Nigeria encierra a los niños en su lucha contra Boko Haram

04 / 08 / 2017 Kristin Palitza (DPA)
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Nigeria tiene que combatir a la brutal milicia terrorista islamista, pero los defensores de derechos humanos critican que el Ejército justifica cualquier medio con ese fin, mientras el Gobierno de Abuya calla.

Mohammed Abdullahi (derecha) y su hermano Abba en un centro de tránsito gestionado por la ONU en Maiduguri, en el noreste de Nigeria. Foto: Kristin Palitza/DPA

Cuando Mohammed Abdullahi se despertó una noche, se encontró a su tío asomado a la cama pidiéndole que lo acompañara. Después despertaron a su hermano Abba. A la salida del sol, los tres se encontraban en un campamento de la milicia terrorista Boko Haram, en las profundidades del temido bosque Zambisa, en el noreste de Nigeria.

El tío, que se había unido a la milicia, obligó a los niños de diez y ocho años a someterse a los fundamentalistas. "Vi cómo golpeaban y asesinaban a gente. Teníamos muchísimo miedo", recuerda Mohammed.

Los hermanos tuvieron suerte: meses después, su padre los buscó y los sacó furtivamente del campamento. Pero después fueron capturados por el Ejército y detenidos en prisión preventiva militar en la ciudad de Maiduguri, la capital del estado de Borno. 

Los niños Mohammed y Abba fueron separados de su padre e interrogados. "Nuestra celda estaba atestada de gente. Nos dieron de comer, pero apenas recibimos agua", cuenta Mohammed, que ahora recibe cuidados en uno de los centros de tránsito para niños dirigidos por la ONU.

Durante las cuatro semanas que pasó en prisión preventiva sólo pudo lavarse dos veces, relata. Los soldados eran muy estrictos y le obligan a permanecer quieto todo el día. "El que quería jugar recibía golpes", cuenta Mohammed. Su padre sólo lo vio dos veces y a distancia. "Nos saludó con la mano, pero no nos dejaban hablar".

Las organizaciones defensoras de derechos humanos piden desde hace meses una mejora de las condiciones en los campos de internamiento del Ejército, pero hasta ahora con poco éxito. "No se puede justificar que se encierre a niños durante mucho tiempo sin presentar acusaciones en su contra", dice Caroline Aloyo, experta de la agencia de la ONU para la infancia Unicef. 

Los menores de 18 años deben ser entregados a las autoridades civiles en un plazo de 24 horas, según el derecho internacional. "Incluso aunque el niño esté armado". Unicef lleva negociando al respecto desde hace tres años con las fuerzas de combate nigerianas.

Pero el Ejército tiene otras prioridades, siguiendo la lógica: los malos tiempos requieren medidas drásticas. Los fundamentalistas sunitas de Boko Haram perpetran atentados y ataques en el noreste del país y en las zonas colindantes de los países vecinos casi a diario. Desde 2009 se calcula que mataron de esa manera a 20.000 personas.

Todo el que ha estado en contacto con Boko Haram debe ser interrogado en profundidad, cuenta el coronel Onyema Nwachukwu, portavoz de la operación contra Boko Haram. "Debemos precisar el grado de vinculación a la milicia y descubrir qué saben exactamente", explica. Y los niños no son una excepción.

Por motivos de seguridad se niega a decir a cuántas personas tiene en prisión preventiva. Boko Haram ya atacó dos veces el cuartel de Giwa, reconvertido en prisión, para liberar a sus seguidores.

Según cálculos de la ONU, en estos momentos en torno a 530 menores de edad se encuentran internados en el estado de Borno, el feudo de Boko Haram. También en los vecinos estados de Yobe y Adamawa, afectados por la milicia, un número desconocido de niños se encuentran detenidos.

Entre ellos estaba hasta hace poco el pequeño Ali Audu, de seis años, cuyo padre era miembro de la milicia. Logró huir pero fue detenido por los soldados y encerrado en una pequeña celda junto con decenas de niños. También él obtuvo interrogatorios en vez de ayuda psicológica.

Representantes del colegio de abogados de Nigeria en Maiduguri intentan en vano luchar contra las condiciones inhumanas en los campos de internamiento, pero incluso los juristas apenas reciben acceso a las instalaciones penitenciarias, denuncia el abogado Muhammad Umaru.

Los adultos son retenidos con frecuencia muchas semanas sin acusación, asistencia legal o incluso derecho a visitas. "El peor caso que conocemos es el de un sospechoso que estuvo más de tres años en prisión y que después resultó ser inocente", señala Umaru.

La organización defensora de derechos humanos Amnistía Internacional calificó el cuartel de Giwa el año pasado como "lugar de la muerte" en el que bebés, niños y adultos mueren en "condiciones insoportables" en sus celdas. Al menos 149 presos, incluyendo 11 niños menores de seis años, murieron en los primeros cinco meses de 2016, afirma. Los soldados ignoraron las peticiones de ayuda, asegura Amnistía.

Desde la publicación del informe el año pasado, la situación ha mejorado ligeramente en Giwa, opina el abogado Umaru. Pero las condiciones de internamiento siguen sin cumplir los requisitos que marca el derecho internacional.
La Cruz Roja sólo puede visitar a los presos de vez en cuando para ver si necesitan ayuda médica o psicológica.

Para Mohammed, Abba y Ali la ayuda llega demasiado tarde, aunque los tres pudieron empezar una nueva etapa en sus vidas. Desde que salieron de la cárcel viven en un centro de tránsito en Maiduguri, donde se les ve jugando al fútbol. Su ropa es vieja pero limpia y están alimentados. Pero tienen muchas cicatrices invisibles.

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