Cooperantes en el Mediterráneo: El oficio de salvar vidas

11 / 05 / 2017 Antonio Pampliega (DPA)
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"Lo peor que me he encontrado durante las misiones en las que he participado han sido los muertos...", rememora Riccardo Gatti, jefe de misión de la ONG española ProActiva Open Arms.

Dos miembros de la ONG española ProActiva hablan con un grupo de migrantes subsaharianos que acaban de ser localizados en aguas del Mediterráneo central. Los miembros de ProActiva distribuyen chalecos salvavidas antes de trasladar a los africanos a bordo del Golfo Azzurro, el barco de la ONG que opera en el Mediterráneo. Foto: Antonio Pampliega/ DPA

"Muertos por asfixia o pisoteados por sus compañeros. Personas que morían al inhalar la mezcla de gases nocivos que desprende el motor de la embarcación o migrantes que caían al agua tratando de escapar del hacinamiento en el que se encontraban dentro de las embarcaciones".

ProActiva se ha convertido en uno de los referentes mundiales a la hora de rescatar migrantes en el Mediterráneo central. Esta organización no gubernamental empezó a operar en la ruta en junio de 2016 y, desde entonces, han salvado la vida a más de 17.500 personas. El italiano Gatti, quién como jefe de misión viene de rescatar a 825 migrantes en dos semanas de intenso trabajo, no tiene ninguna duda ante el papel que están desempeñando en la crisis humanitaria a la que se enfrenta Europa.

"Sin ProActiva OpenArms y otras ONG que trabajan en el Mediterráneo central el número de migrantes muertos sería muchísimo más elevado de lo que es en la actualidad", sostiene en entrevista con dpa. Y hay una imagen de este último rescate, en el que sus voluntarios estaban solos para dar cobertura a media docena de embarcaciones, que este activista italiano tiene grabada a fuego: "Las caras de terror de la gente mientras los estábamos rescatado". Esa imagen, cuenta, es la representación "de lo que estamos viviendo en ese momento".

Su labor, sin embargo, no siempre es reconocida. La Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) les acusó, junto con otras ONG que operan en el Mediterráneo, de colaborar con los traficantes de personas. "Las bandas libias llaman directamente a las ONG para que acudan a rescatar a los migrantes, por eso ahora se producen tantísimos rescates en el Mediterráneo", acusó Fabrice Leggeri, jefe ejecutivo de Frontex. 

Además, la Agencia Europea sostiene que la presencia de las ONG genera un "efecto llamada" y anima a las mafias a usar embarcaciones más baratas y peligrosas, como las lanchas neumáticas, ya que los inmigrantes son rescatados en los confines de las aguas libias. Mientras que, el dirigente del italiano Movimiento Cinco Estrellas (M5S), Luigi di Maio, ha calificado de "taxis del Mediterráneo" a las organizaciones humanitarias que rescatan a inmigrantes en el mar y pidió aclarar sus fuentes de financiación.

La respuesta por parte de ProActiva es contundente. "Me avergüenza el descaro de los políticos. Siento frustración al comprobar que lo que está ocurriendo no es un fenómeno que no se puede evitar, como es el caso de un terremoto. Es algo evitable, y ver a los buques militares negándose a ayudarnos en los rescates me frustra", lamenta. "Nosotros estamos aquí para salvar vidas y, si nadie nos quiere ayudar, ya lo haremos nosotros solos", denuncia.

En la última semana más de 6.000 personas se han jugado la vida tratando de alcanzar las costas europeas cruzando por la ruta Libia, la más peligrosa de las que conducen al viejo continente y donde una de cada 35 personas fallece en el intento. La Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) ha contabilizado más de 1.500 personas muertas o desaparecidas en los cuatro primeros meses de 2017, mientras que el número de personas rescatadas asciende a 43.000. 

ProActiva Open Arms tiene desplegado en el Mediterréno central, a 12 millas náuticas de las costas de Libia, al "Golfo Azzurro". Este antiguo pesquero, de bandera panameña y reconvertido en barco de rescate, es una de las pocas esperanzas de los migrantes que se embarcan en su sueño por llegar a Europa. "'Golfo Azzurro' significa salvar vidas. Hacer justicia. Ser seres humanos comprometidos cubriendo lo que las instituciones quieren obviar", señala Ubay Riera Díez, socorrista profesional y voluntario de ProActiva. 

