La vida más desconocida del nuevo duque de Alba

22 / 09 / 2011 14:13 Celia Lorente
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Alfonso Díez se convertirá en unos días en el decimonoveno duque de Alba. El funcionario vivía hasta ahora una existencia sencilla en el madrileño barrio de Chamberí, donde todos los vecinos cuentan que es una persona encantadora. Pero los hijos de Cayetana siguen desconfiando del futuro marido de su madre.

El que parecía que iba para eterno pretendiente de la duquesa de Alba se convertirá en pocos días en decimonoveno duque de Alba y tercer marido de Cayetana. Nunca un funcionario de la Seguridad Social había acaparado tantas portadas. De vivir en un modesto piso de 94 metros cuadrados en la calle Rafael Calvo de Madrid, se mudará al palacio de Dueñas en Sevilla, su domicilio y residencia habitual tras el enlace.

Alfonso ha vivido hasta ahora una existencia tranquila y sencilla en el castizo barrio madrileño de Chamberí. Su jornada laboral comienza habitualmente a las ocho de la mañana y termina a las tres de la tarde, luego vuelve a casa o visita el gimnasio Metropolitan en la calle José Abascal del que es socio hace años y al que acude regularmente a entrenar. Es un hombre presumido y le gusta cuidarse. A sus 61 años sigue todavía de buen ver, como han dejado testimonio este verano sus fotos en la playa en bañador, en las que luce un porte fuerte y atlético. También se ha sometido recientemente a una rinoplastia, aunque él sostiene que tan solo para rectificar su tabique nasal por motivos de salud.

En el barrio, donde lleva viviendo desde hace 27 años, los vecinos hablan muy bien de él. El portero del edificio colindante a su piso confirma que “es una persona muy agradable, y nunca ha habido el menor problema con él, aparte de la prensa que ahora no le deja tranquilo”. Un vecino que sale de su portal lo corrobora: “Es un tío muy majo, saluda siempre a todo el mundo, no es ningún friki como se ha llegado a decir por ahí. Que yo sepa, no ha puesto el piso a la venta ni tiene la intención de hacerlo, es más, creo que él va a seguir viniendo por aquí –añade–. Ocupa la plaza de garaje contigua a la mía y me lo encontré precisamente hace dos días y le dije: ‘¿Qué? Por fin te casas’, y él, sonriendo, me dijo ‘pues parece que sí...”.

Paco, el quiosquero que regenta desde hace 10 años el puesto de la plaza de Chamberí, donde Alfonso compra habitualmente la prensa, cuenta: “Es muy simpático, educado y atento, incluso siempre le dice algo cariñoso a mi perra, Kira, que anda siempre por aquí. Además parece que le gusta estar bien informado, porque habitualmente compra tres periódicos, El País, El Mundo y el ABC, y a veces también La Razón”.

Amante de las antigüedades.

Nacido en Palencia en el seno de una familia acomodada y muy numerosa -11 hermanos-, su padre, José Díez, era militar y amante de las antigüedades, afición que inculcó a sus hijos. Alfonso estudió en el colegio Hermanos de La Salle, perteneciente a la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, donde aprobaba y pasaba de curso estudiando lo justito. Al cumplir los 20 años dejó Palencia y se trasladó a Madrid para hacer Información y Turismo, pero no acabó sus estudios. Con 22 se presentó a las oposiciones a Mutualidades Laborales y consiguió una plaza de funcionario del Estado en el Instituto de la Seguridad Social, dependiente del Ministerio de Trabajo. En la oficina de la calle Padre Damián número 4 desempeña desde entonces su trabajo con categoría de funcionario de nivel medio. Cobra alrededor de 33.000 euros brutos al año en 14 pagas de unos 2.350 euros. En pocos días disfrutará de una excedencia laboral y, una vez se convierta en marido de la duquesa, recibirá una compensación por dejar su trabajo fijada por sus abogados en 2.000 euros al mes.

