Tiempo y yo, entre dos siglos

29 / 01 / 2018 Nativel Preciado
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Solo me quedan buenos recuerdos de estos últimos 36 años en que he estado unida al semanario.

Durante treinta y seis años he estado unida a TIEMPO. Mi fase optimista me hace pensar que puede ser la tercera parte de la vida de la persona longeva y feliz que aspiro a ser. Calculo que, si la salud me lo permite como hasta ahora, me queda todavía otro tercio para seguir disfrutando. No niego el disgusto que me llevé cuando me contaron que TIEMPO me dejaba para siempre. Sabía que últimamente las cosas no nos iban bien, pero yo me hacía la tonta, como si lo nuestro se pudiera prolongar indefinidamente y cada semana (entre unas y otras han sido casi mil novecientas) escribía una nueva historia con el entusiasmo del primer día. Mis colegas más jóvenes no pueden imaginar la alegría que supone haber mantenido el buen trato de una empresa durante tantos años. Debo confesar que he pasado por muchas, pero en ninguna encontré un personaje tan singular como Antonio Asensio, fundador del Grupo Zeta. Me lo presentaron en un piso de la calle Alcántara, la primera sede que tuvo en Madrid, cuando yo hacía entrevistas políticas para Interviú. Solía aparecer por la redacción, para echar una mano, las tardes de cierre de la revista. Vestía entonces de un modo peculiar, al estilo del cantante Tom Jones, y era extremadamente tímido y educado conmigo, hasta tal punto que respetaba que se publicasen los titulares de mis entrevistas tal y como yo quería, a pesar de que consideraba los suyos impactantes y los míos sosos y aburridos. La relación mutua de lealtad y respeto superó muchas pruebas, que ahora no vienen al caso, excepto una que no olvidaré. En aquella época (como en esta) era habitual tener problemas con los políticos que pretendían censurar o manipular alguna parte de las entrevistas. Uno de los más autoritarios y vehementes quiso puentearme y presionar al director para que no se publicase un incidente que tuve con él, pues debo decir, en honor a Asensio y a Lago, ambos desaparecidos, que defendieron mi profesionalidad, como ya habían hecho en otras ocasiones menos violentas, por encima de cualquier injerencia política. Solo me quedan buenos recuerdos (los otros se me olvidan) de este largo tiempo transcurrido entre dos siglos. Cierro con un día memorable en el que estaba entrevistando a Antonio Pedrol, cuando le pasan una llamada y contesta: “Enhorabuena, está conmigo una gran persona que te quiere decir algo”. Me da el teléfono y me apunta bajito: “Felicita a tu jefe, ha nacido el hereu”. Solo acerté a decir: “¡Felicidades, jefe, qué buena noticia!”. Era su primer hijo varón, que también se llama Antonio Asensio. Brindo por haber llegado tan lejos.

Grupo Zeta Nexica