"Ninguna vida vale más que otra. Los migrantes que rescatamos son seres humanos y no hay seres humanos ni de primera ni de segunda", argumenta este joven mallorquín tras participar en siete rescates en las últimas dos semanas. Cada 15 días, las tripulaciones del "Golfo Azzurro" rotan para evitar la fatiga emocional. Los voluntarios están sometidos a un estrés muy elevado y, desde Barcelona, un grupo de psicólogos encabezado por Marga Lalande les ayuda a manejar la impotencia, el sentimiento de culpa o el estrés postraumático secundario: sufrir por aquellos que se ha rescatado preguntándose cuál será su futuro. 

"Les ayudamos a que puedan detectar los síntomas de estrés o de bajón que pueden tener en un momento dado mientras se encuentran a bordo. También les entrenamos para que puedan prevenir el exceso de empatía, la fatiga por compasión o el estrés por intervención", comenta la coordinadora del equipo de psicólogos de ProActiva Open Arms. Y es que no todo el mundo está preparado para embarcar en una misión como la que realiza el "Golfo Azzurro" y, por tanto, "no se puede ir de superhéroe", añade. "Cuando un ser humano ve sufrir a otro, se remueven muchas cosas".

Según Lalande, los voluntarios se enfrentarán con situaciones muy complicadas, como trasladar los cuerpos sin vida de los migrantes durante bastantes horas. Además, es necesario manejar la impotencia o la frustración que produce no haber podido encontrar una embarcación y saber afrontar el dilema de quién vive y quén muere en un rescate. "Les hacemos comprender que no se puede salvar a todo el mundo. Es una expectativa inalcanzable a la vez que irracional", sentencia la psicóloga. 

Michel Mateo, bombero de profesión, y socorrista de ProActiva Open Arms, cuenta que mientras trabaja es "lo más profesional posible, y eso incluye escoger". "Debe primar el volumen de vivos sobre el de muertos... Y una vez llegue a mi casa tendré que vivir con las decisiones que me he visto obligado a tomar", añade reconociendo que "nadie está preparado para ver morir gente". "Somos conscientes de que si uno de los botes se hunde cerca de 120 personas irán al agua".

Una grieta en uno de los eslabones de la cadena puede suponer la rotura de todo el engranaje. Por eso, la figura del coordinador de misión desempeña un papel fundamental. "Es muy difícil mantenerse centrado en lo que se está haciendo e impedir que las emociones no te bloqueen. Cuando se sube a bordo un bebé, trato de cuidar mucho que la tripulación espabile enseguida porque no nos podemos permitir fallar en la operatividad de nuestra misión", afirma Gatti. 

"La primera vez que rescatamos a alguien fue una sensación muy extraña e impactante", recuerda el socorrista Riera Díaz. "Estábamos en medio del mar, sin nada alrededor, alejados de todo y allí estaban los migrantes sin motor, sin que nadie más les ayudase y sin ninguna esperanza de continuar con vida. Fue algo que jamás olvidaré". A Mateo también se le pone "la piel de gallina" al recordar su primera vez. "Me impactó muchísimo ver a un centenar de personas flotando en medio del Mediterráneo. La imagen me noqueó. Jamás hubiese imaginado que sería algo así". 

Una vez trasladados a bordo del "Golfo Azzurro", los migrantes son inspeccionados por el equipo médico. Los que tienen la ropa mojada reciben una muda seca. Son provistos de mantas, botellas de agua y raciones de comida. Los voluntarios identifican a los menores de edad y las mujeres son conducidas a la enfermería. Cuando el buque está repleto emprende su regreso hasta Lampedusa, Sicilia o Calabria, los puertos italianos que más refugiados están recibiendo. Una travesía que suele durar entorno a las 30 horas y donde se crean lazos de empatía entre los rescatistas y los migrantes.

"Los migrantes me han transmitido que hay esperanza incluso en la situación de incertidumbre en la que se encuentran. No los veo como víctimas, porque es gente que tiene incluso más vida que el resto de la sociedad. Transmiten vida, en mayúsculas", apunta Riera Díez. Y pese a su experiencia, su compañero Mateo afirma que no dudaría en cruzar el Mediterráneo de encontrarse en la misma situación que muchos de aquéllos a los que salvó la vida. "¿Quiénes somos nosotros para impedirles escapar de sus países y alcanzar su sueño de llegar a Europa?".

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