Alfonso Díez será duque de Alba consorte, podrá utilizar el título y tendrá derecho a disfrutar de los bienes de Cayetana. En el caso de enviudar, cuenta a Tiempo Javier Timermans, abogado especializado en Derecho nobiliario y marqués de Villapuente, “es la misma ley que es aplicable a todo el mundo, sean nobles o no: el cónyuge que sobrevive tiene derecho a usufructo vitalicio de parte de la herencia, pero en este caso no tiene derecho a la propiedad que está ya repartida entre los herederos, ni tampoco a los bienes pertenecientes a la fundación Alba”. Y añade: “También podrá disfrutar de todos los títulos nobiliarios que tiene Cayetana mientras ella viva pero cuando muera, no. Ella tampoco puede dejarle ninguno aunque quisiera, ya que el Derecho nobiliario es ius sanguinis y los títulos pertenecen a la estirpe familiar, por lo que no se pueden ceder”.

Una allegada de la familia poco partidaria de este matrimonio explica a Tiempo: “Otra cosa es lo que pueda sacarle a la duquesa durante su matrimonio. Ya lo ha hecho en los viajes que han realizado juntos, en los que ella suele comprarle carísimas antigüedades. Cayetana le puede dar lo que quiera mientras estén casados pero cuando ella muera no recibirá nada, se va a encontrar con las maletas en la calle y tendrá que vender exclusivas”.

Oposición familiar.

No ha sido un camino de rosas llegar a esta boda tras años de oposición férrea de la familia y los hijos de Cayetana. La terquedad de la duquesa, acostumbrada a hacer su santa voluntad, y la habilidad del funcionario para ganarse con paciencia la aceptación de su entorno, han hecho que finalmente los descendientes tengan que tragar, sobre todo tras dejar zanjado en vida el reparto de la herencia. Así convertían en papel mojado aquel célebre comunicado que enviaron a la prensa  el 8 de agosto de 2008 en el que calificaban la relación de “entrañable amistad, no habiendo propósito alguno de matrimonio”.

Aunque según esta persona conocedora de la familia “los hijos, aunque hayan cedido, siguen sin estar de acuerdo con el enlace, siguen sin saludarle, a no ser que estén las cámaras delante, y tampoco le hablan. A Cayetano le pillaron la semana pasada en la hípica y no tuvo más remedio que hacerlo, pero Alfonso Díez sigue sin tener relación con los hijos. De hecho, una de las mayores preocupaciones que tiene Cayetana es que cuando ella muera a él no le dejen entrar en el funeral. Ellos siguen sin fiarse –prosigue–, todo el servicio de palacio está a favor de los hijos y espían cada paso que da el funcionario. Les mantienen informados ante cualquier eventualidad o cosa rara que puedan ver”.

Por ahora no está confirmado que acudan a la boda más que la pequeña, Eugenia; el primogénito, Carlos, duque de Huéscar; y Cayetano Martínez de Irujo. “Carlos no tiene más remedio que ser el padrino pero no le gusta nada asumir este papel, de hecho le pidió a su hermano Cayetano que por favor fuera él pero éste se negó”, concluye la misma fuente.

La historia del sonado romance se remonta unos cuantos años atrás. Alfonso solía acompañar a su hermano, Pedro Díez Carabantes, propietario de una tienda de antigüedades en la calle Zurbano de Madrid, a visitar a su íntimo amigo Jesús Aguirre en el palacio de Liria. Los dos hermanos, amantes como son del arte, disfrutaban mucho de estas visitas. Se sentían como en el mismo paraíso rodeados de objetos y pinturas de tanta belleza y abolengo. Allí conoció Alfonso Díez a Cayetana. Entonces él rondaba la treintena y ella era veinticinco años mayor, 55 primaveras. Alfonso quedó fascinado por la duquesa en el primer encuentro, luego vendrían algunos más en posteriores visitas. Pero a la muerte del duque de Alba, en 2002, los hermanos dejaron de pisar el palacio y con ello Alfonso de ver a Cayetana.

