja la obligación sexual de ese juego, que puede llevar a una incapacidad de su plena realización y placer. “Debemos intervenir sobre la conducta inmediata y el juego que practican informando y transmitiendo consecuencias, inyectando dosis de miedo que conviertan la conducta de riesgo en algo desagradable, no placentero”, aconseja el psicólogo.

Se debe también transmitir que la conducta sexual debe ser espontánea y cada vez que el individuo quiere forzar comportamientos espontáneos, los bloquea informando al adolescente del riesgo de la pérdida de placer en el futuro con las conductas que practica.

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