La superpotencia vacilante: ¿qué deja Obama?

11 / 07 / 2016 dpa
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Tal vez lo que pase a los libros de historia sobre Barack Obama sea lo que no sucedió el 31 de agosto de 2013. Once días antes, el mandatario estadounidense le señaló al presidente sirio Bashar al Assad dónde estaba la línea roja y le amenazó con ataques aéreos si recurría a armas químicas contra su propio pueblo. Al Assad cruzó la línea. 

Los aviones de combate estadounidenses estaban listos para despegar, todos esperaban la orden del comandante en jefe. En la frontera turco-siria, la gente miraba al cielo, pero los aviones de combate nunca llegaron. El presidente vaciló y en el último momento cambió de parecer.
¿Qué imagen queda de Obama después de ocho años?
La cumbre de la OTAN esta semana en Varsovia será su última oportunidad de hablar desde un escenario internacional. Y estos días en Washington son varias las voces que se alzan cada vez más fuertes pidiendo que no rehuya del papel de líder. En su opinión, Obama debe salir a la palestra y unir a los europeos tras la conmoción del "Brexit". 
"Somos los líderes de esta alianza atlántica y siempre fue así. Y lo que la alianza atlántica necesita desesperadamente es liderazgo", señala el ex diplomático Nicholas Burns. 
En el pasado, Obama mostró poco interés por desempeñar ese papel.
El último encuentro en 2014 en Gales dejó la impresión de que era un líder cansado que no hacía nada para aunar a los otros 27 países.
Durante largo tiempo, Europa no pareció interesarle y con su giro a Asia ("pivot to asia") Obama puso de relieve que tenía otros intereses. 
Durante los dos mandatos del presidente, de 54 años, se puede ver que ha dejado un vacío de poder en diversos puntos. Aparte de considerables éxitos como el acuerdo nuclear con Irán o la reanudación de relaciones con Cuba, su legado en focos de tensión en Cercano Oriente es más bien caótico. 
El 6 mayo logró un hito que en Washington apenas se comentó. Obama, distinguido con el Premio Nobel de la Paz, lleva en guerra más tiempo que su predecesor republicano, George W. Bush, y cualquier otro presidente antes que él. 
Cuando Obama llegó al poder, la gente ya estaba cansada de las interminables guerras en Irak y Afganistán. Parte de sus promesas fue que iba a poner fin a esos conflictos.
Ocho años después todavía hay soldados estadounidenses desplegados en Afganistán, si bien muchos menos que antes y con una misión diferente. 
Obama sacó a las tropas de Irak a fines de 2011, pero tres años después la milicia terrorista Estado Islámico se hizo con una parte importante del territorio y el mandatario volvió a enviar al Ejército al país. Los aviones de combate estadounidenses atacan casi a diario posiciones de los yihadistas en Siria e Irak.
Y, además, Obama ha permitido ataques aéreos contra terroristas en Libia, Pakistán, Somalia y Yemen. Amplió considerablemente la guerra con drones de su predecesor Bush. Y, según estimaciones de varias organizaciones, este tipo de ataques ha costado la vida a miles de personas, entre ellos muchos civiles. 
La época de los enormes cuarteles en el extranjero de los tiempos de la Guerra Fría parece que toca a su fin, pero desde hace tiempo existen en los rincones más apartados pequeñas bases militares que prácticamente pasan desapercibidas.
Las fuerzas especiales no sólo están en Afganistán, Siria e Irak, sino también en Somalia, Túnez y Níger.
Es una guerra desde la distancia.
"Y se le ha criticado mucho que no pase más tiempo explicando a los estadounidenses sus intervenciones militares", señala el historiador Richard Kohn. "Es una muestra de que no se ve como un presidente bélico, sino como el presidente que ha heredado los conflictos".
Obama debe haber leído en los libros de hisotoria que las guerras se superponen a todos los demás temas de una presidencia. "Su objetivo era desprenderse de eso y centrarse en una agenda mucho más amplia y más enfocada hacia su país".
Forma parte también de la política del Gobierno de Obama no poner en el foco las intervenciones militares. "En nuestro vocabulario oficial ya no existe el término guerra", dijo al "New York Times" Philip Gordon, ex coordinador para Cercano Oriente.
Prácticamente no hay rueda de prensa en Pentágono en la que salga a debate si las fuerzas especiales en Siria y en Irak están involucradas en acciones de combate. Pero oficialmente la respuesta es que sus tareas son de "formación, asesoramiento y apoyo".
El historiador Kohn dijo: "Con ese vocabulario, el Gobierno sustenta su narrativa de que no interviene en una guerra civil, sino que lucha contra una organización terrorista que amenaza a Estados Unidos". 
Pero los expertos consideran demasiado estrecho de miras este punto de vista, pues centrarse en el Estado Islámico es erróneo, ya que hay muchos otros grupos, alegan. 
La estrategia de Obama ha dejado además un vacío que llenó el presidente ruso, Vladimir Putin, cuando en septiembre del año pasado envió aviones de combate a Siria. Sus ataques hicieron que el régimen de Al Assad recobrara poder en Siria.
"Obama nunca quiso verse arrastrado a la guerra en Siria", señaló el periodista Jeffrey Goldberg, que entrevistó al presidente para "Atlantic".
El Gobierno de Obama siempre quiso demostrar unidad en este tema, pero esa manta de unidad ha demostrado tener sus fisuras. Hace unos días 51 diplomáticos del Departamento de Estado publicaron una carta abierta pidiendo ataques aéreos contra el régimen sirio. Aseguran que a Al Assad le falta toda presión para sentarse a negociar con la oposición moderada. Todas las violaciones del alto el fuego se han sucedido sin consecuencias.
Es una postura, la de responder, que se puede encontrar en muchos "think tanks" próximos a la Casa Blanca, pero que repugna a Obama y su más estrecho círculos de colaboradores.
"En Washington hay un guión que parecen seguir todos los presidentes. Procede del "establishment" de la política exterior y prescribe que se responda a diferentes acontecimientos. Esas respuestas tienden a ser militares", dijo el mandatario al "Atlantic". "El guión funciona cuando la amenaza es directa a Estados Unidos, pero puede haber casos que son una trampa y que conducen a malas decisiones", explicó.
Cuando el 31 de agosto decidió no atacar Siria, Obama rompió con ese guión.
El nuevo papel de Estados Unido todavía no se ha acabado de definir, pero ya se insta a su sucesor (o sucesora) que recurra de nuevo al guión. 
"Si se quiere ser una superpotencia, hay que actuar. No se puede escoger algunas áreas en las que se quiere ser una superpotencia", señala el ex consejero de seguridad nacional James Jones. "El próximo Gobierno tendrá que ser plenamente consciente de a dónde quiere conducir el país", agregó.

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