Pasaron los años y, como en aquel estribillo de la canción de Mecano, la fuerza del destino les hizo repetir. Alfonso Díez salía de un cine en el centro de Madrid y se encontró de nuevo con la duquesa de Alba que, al volver a verle, le espetó “¡hombre Potroco cuánto tiempo!”. Ese era el apodo coloquial con el que se refería a él en sus visitas al palacio. Después de este inesperado encuentro quedaron para verse un día y otro y otro... hasta hoy. “Él vuelve a encontrar a Cayetana en un momento de debilidad, cuando ella está físicamente mal, y le regala los oídos con todo tipo de piropos y diciéndola que toda su vida ha estado enamorado de ella, y Cayetana encantada, claro”, cuenta la amiga de la familia.

Pero los hijos de la duquesa, que conocían a los hermanos Díez de estas visitas y desconfiaban entonces de la especial relación que mantenían con Jesús Aguirre, volvían a ver con recelo cómo uno de ellos reaparecía en sus vidas y en la de su madre. Cuando además se percataron de que la relación pasaba de ser algo más que una simple amistad pensaron que lo mejor era boicotearla y pararla a toda costa.

La familia Alba no es la única que no ha visto con buenos ojos este idilio, el propio hermano de Alfonso, Pedro,  que le abrió las puertas de la Casa de Alba desaprueba que haya conquistado a la duquesa, convirtiéndose así en un personaje público. Por esta causa la relación entre ellos se ha deteriorado y ya prácticamente ni se hablan, por lo que no asistirá el próximo día 5 de octubre al enlace. El anticuario, conocido como el Chamarilero entre los aficionados a las antigüedades, ya que ha regentado  durante años una pequeña tienda en la calle Zurbano, cerca de la vivienda de su hermano, ahora ha puesto a la venta su negocio y está de liquidación.

Los detractores de Alfonso ven en él un hombre ambiguo. Con 61 años no se le conoce novia alguna y creen que responde a un tipo de hombre mitómano del tipo Toni Hernández, que se casó con Sara Montiel, o Javier Rigau, marido de Gina Lollobrigida, hombres mucho más jóvenes que unen su vida a la de mujeres importantes y las acompañan en su decadencia física. Esta ambigüedad también da pábulo a especulaciones sobre su sexualidad. En el caso de Alfonso, incluso le salió un supuesto novio, un tal José Luis Gómez, que acudió a un programa de televisión, pero que no llegó a sentarse en el plató ya que un juez dictó medidas cautelares e impidió que contara en televisión la relación que según él había tenido con Alfonso Díez.

Jesús Mariñas, colaborador de Tiempo y que conoce bien a la duquesa –“¡no me preguntes desde hace cuánto!”–, explica: “Yo fui de los principales detractores al principio de la relación porque me parecía algo increíble, surrealista y almodovariano. Ahora, al cabo de cuatro años, estoy como los amigos de Cayetana, entre los convencidos. Él es muy correcto, discreto y educado. Tiene una cierta elegancia que no se parece en nada a la tan rancia de Luis Martínez de Irujo, el primer marido de la duquesa, o a la excesivamente atildada de Aguirre, me parece un hombre bastante normal”.

Una opinión que no solo ha mudado el periodista. “El círculo de amigos de Cayetana que se resistía a Alfonso también ha cambiado de opinión, al final los ha conquistado a todos, los ha engatusado. Insisto, es muy educado, muy correcto, muy prudente, y más que inteligente yo diría que es muy listo y ha sabido ganar batallas”, dice Mariñas. Preguntado sobre si cree que este matrimonio va a salir bien dice: “Yo fui de los que cuando se casó con Aguirre dije ‘tienen solo para un mes...’, y duraron 23 años. No te sabría decir, con Cayetana no se pueden hacer pronósticos porque es imprevisible y solo puedes meter la pata”.

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