El país tenebroso de Schulz

28 / 12 / 2007 0:00 Ricardo Menéndez Salmón
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La obra de Bruno Schulz es todavía hoy uno de los secretos mejor guardados de la gran literatura centroeuropea anterior a la Segunda Guerra Mundial. Sin duda oscurecida por la estatura de sus contemporáneos (Broch, Kafka, Mann, Musil), la escritura del autor polaco tiene un público mucho más reducido.

La obra de Bruno Schulz es todavía hoy uno de los secretos mejor guardados de la gran literatura centroeuropea anterior a la Segunda Guerra Mundial. Sin duda oscurecida por la estatura de sus contemporáneos (Broch, Kafka, Mann, Musil), la escritura del autor polaco tiene un público mucho más reducido que el que su calidad, a todas luces extraordinaria, merecería. Ni siquiera la excelente suerte editorial que su escasa producción ha tenido en España, la rendida admiración que por su talento profesara el más famoso escritor polaco del siglo pasado, Witold Gombrowicz, o el reciente homenaje que el maestro norteamericano Philip Roth le rindió en su libro El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras, han impedido que Schulz siga siendo considerado en nuestro país un escritor sólo para escritores o para paladares exquisitos. Como en el caso de Kafka, la vida profesional de Schulz fue plácida y regimentada, pero su vida íntima fue rotunda. En ese sentido, Schulz satisfizo cierta conducta muy alabada por Onetti, según la cual la vida de artista fue la de Gauguin y no la de Wilde, pues el primero entregó su vida al arte, mientras que el segundo utilizó el arte para embellecer su vida. El colofón de esta tímida existencia fue, sin embargo, trágico. Profesor de dibujo en Drohobycz, su ciudad natal, mientras huía del gueto en noviembre del año 1942, Schulz fue ajusticiado en plena calle por un oficial de la Gestapo, al parecer celoso de la protección que otro miembro de la Policía Secreta del Estado prestaba al artista judío, una historia lo suficientemente turbia como para guardar, incluso ahora, zonas de sombra.

Como otros muchos artistas de aquellas primeras prodigiosas décadas del siglo XX, Schulz no limitó su genio a una sola manifestación. Hoy, gracias al Círculo de Bellas Artes de Madrid, podemos disfrutar, hasta el día 11 de noviembre, de la otra mitad de su talento creativo: su faceta de dibujante y grabador. El país tenebroso es el título de la retrospectiva que, por vez primera en España, permitirá degustar la obra plástica del autor de Las tiendas de color canela y Sanatorio bajo la clepsidra. Todo el universo literario de Schulz halla aquí su correlato en imágenes. Quienes conozcan la literatura de Schulz tendrán ocasión de disfrutar de esta traducción hecha de mano propia. Quienes la desconozcan, a buen seguro querrán acudir a las fuentes literarias después de admirar semejante antología. Descubrirán en ella sus queridísimos maniquíes, sus fascinantes mujeres, sus perturbadores retratos de la naturaleza humana. Descubrirán cómo Schulz dialoga con ancestros como Goya o contemporáneos como Grosz, y cómo su arte muestra, en su pluralidad de formas, un estrecho universo de obsesiones. Descubrirán, en definitiva, esa rara marca del talento devorado, en un tiempo cruel, por la sevicia de la condición humana, la misma sobre la que Schulz, con tanta maestría, reflexionó valiéndose del dibujo, del grabado y de la escritura.

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