Visiones

Franziska Linkerhand

30 / 01 / 2018 Ricardo Menéndez Salmón
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Hoy, cuando ya en otro siglo, en otra tesitura histórica y en un muy distinto clima ideológico podemos al fin gozar en español de Franziska Linkerhand.

Foto: DPA

Cuando en 1973 Brigitte Reimann murió en Berlín Este poco antes de cumplir los cuarenta años, no sólo la República Democrática de Alemania, un país que menos de dos décadas después habría dejado de existir, perdía a su mayor escritora, sino que la literatura europea quedaba huérfana, de forma insultantemente prematura, de uno de sus más irrebatibles talentos. Hoy, cuando ya en otro siglo, en otra tesitura histórica y en un muy distinto clima ideológico podemos al fin gozar en español de Franziska Linkerhand, la novela con la que Reimann convivió durante tantísimo tiempo, comprendemos no sólo la estatura de una autora que falleció a una edad en la que muchos novelistas aún están luchando por conquistar unos temas y un estilo propios, sino la dimensión de esa pérdida. Pues a la luz de la lectura de esta obra maestra acatamos que Reimann estaba destinada a ser una de las voces más importantes del siglo pasado, y que, sin duda, estaba investida por ese don que a muy pocos escritores les es concedido: la ambición motivada.

Publicada por Errata Naturae y editada por Ibon Zubiaur, quien desempeña el triple empeño de prologuista, anotador y, sobre todo, magnífico traductor, Franziska Linkerhand desborda el marco de la novela de formación, profundiza en la senda de la novela de tesis y se yergue, tanto desde el punto de vista individual, del personaje homónimo, como desde el punto de vista colectivo y epocal, de esa RDA nacida a resultas de la división de Alemania tras el final de la guerra y convertida en experimento político y social, en un gigantesco empeño por aunar lo ideal con lo práctico, lo necesario con lo digno, la justicia para todos con la libertad de cada cual.

El resultado de este diálogo entre individuo y sociedad, creencias e ideología, historias e Historia abunda en la construcción de uno de los más espléndidos caracteres de la literatura contemporánea, una joven proyectista que, destinada a Neustadt, ciudad pionera en la concepción de la arquitectura socialista, protagonizará en primerísima persona los antagonismos entre ser y deber ser, vocación y pasión, utilidad y belleza. Franziska, una mujer con talento para ser feliz, como será sagazmente definida en cierto momento de la acción, es así un precipitado de la juventud y del talento, de la fe en unos principios y del desgaste que los sueños sufren al rozarse con la costumbre, la alquimia hecha personaje de un cronomapa preciso.

Y aunque el cáncer robó a Reimann, y con ella a nosotros, el final de esta aventura, no le pudo robar el esplendor del logro alumbrado. Si hay estatuas incompletas más bellas que mármoles perfectos, no se puede negar que, tal y como está, inconclusa por la muerte, Franziska Linkerhand convierte en intrascendente a la mayoría de libros colocados a su lado.

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