La contaminación produce violencia

30 / 11 / 2007 0:00 Rafael Carrasco
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Una alteración del sistema nervioso central por intoxicación química podría provocar trastornos cerebrales.

La reducción de la criminalidad en Nueva York podría tener relación con la menor contaminación por plomo, un metal neurotóxico que aumenta la agresividad en las personas. Así lo creen diversos expertos para los que la violencia y la agresividad serían consecuencia de trastornos en el sistema nervioso central provocados por sustancias tóxicas.

El economista Rick Nevin ha comparado las estadísticas oficiales de contaminación por plomo y las tasas de criminalidad en la Gran Manzana, con resultados sorprendentes. Al parecer, los dos momentos en que más aumentaron los niveles de plomo en Estados Unidos en el último siglo fueron a comienzos del siglo XX, por la contaminación en la pintura de las casas, y después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se disparó el uso de gasolina con plomo. En ambas ocasiones aumentó alarmantemente la tasa de criminalidad.

Neurotoxina

Por contra, los niveles de plomo cayeron en picado en Nueva York a comienzos de los años 70, a raíz de políticas nacionales para reducir su presencia en la gasolina y las emisiones de las incineradoras municipales. Algo parecido ocurrió en la segunda mitad de los años 90: desapareció la gasolina con plomo al tiempo que los índices de asesinatos en la ciudad de los rascacielos pasaban de 31 personas de cada 100.000 en 1990 a 7 de 100.000 en 2004. Numerosos estudios han demostrado que el plomo es una neurotoxina que provoca impulsividad y agresividad. El psiquiatra Herbert Needleman realizó una investigación en 2002 en la que descubrió que los niveles de plomo de 194 adolescentes en prisión eran cuatro veces superiores a los de 146 adolescentes en el instituto.

La doctora Doris Rapp es conocida como la “madre de la medicina ambiental”. Ella ha comprobado en numerosas investigaciones y en su experiencia clínica que hay una relación clara entre la intolerancia –cada vez más frecuente– a químicos y otros alérgenos y trastornos de comportamiento como la agresividad, la violencia o la hiperactividad. “Los químicos están en todas partes –nos explica–, en el aire que respiramos, en el agua que bebemos, en la ropa, en la escuela, en casa. Entran por la nariz, y por el nervio olfativo van directamente al cerebro y actúan en él”.

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