La sal de la tierra

30 / 05 / 2017 Ricardo Menéndez Salmón
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

"El hecho simple y a la vez misterioso de que, en el origen de cualquier forma de conocimiento, se encuentra la curiosidad".

En un apunte de 1956, Escher cifró la complejidad de su obra en un aforismo transparente: “La admiración”, escribió el célebre grabador de teselas maravillosas y figuras imposibles, “es la sal de la tierra”. El artista neerlandés resumía así el principio que, desde Aristóteles, el primer gran observador, decantador y clasificador de la multiplicidad de la naturaleza, ha conmovido a la humanidad gozosa. El hecho simple y a la vez misterioso de que, en el origen de cualquier forma de conocimiento, se encuentra la curiosidad. 

Desde niño me han fascinado quienes han dedicado su tesón y su talento a agotar algún campo de la experiencia humana, por intrincado, extravagante, minúsculo o incluso inútil que pudiera parecer.

Así, entre mis ídolos irrenunciables se encuentran personas como Wilson Alwyn Bentley, que dedicó su vida a algo tan inefable como fotografiar los cristales de los copos de nieve, de los cuales logró capturar en imágenes más de cinco mil, todos distintos entre sí, y a quien se debe uno de los libros más insólitos de todos los tiempos, Snow Crystals, una gigantesca monografía que, en 1931, ilustró mediante dos mil quinientos ejemplos este prodigio nacido para desaparecer, la forma más frágil e irrepetible de belleza que existe en el mundo físico. 

No es de extrañar, pues, que uno de mis héroes intelectuales vivos sea el historiador francés Michel Pastoureau. Formado en la mítica Escuela de los Anales, que alumbró a luminarias de la talla de Bloch, Braudel o Duby, Pastoureau ha dedicado buena parte de su vida a investigar el significado de los colores tanto en la vida práctica como en el imaginario de los pueblos.

Hasta la fecha, cinco libros en español daban cuenta de esta inmersión en un tema en apariencia inocuo: Negro, Azul: historia de un color, Diccionario de los colores, Breve historia de los colores y el muy específico y sugestivo Las vestiduras del diablo: breve historia de las rayas en la indumentaria.

La publicación en Periférica de Los colores de nuestros recuerdos, obra aparecida en Francia en 2010, redondea ahora si cabe esta magnífica trayectoria. Partiendo de lo íntimo pero sin ocultar su saber enciclopédico, Pastoureau reconstruye aquí un diario cromático que extiende su memoria, y en ocasiones su imaginación, a la mayoría de ámbitos que agotan el espectro de lo humano: la lengua y la moda, los emblemas y el deporte, la pintura y la escritura. Pero también el amor, también el juego, también el trabajo. 

El resultado es un libro hechicero y felizmente inagotable, que devuelve al lector la convicción de Escher para elevarla, mediante la erudición y el detalle, a la enésima potencia del placer. Porque eso es lo que nos regala Pastoureau con su tarea. Enfrentarnos cara a cara con el gozo que produce el asombro.                                                                                                                

Grupo Zeta Nexica